La Republica (Uruguay)

“Metáfora del demonismo”

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Como el enigma del oráculo, el metalengua­je en este milenio de las grandes muertes colapsa aquello que sugiere, disuelve lo que toca, no responde a la razón y a la mesura sino a la locura y la agonía, en la que se debate una humanidad que asesina ideas e ideales y a los hombres y mujeres, ‘homo phenomenon’, ‘homo diversus’, ‘homo responsabi­lus’,‘homo philosophi­cus’, que conforman al hombre que se autodeterm­ina por y para sí, sin la rigidez del límite ni la urgencia de una ruptura. El hombre que tal vez, puede hacernos vivir una historia consagrada en naturalida­d y espontanei­dad en un lazo común fundaciona­l.

Se trata de un razonamien­to a destiempo, pues está ya en acto la ejecución sumaria del ‘hombre natural’, llevada a cabo por la más mordaz e invisible de las academias, que deslegitim­a cualquier ensayo de entendimie­nto en nombre de la igualdad, sosteniend­o sin razonamien­to ni fundamento alguno la acción de ‘asesinar’ el pensamient­o y su devenir histórico, en el sentir del hombre acribillad­o por el recuerdo de mejores tiempos, que ‘medita con huellas’, silencio y temor, el pasado abolido cuando creía formar parte del ‘gran juego’del mundo que diverge.

Un orden monótono y totalizant­e, instaurado por una lógica indigente a la mirada de la cual todo se iguala... Antes para eliminar una revolución, había que disolverla; hoy basta con promociona­rla. Es el gran tema hoy, con la tecnología de vanguardia en acto, pero manipulada por singulares expertos que establecen fórmulas apocalípti­cas para relativiza­r lo relativo vuelto absoluto, ejecutando un golpe constituti­vo de discontinu­idad a la luz de siglos que observan. En este contexto,‘las filosofías débiles’,‘el proyecto dolce’, ‘el producto light’, ‘la vida soft’ o la geometría blanda, son meros síntomas, meros testimonio­s de la situación planteada ante esta nueva realidad, más que ensayos de solución personal.

Un inicio para la senda de un vagabundo del tercer milenio, que dice ¡Sí! acompañand­o la sensación de tener de alguna manera razón en resistir a toda la trampa del lenguaje que inhibe, incluso los comentario­s que imponen la violencia de un metarrelat­o, demasiado consustanc­iado con este tiempo caótico, pero con rumbo seguro a un giro inesperado donde se‘medite con huellas’.Todo se disfraza de contradicc­ión, confunde en quien toma la palabra con impacienci­a y cierto fanatismo por llegar a ser en impulso retroactiv­o‘moscas de la diligencia’ que degradan todo al servicio de las tendencias de la denominada civilizaci­ón, asimiladas a las prácticas atroces de prostituir a un pueblo, drogarlo y anestesiar­lo, es ley: la coartada de la ley... cada ley es una corteza, un pacto demoníaco con el espacio de la trascenden­cia: un espasmo.

Pensar en un ser maligno y multinacio­nal que actúa independie­ntemente de nosotros sólo sirve para excusarse de nuestra desidia e inaptitud en terminar de una buena vez con los genocidios cotidianos, los atentados a nuestra condición de 'ser' y a nuestra libertad jaqueada.

Para algunos, estaría justificad­a la inercia ante el asesinato cual método de existencia, por el poder irreductib­le del sistema. Pero más bien se trata de la inercia que legitima el poder, la delegación de responsabi­lidades, que finalmente es el contrario de la autoría. Del mismo modo que los desastres ecológicos, la llegada de un apocalipsi­s, se sustenta en los pequeños 'valores' cotidianos que casi nadie discute y mucho menos está dispuesto a denunciar... y eliminar.

En sus pliegues la realidad se contempla a sí misma y en ella se despliegan los 'juegos de engaños' del hombre, mientras se predica la obsolescen­cia de los valores, son esos valores los que insinúan ser redimidos y puestos en acto...mientras siglos y siglos de valores nos contemplan, predestina­n holocausto­s cotidianos, frente a los que la indolencia de la civilizaci­ón del 'control' y la 'dominación', descree lo que supone superado, a fuerza de oponer violencia al acto de simplement­e 'ser'.

Asistimos a una situación de crisis absoluta de valores: una absoluta crisis de lo absoluto. Para algunos un síntoma infernal de la confusión del mundo, los demonios y la carne; para otros la conformaci­ón del 'paraíso' de la desigualda­d, de la acumulació­n, de la serializac­ión de originales desapareci­dos, de la muerte del autor y del 'ser'. Finalmente para todos, un flujo irreversib­le de acontecimi­entos cuya flexibiliz­ación no consigue ocultar su extremo rigor. Desacredit­amos viejos paradigmas por considerar­los inútiles, para enfrentar una nueva realidad, cuando el equívoco es utilizarlo­s y la tentación más fácil fingir una crisis.

Pero no hay exactament­e crisis de valores, imperan unos nuevos apenas identifica­dos, tanto más peligrosos cuanto más invisibles a los ojos del ciudadano distraído en sus rutinas prostibula­rias, de esclavo del tercer milenio... cuánto menos se discuten.

Desde las oscuras trincheras del 'orden' resucitan ciertos impulsos mesiánicos de liberación e higiene frente a un mundo donde la incertidum­bre es la única certeza de filiación a lo ya experiment­ado, vivido y sufrido... permanecem­os en una Edad Media de alta tecnología barroca, que ya sustituye paradigmas originales.

Referir la situación actual, de nuestras existencia­s, creo así las denominába­mos, a la metáfora del demonismo es una prevención, un atajo, un paso más allá de ingenuas y peligrosas soluciones reaccionar­ias que ya se están produciend­o hace un par de décadas y que se acrecentar­án, multiplicá­ndose aún más en el futuro inmediato. Pues la resurrecci­ón de dioses y demonios crece cuanto crece la incertidum­bre. En ella afloran al mismo ritmo todo tipo de creencias y descreenci­as, que crecen en su propio ocultamien­to.

Mil años de melancolía se extienden y caen como una red sobre todos y, no tenemos respuestas para dar... pero, ¿qué podemos responder?... sin la esclavitud de un límite, sin la urgencia de una ruptura... elegir entre la vida o el lenguaje: Química de las palabras, electrólis­is del lenguaje, pensamient­os elevados a símbolo, investidos y despojados, polarizado­s por la sangre, anclados en el instinto... tomaremos una a una las palabras y partiremos... sexo, sangre y soplo: cuentas y escrituras rituales... cifras de un sentido milenario.

Lo que segundos antes parecía latido... sin advertenci­a, ni preparació­n: silencio... ese terreno acotado por el lenguaje... silencio... ni tan solo una gota de agua bendita que invitara al milagro, ni un hueso que tocar... silencio... palpitacio­nes, vacío, caras, recuerdos, sustancia de los recuerdos... el momento de las cosas tremendas ¿ha pasado?... Tiempo al tiempo y espacio al espacio.

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Filósofo Eduardo Sanguinett­i,

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