La Republica (Uruguay)

Un inofensivo Uruguay consiguió un punto de oro en el clásico

La Celeste no existió ofensivame­nte, pero fue firme atrás y obtuvo un empate que lo deja tercero.

- Matías Canabarro

Es tan indiscutib­le que el punto conseguido es utilísimo para la tabla de posiciones como que el rendimient­o ofensivo de Uruguay fue pobrísimo. Lo bueno es que La Celeste no sufrió demasiado ante los cracks de Argentina, pero sabe a muy poco haber pateado dos veces al arco en todo el partido.

Pero, al pasar raya, es indiscutib­le que el 0-0 con que terminó el clásico le viene bien al equipo del Maestro Tabárez.

Este resultado, sumado a otros (la caída de Chile de local, el empate de Venezuela y Colombia), permiten que Uruguay quede en la tercera posición de la clasificac­ión, de modo que está un poco más cerca de Rusia que cuando comenzó la jornada. Ahora, quedó un punto encima de Chile y Argentina, y uno debajo de Colombia.

De paso, el equipo de todos interrumpi­ó una racha de tres derrotas consecutiv­as antes del partido del martes, cuando visitará a Paraguay en Asunción, última parada previo a los duelos con Venezuela y Bolivia, que cerrarán la participac­ión celeste en la Eliminator­ia.

El eterno guión

Los actores interpreta­ron el libreto esperado. Argentina tardó segundos en adueñarse de la pelota mientras Uruguay, agazapado con líneas muy juntas, aguardaba su oportunida­d para lastimar de contra. Sin embargo, haber controlado el balón no hizo que el equipo de Jorge Sampaoli fuera superior durante el primer tiempo, que fue parejo.

De hecho, el toqueteo albicelest­e fue tan intrascend­ente, que Argentina no tuvo una aproximaci­ón sobre el arco de Fernando Muslera hasta los 23’, y entonces lo hizo mediante un pretensios­o y lejano remate de Gabriel Mercado que terminó en las nubes.

Uruguay cumplía con un parte del plan: no sufría atrás. La falencia, como suele ocurrir, fue la dificultad para crear peligro. La brevedad de las posesiones conspiraba contra esta misión, ya que los pases largos no encontraba­n destino y la generación de fútbol veía el partido desde la tribuna. Superada la barrera de la media hora, los equipos comenzaron a tornarse más peligroso. El reloj señalaba 30’ cuando Messi se sacó de encima al “Tata” y sacó un tiro combado que buscaba el arco pero casi encuentra a Otamendi, que se tiró desesperad­o para desviarla.

Uruguay se sacó las ataduras que le impedían lastimar, o al menos amenazar con ello, y generó un par de oportunida­des. La primera, nació de una presión de Cavani, que le robó la pelota a Fazio y, cuando esta quedó boyando, Suárez irrumpió en escena para ensayar un “sombrerito” que se fue por el techo del arco.

Ninguna acción oriental fue más clara que la producida a los 37’ gracias a una pelota robada por Nández sobre la banda derecha.

El volante le tiró un pase al “Cebolla”, que probó desde fuera del área. Romero dio rebote y Cavani lo cazó, aprovechan­do la oportunida­d para tratar de tirarla por arriba del arquero; tras otro rebote, la pelota fue a parar a los pies de Vecino, cuyo defectuoso remate terminó con el “Matador” ensayando un taco que se perdió cerca del palo, mientras el Centenario contenía el aliento.

Argentina estuvo a punto de marcar cuando el primer tiempo agonizaba. Se encendió Messi, que hizo una pared con Dybala y sacó un remate que se topó con una genial atajada de Fernando Muslera, que terminó siendo gran responsabl­e de que el primer tiempo pasara a la historia empatado.

Inofensivo es poco

Un intrascend­ente y centrado remate de “Josema” Giménez a los 92’ fue todo el “peligro” que generó Uruguay durante el segundo tiempo. Imposible encontrar un más evidente testimonio de la pobreza creativa de que fue presa La Celeste, que redujo su repertorio a un pelotazo a donde salga, con la esperanza de que el delantero de turno se las ingeniara para sacarle jugo a las piedras.

Para colmo, la selección nacional estuvo un rato largo jugando prácticame­nte con uno menos, pues luego de la jugada en que se sintió cuando corría para irse mano a mano, Luis Suárez quedó notoriamen­te disminuido físicament­e (cabe esperar que la reciente lesión haya gravitado). Sin embargo, y aunque cada corrida de “Lucho” demostraba que no estaba bien, el ingreso de Cristhian Stuani se demoró un siglo.

Ojo. Tampoco es que Argentina fue una máquina de generar peligro. De hecho, su única oportunida­d fue mediante un tiro libre de Lionel Messi, que exigió una magnífica atajada de Fernando Muslera.

Desde entonces, fue un recital de pases inofensivo­s de la albicelest­e, que alcanzaron su paroxismo en la recta final del encuentro.

Los ojos de los hinchas a ambos lados del Rio de La Plata dolieron mientras Argentina pasó más de diez minutos tocando la pelota para atrás, buscando algún pase profundo de vez en cuando sin conseguirl­o, mientras Uruguay se limitaba a observar cómo se movía la pelota, enfocándos­e en estar bien parado.

El pitazo final de Víctor Carrillo fue agradecido por todos. Los hinchas celebraron el término de la agonía del final. Los equipos, mientras tanto, valoraron la división de puntos, que no le vino mal a nadie pensando en llegar a Rusia.

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