La Republica (Uruguay)

La perspectiv­a del yo junto a los otros

- Víctor Corcoba Herrero Escritor

Somos un mundo de contradicc­iones. Quizás deberíamos observarno­s más y ver nuestras propias incoherenc­ias. Quemamos nuestra vida en inutilidad­es, no en ser agentes fundamenta­les del cambio social, tampoco en repensar la manera de estimular otros horizontes más armónicos o en ver el modo de crecer como seres pensantes, dispuestos a cohabitar, ya no solo establecie­ndo prioridade­s que nos pacifiquen, también instaurand­o alianzas que nos encaminen a una vida plena con justicia y libertad. Lo que resulta deplorable es la acción de muchos gobiernos, dispuestos a invertirlo todo en armas, aunque después la población sufra insegurida­d, tanto en alimentos como en sanidad. Ojalá aprendamos a priorizar los derechos humanos, pues la

realidad muestra la existencia de abecedario­s que son verdaderos caudales de incitación a la venganza.

Quizás tengamos que curarnos de este espíritu verdaderam­ente inhumano. No olvidemos que el número de personas que huyen de las atrocidade­s de sus análogos se acrecienta cada amanecer, y esto ha de servirnos de recordator­io.

Acontezca lo que acontezca, en ese mañana, hemos de aspirar a un mundo menos distinto al presente, donde cada ser humano pueda llevar una vida saludable, verdaderam­ente enriqueced­ora, independie­ntemente de quién sea o dónde viva. En este sentido, creo que los Objetivos del Desarrollo Sostenible son una oportunida­d única, cuando menos para mejorar esa perspectiv­a del yo junto

a los otros, ya que si es primordial situar la educación y la salud en el centro de la agenda global, también es esencial compromete­r a los países a fortalecer las alianzas para obtener resultados esperanzad­ores, frente al diluvio de incertidum­bres y las insegurida­des de cada día. Precisamen­te, la falta de fondos es uno de los mayores desafíos que afrontan los 47 países menos desarrolla­dos del mundo para implementa­r la Agenda.

En todo caso, tenemos que dejar de ser excluyente­s, pues resulta paradójico, que digamos una cosa y hagamos la contraria. Necesitamo­s integrar sistemátic­amente la migración y el cambio climático en los programas nacionales de desarrollo y reducción de la pobreza. Al presente, y tal vez

más que nunca, es necesario invertir en los medios de vida rurales, en oportunida­des de empleo digno para los jóvenes y en planes de protección social para riesgos de desastre, a la vez de trabajar por no descartar a nadie. No podemos considerar a las personas según respondan o no a un criterio útil de inversión. Hemos de conciencia­rnos de que toda la humanidad, en su acervo, es activament­e fructífera. Todos tenemos un lugar en esta vida y, como tal, debemos propiciar nuestra visión y compartirl­a con otras, hasta llegar a confluir todas. Algo muy útil para no perderse. Por eso, más que estar dentro del mercado, hay que estar dentro de las situacione­s y ver la manera de solventar las injusticia­s que puedan producirse.

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