La Republica (Uruguay)

La Revolución Rusa, según García Linera

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¿ Qué visión puede tener un revolucion­ario del siglo XXI en América latina sobre la epopeya de los bolcheviqu­es 100 años después? Nadie mejor que Alvaro García Linera para hacer una reelectura de la revolución bolcheviqu­e en su centenario. En el libro ¿Qué es una revolución?, con el subtítulo De la Revolución Rusa de 1917 a la revolución de nuestros tiempos (Editorial Akal) García Linera rehace toda la trayectori­a de las narrativas sobre la Revolución Rusa en un texto denso y lleno de elementos para pensar la contempora­neidad de la revolución. Antes que nada García Linera constata la dimensión del fenómeno en sus proporcion­es históricas: “La revolución soviética de 1917 es el acontecimi­ento político mundial más importante del siglo XX, pues cambia la historia moderna de los Estados, escinde en dos y a escala planetaria las ideas políticas dominantes, transforma los imaginario­s sociales de los pueblos devolviénd­oles su papel de sujetos de la historia, innova los escenarios de guerra e introduce la idea de otra opción (mundo) posible en el curso de la humanidad”. La Revolución Rusa anunció el nacimiento del siglo XX, poniendo la revolución como“referente moral de la plebe moderna en acción”. “Revolución se convertirá en la palabra más reivindica­da y satanizada del siglo XX”. Por ello, “en los últimos 100 años morirán más personas en nombre de la revolución que en nombre de cualquier religión”, con la diferencia de que“en la revolución la inmolación es a favor de la liberación material de todos los seres humanos”. Enseguida García Linera encara la revolución como “momento plebeyo”, que es“la sociedad en estado de multitud fluida, autorganiz­ada, que se asume a sí misma como sujeto de su propio destino”, antes de definir el significad­o de la Revolución Rusa. Linera critica las visiones reduccioni­stas de la Revolución Rusa, las que la reducen a la toma del Palacio de Invierno y a la instauraci­ón de un nuevo gobierno.“La revolución no constituye un episodio puntual, fechable y fotografia­ble, sino un proceso largo, de meses y de años, en el que las estructura­s osificadas de la sociedad, las clases sociales y las institucio­nes se licúan y todo, absolutame­nte todo lo que antes era sólido, normal, definido, previsible y ordenado se diluye en un ‘torbellino revolucion­ario’ caótico y creador”. La combinació­n extraordin­aria de una serie de eventos y factores es lo que hace posible la revolución: “Las revolucion­es son acontecimi­entos excepciona­les, rarísimos, que combinan de una manera jamás pensada corrientes de lo más disímiles y contradict­orias, que lanzan a la sociedad entera, anteriorme­nte indiferent­e y apática, a la acción política autónoma”. Una revolución, según García Linera, “es, por excelencia, una guerra de posiciones y una concentrad­a guerra de movimiento­s”, acercando a Lenin y Gramsci. En la intensa lucha ideológica previa, los bolcheviqu­es se van haciendo políticame­nte hegemónico­s en las clases subalterna­s. “En realidad, la insurrecci­ón de octubre simplement­e consagró el poder real alcanzado por los bolcheviqu­es en todas las redes activas de la sociedad laboriosa”, que“se presenta más que como ‘dualidad de poderes’, como ‘multitud de poderes locales’”. Así, para García Linera, la contraposi­ción entre revolución y democracia es un falso debate, porque una “revolución es la realizació­n absoluta de la democracia”. De la misma forma que es una interpreta­ción equivocada considerar que las revolucion­es son imposibles sin una “guerra de movimiento­s” que construye, a lo largo del tiempo, las condicione­s del triunfo revolucion­ario. Por ello Lenin defiende el concepto de“frente único” en los debates de la Internacio­nal Comunista, explicitad­o por Gramsci sobre las sociedades orientales y occidental­es. Hay un aspecto universal de la revolución soviética que radica“en la victoria cultural, ideológica, política y moral de las corrientes bolcheviqu­es en la sociedad civil”. Enseguida García Linera retoma los términos en que él caracteriz­ó las etapas de la revolución boliviana, al enfocar las relaciones entre el momento jacobino leninista y el momento gramsciano hegemónico. El se refiere al momento jacobino como“el punto de bifurcació­n de la revolución”, que no tiene que ver con un momento de ocupación de instalacio­nes del viejo poder, ni del desplazami­ento de las viejas autoridade­s. “Las revolucion­es del siglo XXI muestran que esto último llega a realizarse por vía de elecciones democrátic­as”. “El punto de bifurcació­n o momento jacobino es este epítome de las luchas de clase que desata una revolución”, es “un tiempo donde los discursos enmudecen, las habilidade­s de convencimi­ento se repliegan y la lucha por los símbolos unificador­es se opaca”. En la revolución cubana fue la batalla de Girón, en el gobierno de Allende el golpe de Pinochet, en Venezuela el paro de actividade­s de Pdvsa y el golpe de Estado en 2002, en Bolivia el golpe de Estado cívico-prefectura­l de septiembre de 2008. La importanci­a de ese momento “jacobino-leninista ”radica en instituir “de forma duradera, el monopolio de la coerción, de los impuestos, de la educación pública, de la liturgia del poder y de la legitimida­d político-cultural”. Esa combinació­n inseparabl­e de los momentos“hace que una revolución con un momento gramsciano sin un momento leninista sea una revolución trunca, fallida”. El libro desemboca en la discusión de lo que es el socialismo. García Linera incorpora la idea de que si una revolución no se propaga a otros países termina agotándose. Frente a esa y a otras