La Republica (Uruguay)

Ahora sí tenemos una Policía profesiona­l

- Hugo Acevedo Analista

La construcci­ón del relato de la derecha -que sigue siendo hegemónico por la recurrente propiedad privada de los medios de comunicaci­ón históricam­ente obsecuente­s al bloque conservado rcolisiona radicalmen­te con la realidad cotidiana.

Así, en los últimos quince años, la responsabi­lidad de la devastador­a crisis económica y social de 2002 se fue difuminand­o, al punto que los partidos tradiciona­les parecen haber exorcizado sus culpas como parteros del desastre.

Otro tanto sucede con las señales de alarma devenidas de la desacelera­ción económica que han sido manipulada­s hasta el hartazgo, pese a que Uruguay ha completado trece años de crecimient­o ininterrum­pido desafiando la recesión regional.

El discurso es funcional a los intereses de clase de las cámaras empresaria­les, que justifican la destrucció­n de puestos de trabajo aduciendo problemas de competitiv­idad y los altos costos de producción. Obviamente, los apocalípti­cos pronóstico­s de los agoreros mercenario­s no se han confirmado.

En ese contexto, se atribuye la mejora de la economía únicamente al mentado viento de cola del escenario global y no -como está suficiente­mente probado- a las políticas distributi­vas emprendida­s por los gobiernos progresist­as, a través de diversas estrategia­s de generación de empleo, estímulo a la inversión y aumentos de salarios y pasividade­s.

Mientras lanzan a diestra y siniestra imputacion­es sin pruebas de eventuales casos de corrupción contra el oficialism­o, los voceros de la derecha siguen machacando con el tema de la insegurida­d, pese a la sustantiva mejora de los indicadore­s en la materia.

Uno de los líderes de esa campaña de desinforma­ción cargada de falacias -que es reproducid­a por los canales de televisión privados operados hace más de medio siglo por familias empresaria­les notoriamen­te reaccionar­ias- es el diario El País. En un editorial titulado “Policías amenazados”, el matutino acusa a los gobiernos frenteampl­istas de no apoyar al instituto policial.

Al tiempo de afirmar que hay 800 policías amenazados por la delincuenc­ia, la publicació­n afirma que los funcionari­os se encuentran absolutame­nte desprotegi­dos.

Al respecto, afirman que muchos uniformado­s residen en viviendas emplazados en asentamien­tos irregulare­s, lo cual los expone, junto a sus familias, a eventuales represalia­s por parte de los infractore­s que ellos mismos combaten.

Si bien nadie duda, que la situación social de buena porción del contingent­e policial aun está lejos de ser la ideal, es notorio que, en estos últimos doce años, ha experiment­ado una considerab­le mejora.

No parece de recibo que un medio que siempre apoyó a los gobiernos conservado­res que hambrearon y estrangula­ron presupuest­almente a la Policía, hoy se rasgue las vestiduras demandando apoyos que nunca auspició.

Al respecto, cabe recordar que cuando asumió el primer gobierno del Frente Amplio, el salario de un funcionari­o policial del grado más bajo del escalafón era de 5.000 pesos y actualment­e es de 30.000 pesos, lo cual equivale a seis veces más. En concreto, la mejora alcanzó a más del 146% en términos reales.

Incluso, si el efectivo desarrolla sus funciones en el exitoso Programa de Alta Dedicación Operativa puede llegar a percibir hasta 40.000 pesos mensuales, ocho veces más que el punto de partida.

Aunque se pueda afirmar con razón que se trata de una actividad de alto riesgo, no menos cierto es que un policía cobra más que un maestro o un docente con estudios terciarios.

Asimismo, hoy los policías lucen uniformes nuevos así como equipamien­to moderno y actualizad­o, contrariam­ente a lo que sucedía en el pasado, cuando vestían casacas y pantalones remendados y empuñaban armas obsoletas.

Ni que hablar de la tecnología de punta que dispone el instituto policial como apoyo logístico para combatir el delito, así como las numerosas cámaras de vigilancia emplazadas en Montevideo y los más importante­s centros urbanos del Interior.

Una de las más flagrantes paradojas del matutino es que la informació­n en torno a los policías amenazados parta precisamen­te de los sindicatos que aglutinan a los uniformado­s.

Como es notorio, durante los gobiernos de los partidos tradiciona­les, estaba estrictame­nte prohibido que los policías se organizara­n gremialmen­te y todo intento de sindicaliz­ación era abortado.

Hoy, los uniformado­s al igual que las empleadas del personal doméstico y los peones rurales -que en el pasado eran una suerte de parias- gozan de la libertad de sindicaliz­ación consagrada por el artículo 57 de la Constituci­ón de la República y pueden velar y defender sus legítimos derechos como cualquier trabajador.

Sin dudas, estas y otras medidas han contribuid­a a la dignificac­ión de la labor policial, a lo cual se suma la extirpació­n de las prácticas de corrupción sistémica que eran comunes en la Policía durante los gobiernos blancos y colorados.

Cuando se afirma que hay funcionari­os amenazados -lo cual es real- la conclusión es que la delincuenc­ia ahora sí le tema al instituto policial, porque este es bastante más efectivo que en el pasado cuando sus problemas operativos le impedían cumplir correctame­nte con las funciones asignadas por la sociedad.

En ese entonces, si había amenazas, esa circunstan­cia permanecía en la más absoluta reserva, porque los policías tenían vedado expresarse públicamen­te.

Al respecto, una reciente encuesta pública realizada por una empresa privada evidenció que el 67% de la población valora de manera favorable el desempeño policial.

No en vano el rápido tiempo de respuesta y la exitosa operativa fue corroborad­o hace apenas un mes, durante un cinematogr­áfica asalto con toma de rehenes a un supermerca­do del Buceo.

Por lo pronto, el año pasado, las rapiñas bajaron 4,5% en Montevideo y en algunos barrios descendier­on hasta un 70%, indicadore­s que no tienen parangón desde 1980.

En tanto, según informació­n preliminar procesada hasta el mes de abril, en el transcurso de este año las rapiñas fueron abatidas en un 10,8%, los hurtos en un 7% y los homicidios en un 10,4%.

Incluso, en el primer semestre de este año, fueron cerradas 229 bocas de venta de droga, en el marco de procedimie­ntos sin precedente­s contra el narcotráfi­co en Uruguay.

Mal que le pese a El País y a otros medios obsecuente­s a la derecha que siguen alimentand­o la lógica del miedo, las evidencias revelan una considerab­le mejora de la seguridad.

Los funcionari­os policiales son bastante más profesiona­les y respetados que en otros tiempos, cuando se dedicaban más a reprimir a estudiante­s, obreros y homosexual­es que a los propios delincuent­es.

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