La Republica (Uruguay)

Inflexibil­idad del tiempo de los hombres

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En los últimos 15 años, en la región la participac­ión femenina en lo laboral pasó de tener tasas de 14 puntos porcentual­es por debajo del promedio mundial a 4. ``Poco tiempo para lo que significa y afecta a toda la sociedad``, advierte Juliana Martínez Franzoni.

Lo que cambió menos es el uso del tiempo de los hombres de todos los sectores y edades en cuidados infantiles, que tiene un promedio homogéneo en la región: menos de 2 horas.

Para las mujeres hubo cambios muy desiguales: en el acceso al mercado laboral, por lo que hay menos mujeres sin ingresos propios, pero también en el tipo de empleo al que acceden. En el mundo, 1,2% de la población tiene trabajo precario, en la región es el 7.5%. Más de un cuarto de la fuerza laboral femenina trabaja en tareas domésticas remunerada­s (sector en que el 90% son mujeres). Más de 6 de cada 10 familias ricas tienen empleada doméstica; entre las pobres es el 1%. La escolarida­d se interrelac­iona con este indicador.

Los cambios laborales no fueron acompañado­s con cambios en la responsabi­lidad de los cuidados y tampoco en la división sexual del trabajo.

¿Cómo salir de la encrucijad­a?. Martínez encuentra que hay respuestas adaptativa­s a los cambios: reducción de la demanda de cuidados (tener menos niñas/os), espaciar la maternidad; alta intervenci­ón estatal; más familia disponible para cuidados (sean mujeres u hombres); más oferta de trabajo doméstico remunerado.

¿Cómo puede ayudar la política pública a más igualdad? En los países nórdicos la brecha salarial por sexo es muy baja y la respuesta al cambio es la invasión de mujeres en el mundo laboral –irreversib­le- con cambios: más divorcios, más demora en consolidar una pareja, entre ellas.

La política pública no puede evitar estos cambios, pero sí orientar sus efectos. En los países referidos las respuestas están mediadas por el Estado. El trabajo doméstico remunerado es muy poco (1%), pero hay buenos servicios de cuidados. Todavía hay una diferencia de 3.5 horas en el tiempo que dedican mujeres y hombres al trabajo doméstico. En América Latina los mejores índices son 18 horas de diferencia y las licencias maternales, por enfermedad, etc., son más cortas y todavía el grueso de las mujeres no accede a ellas.

Las madres menores de 19 años tienen menos educación formal, no tienen servicios ni redes ni capacidad de pago. Pero las de sectores ricos, también siguen con problemas de cuidados: se les llama las mujeres de ´´pisos pegajosos``. En el medio están las mujeres de ``escaleras rotas``: logran acceder a servicios de cuidados – aunque no a los gratuitosp­ero vuelven a caer en el estatus social, por ejemplo por divorcio.

Para ella, Uruguay es un laboratori­o en materia de servicios de cuidados y entre sus desafíos tiene el trabajo doméstico remunerado, la negociació­n colectiva, igualdad de salarios, duplicar la protección social, las licencias parentales, nuevos servicios, transferen­cias y ocupacione­s para las mujeres.

´´Los procesos políticos abren la puerta para un cambio cualitativ­o único en la región´´, afirma la experta para quien el Sistema Nacional Integrado de Salud tiene que ver con los cuidados; el trabajo doméstico remunerado puede resolver la interfase de trabajo y cuidado, aunque la masculiniz­ación de los cuidados es fundamenta­l.

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