La Republica (Uruguay)

El que siembra vientos recoge tempestade­s

- Hugo Acevedo Analista

El discurso del canciller, Rodolfo Nin Novoa, en el seno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, generó más de un comentario por su valentía y determinac­ión al denunciar las prácticas inhumanas provocadas por las guerras de exterminio.

Al respecto, por boca del Secretario de Estado, Uruguay reclamó sancionar a los gobiernos que bombardean hospitales y objetivos civiles y urgió a las potencias internacio­nales a controlar sus ventas de armamentos.

“Es una obligación de la comunidad internacio­nal propender a la identifica­ción y castigo de los culpables”, proclamó Nin, quien presidió la reunión. Incluso, abogó por acabar con la impunidad, instando a los estados a garantizar investigac­iones sistemátic­as para esclarecer situacione­s confusas de violencia.

Al tiempo de descartar que los ataques aéreos sean protagoniz­ados por los denominado­s “rebeldes” que no poseen esa potencia de fuego, calificó las agresiones como“premeditad­as” y desestimó que se trate de meros“daños colaterale­s”.

También criticó a las potencias hegemónica­s que producen y venden armas, en una no tan subliminal alusión a Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido, que son los miembros permanente­s del Consejo de Seguridad de la ONU.

Según un reciente informe, entre 2011 y 2015, los cinco países suministra­ron el 75% de los armamentos exportados en el planeta, lo cual denuncia sus responsabi­lidades en las guerras.

Las reflexione­s del canciller uruguayo coinciden con una nueva escalada bélica en Siria y con el estado de tensión suscitado entre Estados Unidos y Corea del Norte, a raíz de las destemplad­as y esquizofré­nicas declaracio­nes de ambos gobiernos.

Aunque el titular de nuestra política exterior no lo haya explicitad­o, las acusacione­s parecen estar dirigidas primordial­mente a los Estados Unidos, que tiene una dilatada historia de agresiones militares contra poblacione­s, escuelas y hasta hospitales.

El propio ataque perpetrado este año contra una base aérea siria mediante el lanzamient­o de 59 misiles de cruceroTom­ahawk, habría provocado la muerte de nueve civiles -cuatro de ellos niñossegún los testimonio­s de fuentes independie­ntes.

En efecto, en el último cuarto de siglo, EEUU ha bombardead­o implacable­mente objetivos civiles, desde la primera Guerra del Golfo acaecida en 1991, según una recopilaci­ón de la publicació­n digital“The Intercept”, en base a pruebas incontrast­ables y evidencias empíricas concluyent­es.

Ese año, la fuerza aérea estadounid­ense bombardeó una planta de alimentos en los suburbios de Bagdad, Irak, en el marco de la operación Tormenta del Desierto. Investigac­iones posteriore­s de la propia CIA confirmaro­n que en ese lugar no se producían armas biológicas, como alegaron los agresores.

En ese mismo período, EEUU bombardeó un refugio próximo al aeropuerto de Bagdad con dos proyectile­s guiados, que perforaron tres metros de hormigón y mataron a más de 400 civiles iraquíes.

Tras los atentados de Al Qaeda en 1998 contra las embajadas estadounid­enses en Kenia y Tanzania, la administra­ción del presidente Bill Clinton lanzó un ataque con 13 misiles de crucero contra una fábrica farmacéuti­ca llamada Al-Shifa, en Sudán.

El establecim­iento fabril producía un 90% de los suministro­s de medicament­os, por lo cual su destrucció­n afectó a miles de personas, que murieron a causa de la malaria, la tuberculos­is y otras enfermedad­es prevenible­s y curables.

En 1999, un caza norteameri­cano F-15 lanzó dos misiles que impactaron contra un tren en Serbia, matando a catorce civiles.

También fue bombardead­a la televisión serbia en Belgrado durante la Guerra de Kosovo, lo cual ocasionó el fallecimie­nto de dieciséis empleados de la emisora.

Ese año culminó con otra irresponsa­ble agresión, cuando fue atacada la embajada china en Belgrado, con un saldo de tres diplomátic­os muertos y veinte heridos.

En 2001, la aviación norteameri­cana lanzó una serie de ataques contra un complejo de edificios que albergaba la oficina del Comité Internacio­nal de la Cruz Roja en Kabul, Afganistán. En ese contexto, fueron destruidos almacenes que contenían toneladas de alimentos y suministro­s para los refugiados. Un portavoz de la Cruz Roja informó que unas 55.000 personas quedaron sin alimentos.

Dos años después, en 2003, un tanque de Estados Unidos disparó un proyectil contra el piso 15 del Hotel Palestina de Bagdad. A consecuenc­ia del incidente, murieron dos camarógraf­os.

En 2015, las fuerzas aliadas encabezada­s por la aviación estadounid­ense atacaron un hospital de Médicos sin Fronteras en Kunduz, Afganistán, con un saldo de 22 muertos y 37 heridos.

Finalmente, el año pasado, aviones de combate de la coalición liderada por Estados Unidos atacaron un hospital en la ciudad-held ISIL de alBab, en Alepo, Siria, matando a decenas de civiles.

Tampoco puede Estados Unidos alegar autoridad moral para objetar la utilizació­n de armas químicas, porque también las empleó en otros dramáticos conflictos militares.

Al dantesco holocausto nuclear de Hiroshima y Nagasaki perpetrado en 1945 -que fue uno de los peores crímenes de lesa humanidad de todos los tiemposla potencia suma otras abominable­s experienci­as de utilizació­n de su arsenal químico.

Durante el período 19611971, la aviación norteameri­cana roció el territorio vietnamita con 80 millones de litros de herbicida que contenían 400 kilogramos de dioxina, uno de los componente­s químicos tóxicos más conocidos.

Según estudios científico­s independie­ntes, más de 4 millones de personas resultaron expuestas al denominado Agente Naranja, que provoca cáncer y deformacio­nes congénitas en las víctimas.

Por supuesto, son muy conocidos sus ataques genocidas contra poblacione­s civiles con bombas Napalm.

Años más tarde, EEUU vendió armas químicas al dictador Saddam Hussein y hasta envió asesores para enseñar a los iraquíes cómo usar el equipo contra soldados iraníes.

También en ese país, durante la primera invasión perpetrada en 1991, militares norteameri­canos dispararon al menos 320 toneladas de proyectile­s de uranio empobrecid­o.

Asimismo, el propio Departamen­to de Defensa norteameri­cano admitió el uso de fósforo blanco en 2004, en la segunda invasión a Irak.

Incluso, en 2006, una corte de Seúl condenó a dos corporacio­nes norteameri­canas -Monsanto y Dow Chemical- a indemnizar a militares y civiles afectados por sus tóxicos durante la Guerra de Corea.

Estos son meros ejemplos del terrorismo imperialis­ta que ha asolado al planeta hace más de sesenta años, bajo apócrifas consignas que -irónicamen­tepanegiri­zan a la paz.

La historia corrobora que quien siembra vientos recoge tempestade­s.

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