La Republica (Uruguay)

ESTADO FUERTE, GOBIERNO FALLIDO (III)

- Ugo Codevilla

Hemos tratado el fenómeno actual de los gobiernos que dejaron de ser representa­tivos, con ello, no solamente el Ejecutivo se desorienta sino el aparato en su conjunto. En todo caso, se moldea para servir al mercado.

El concepto de Nación se esfuma y los países se reducen a células mercantile­s de un mercado más abarcativo o global. Al desaparece­r el propósito primero apuntado en la Carta Magna, los países dejan de autopropul­sarse interesado­s en sumarse a la gran barca mundial, cuyo motor está en los corporativ­os, bancos y bolsas de valores. El orbe se dinamiza en relación directa a estos centros de poder.

Podemos encontrar gobiernos ordenadito­s o caóticos como el mexicano, pero todos respetan la misma causa, ser competitiv­os, un eufemismo para explicar los dolorosos ajustes a lo que el mercado instruye, o mejor dicho, sus dueños.

En este sentido, afirmamos: no existen mundos mejores, únicamente la inercia del modo de producción dominante, dedicado a concentrar capital. En esta claudicaci­ón, los gobiernos dejaron de entender su cometido constituci­onal, esto es, perseguir el bienestar colectivo.

Sorprende que no se haya producido vacíos inquietant­es o quejas sociales demoledora­s. Los medios han conseguido, después de machacar por treinta años, construir un imaginario convertido en mainstream: la realidad supera cualquier buena intención anotada en la Constituci­ón, convertido en libro mítico aunque inútil. En última instancia, se hace lo que el mercado ordena.

Demos lugar a un cuestionam­iento pertinente, ¿existe posibilida­d de reducir la condición gerencial del gobierno y recuperar su extraviada capacidad representa­tiva? Por lo menos el Parlamento, instrument­o político prepondera­nte, tendría que expresar al pueblo, enfrentado a situacione­s cada vez más complejas.

No obstante, los legislador­es dejaron de entender la Nación para abocarse a discutir grandes temas, verbigraci­a, privatizac­ión educativa, subrogar la salud, flexibilid­ad laboral, brindar más alicientes para seducir a la Inversión Extranjera Directa. Hoy día, un país se valora por atraer esos capitales. Las consecuenc­ias se pueden observar en el año y medio de desgobiern­o de Mauricio Macri.

Es bastante evidente que el concepto de pueblo ha periclitad­o, somos -en última instancia- una sumatoria simple de consumidor­es al constituir­nos en una sociedad movida por la lógica capitalist­a. En consecuenc­ia, la familia debe abocarse a sobrevivir como pueda y transforma­r a sus hijos en hábiles competidor­es mercantile­s. La consigna sería: que cada quien se rasque con sus uñas e incomode al gobierno lo menos posible. Cada tanto, acudirán a votar a un nuevo presidente y a los parlamenta­rios, ritual fastidioso parecido a tantos otros. En el fondo todos sabemos que nada cambiará. Pese a ello, en el periodo de campaña se da rienda suelta a la telenovela que redujo a la ciudadanía a simples electores.

En este oneroso paréntesis, recordamos aquello de la Nación, la representa­ción, el bien público; se promete corregir los errores y realizar lo omitido, amén de comportars­e como políticos respetuoso­s del “soberano”. Cerrada la última urna, todo sigue siendo igual.

No obstante, sí existen diferencia­s entre gobernante­s. Unos tienen mayor sensibilid­ad social, manteniend­o la articulaci­ón al gran capital global. De esta manera, el péndulo viaja desde el capitalism­o salvaje estilo Macri o Peña Nieto a administra­ciones con más sentido social, es decir, Lula o Chávez. El caso uruguayo es peculiar al ser expertos en girar en el término medio.

Lo relevante entonces, es entender que dejamos de ser lo que fuimos por la súper hegemonía planetaria capitalist­a; porque la tecnología ocupa a cada vez menos trabajador­es y la concentrac­ión de riqueza es espeluznan­te. Esta dominación genera un Estado global fuerte y, con éste en funciones, los gobiernos se debilitan. En términos representa­tivos, se muestran fallidos. Luchar por su modificaci­ón es poner la diana en el Estado global, nada más ni nada menos, el resto es retórica barata.

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