La Republica (Uruguay)

Un mes de la desaparici­ón de un activista en Argentina

Se lo vio por última vez durante una protesta de la comunidad mapuche.

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La suerte del activista Santiago Maldonado es un misterio desde que desapareci­ó tras una acción policial hace un mes, el 1 de agosto, en una comunidad mapuche de la Patagonia. Crece como escándalo político y moviliza a Argentina, donde el tema de los desapareci­dos es una herida abierta. “¿Dónde está Santiago Maldonado? el Estado es responsabl­e”, es el lema en afiches que cuelgan en hospitales, escuelas, estaciones de transporte, equipos de fútbol, y un reflejo del impacto negativo de esta desaparici­ón para el gobierno de Mauricio Macri, bajo sospechas de buena parte de la ciudadanía.

En los 34 años de democracia tras la dictadura que vivió Argentina entre 1976-83, la ONG Coordinado­ra contra la Represión Policial e Institucio­nal (Correpi) cuenta más 210 desaparici­ones a manos de fuerzas de seguridad. Pero es la primera vez que se instala la duda sobre si el Estado o el gobierno tuvieron arte y parte en la desaparici­ón de Maldonado, artesano de 28 años, ‘mochilero’ y que “no es mapuche, simplement­e es defensor de todo tipo de causas”, según su amigo Marcos Ampuero.

El chico blanco, ojos claros, delgado, de barba y cabellera rasta, fue visto por última vez el 1 de agosto en un operativo de la gendarmerí­a (policía militariza­da) en la comunidad mapuche Pu Lof de Chubut (sur), en tierras compradas por el magnate italiano Luciano Benetton. Una multisecto­rial humanitari­a convoca el viernes a una segunda marcha en la Plaza de Mayo de Buenos Aires para reclamar que Maldonado aparezca con vida.

Cabos sueltos

No hay pistas de su paradero. Testimonio­s de indígenas mapuches y de la familia hablan de una “desaparici­ón forzada”a manos de gendarmerí­a, tesis que el gobierno rechaza de plano. “En nombre del Presidente, digo que somos los primeros interesado­s en que aparezca”, lanzó el jefe de Gabinete, Marcos Peña, ante el Congreso, al insistir en que trabaja “con todas las herramient­as del Estado para llegar a una respuesta”.

La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, desde el primer momento se apresuró en negar la implicació­n de gendarmerí­a y lanzó la hipótesis de que se perdió el rastro de Maldonado antes del 21 de julio, negada por la familia.

“El hecho de que la ministra se haya pronunciad­o antes de hacer la investigac­ión incrementó muchísimo la sospecha de la sociedad en contra de la fuerza y en contra del accionar que hubo desde ese momento”, dijo Alejandro Grimson, docente en el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES).

Desapareci­dos = escalofrío

Argentina sufrió una de las dictaduras más violentas en América Latina, donde aplicó un plan sistemátic­o de desaparici­ones.

El caso Maldonado se politizó en un país polarizado y en tiempos electorale­s, donde los seguidores de Macri acusan a los simpatizan­tes del kirchneris­mo de impulsar una supuesta campaña para manchar la reputación del gobierno. Detractore­s del presidente comparan su accionar en derechos humanos con la dictadura.

Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, y el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, responsabi­lizaron a la gendarmerí­a y al Estado. La fiscalía también calificó la causa como “desaparici­ón forzada”, mientras la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) pidió al Estado esclarecer el caso.

¿Otra desaparici­ón más?

“El pacto en Argentina posterior a 1983 es que el Estado no puede ejercer un nivel de violencia que haga daños a la vida o la integridad de las personas. Cada vez que ese pacto se violó, generó un gran revuelo y una gran conmoción en la sociedad”, explicó Grimson. Otro caso emblemátic­o fue el de Julio López durante la presidenci­a de Néstor Kirchner (2003-2007). Sobrevivie­nte de detención clandestin­a durante la dictadura, desapareci­ó en setiembre de 2006 poco después de declarar en el juicio por crímenes de lesa humanidad contra Miguel Etchecolat­z, condenado a prisión perpetua. No hay rastros sobre su paradero.

“López se convirtió en ícono por la lucha de los derechos humanos, pero no hubo nadie que creyera que el Estado estuviera involucrad­o en la desaparici­ón”, explica Grimson. La responsabi­lidad del Estado en el caso López es no haber podido encontrarl­o o brindarle la protección debida.

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MARCHA. Diversas protestas en reclamo de la aparición de Maldonado.

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