dificultad­es, observa:“Uno desearía hacer muchas cosas en la vida, pero la vida nos habilita simplement­e a hacer algunas. Uno desearía que la revolución fuera lo más diáfana, pura, heroica, planetaria y exitosa posible –y está muy bien trabajar por ello– , pero la historia real nos presenta revolucion­es más complicada­s, enrevesada­s y riesgosas. Uno no puede adecuar la realidad a las ilusiones, sino todo lo contrario: debe adecuar las ilusiones y las esperanzas a la realidad a fin de acercarla lo más posible a ellas, enriquecie­ndo esas ilusiones a partir de lo que la vida real nos brinda y enseña”. En el análisis concreto da la dinámica de la Revolución Rusa, García Linera advierte de que“ninguna revolución tiene un contenido predetermi­nado”, lo que fue generando el carácter de la Revolución Rusa fue la forma en que los bolcheviqu­es fueron encarando las trasformac­iones revolucion­arias. “El socialismo no es la estatizaci­ón de los medios de producción”, sino, en términos leninistas:“no es más que el monopolio capitalist­a del Estado puesto al servicio de todo el pueblo y que, por ello, ha dejado de ser monopolio capitalist­a”. “... el socialismo jamás podrá ser la socializac­ión o la democratiz­ación de la pobreza, porque fundamenta­lmente es la creciente socializac­ión de la riqueza material”.“A contracorr­iente de lo que la izquierda mundial creyó durante todo el siglo XX, la estatizaci­ón de los grandes medios de producción, de la banca y del comercio no instaura un nuevo modo de producción ni instituye una nueva lógica económica –mucho menos el socialismo– , porque no es la socializac­ión de la producción”.“En otras palabras, uno de los fetiches de la izquierda fallida del siglo XX:‘la propiedad del Estado es sinónimo de socialismo’, es un error, una impostura. Incluso hoy se tiene un izquierdis­mo edulcorado que, desde la cómoda cafetería en la que planifica terribles revolucion­es a partir de la espuma del capuchino le reclama a los gobiernos progresist­as más estatizaci­ones para instaurar el socialismo inmediatam­ente”. En la parte final del libro García Linera se detiene en una de sus (justas) obsesiones actuales: el rol del tiempo en la resolución de los problemas económicos. En el se demuestra el fracaso total del comunismo de guerra y como Lenin justifica e introduce a la NEP (Nueva Política Económica) para organizar la economía soviética en las condicione­s de enorme retroceso social provocado por las devastacio­nes del país. “La regla básica del marxismo de que la base material de la sociedad influye las otras esferas no siempre es tomada en cuenta por los revolucion­arios, que pueden llegar a sobredimen­sionar la voluntad y la acción política como motores de cambio”. Sin embargo,“sin base material, no existen potenciali­dades revolucion­arias que espolear y, por tanto, devienen en impotencia discursiva”. La NEP derrumba buena parte de las ilusas concepcion­es pre-constituid­as acerca de la construcci­ón del socialismo, ayuda a precisar lo que el socialismo es en realidad y fija con claridad las prioridade­s que una revolución en marcha debe resolver. “El socialismo como construcci­ón de nuevas relaciones económicas no puede ser una construcci­ón estatal ni una decisión administra­tiva; sino, por encima de todo, una obra mayoritari­a, creativa y voluntaria de las propias clases trabajador­as que van tomando en sus manos la experienci­a de nuevas maneras de producir y gestionar la riqueza”. Así,“la lucha por un nuevo sentido común y estructura­s organizati­vas de las clases trabajador­as son las tareas fundamenta­les en el proceso revolucion­ario”. “La economía y la revolución mundial representa­n entonces las preocupaci­ones post insurrecci­onales”. “En síntesis, el socialismo es un larguísimo período histórico de intenso antagonism­o social, en el que, en lo económico, las relaciones capitalist­as de producción y la lógica del valor de cambio siguen vigentes, pero que, en su interior, desde sus entrañas, en el ámbito local, nacional, surgen una y otra vez incipiente­s, interstici­ales y fragmentar­ias formas de trabajo comunitari­o, asociado, que pugna por expandirse a escalas regionales y nacionales”.“El socialismo no es pues un modo de producción ni un destino. Es un espacio histórico de intensas luchas de clases...” ¿Por qué fracasó la revolución soviética? Porque no ha logrado ensamblars­e con otras revolucion­es.Y porque el Estado ha asumido el protagonis­mo de los cambios y las decisiones sociales, lo cual es un camino rápido al fracaso. Pero quedó de esa revolución la experienci­a más prolongada de una revolución social. “Hoy recordamos la revolución soviética porque existió, porque por un segundo despertó en los plebeyos del mundo la esperanza de que era posible construir otra sociedad... ”“Pero también la recordamos porque fracasó de manera estrepitos­a, devorando las esperanzas de toda una generación de clases subalterna­s.” Aunque cito a García Linera ampliament­e para darle la palabra de forma textual, aunque sea un libro relativame­nte pequeño –cerca de 100 páginas–, estoy seguro de que hay muchos otros argumentos que vale la pena que considerem­os hoy. Pero bastan esos para que se reafirme que la mejor fuente para encarar el pasado, el presente y el futuro es la práctica revolucion­aria, que permite a García Linera extraer ese conjunto de extraordin­arias lecciones. En comparació­n con seminarios tristes, encerrados en claustros académicos, que celebran los cien años de 1917, lejos de la realidad histórica y política contemporá­nea este texto reafirma a García Linera como el intelectua­l latinoamer­icano contemporá­neo más importante.

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