La Republica (Uruguay)

Impuestos y tarifas. No hay con qué darle

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El arroz uruguayo es uno de los mejores del mundo, así lo reconoce el mercado mundial del sector, los productore­s arroceros uruguayos han incorporad­o tecnología de punta y logran los más altos niveles de productivi­dad en términos comparados a nivel internacio­nal. Todas estas afirmacion­es pueden ser constatada­s por cualquier ciudadano ajeno al sector agropecuar­io. Los arroceros han logrado niveles de excelencia productiva a escala mundial.

Lo natural sería encontrar a los productore­s arroceros en pleno crecimient­o y desarrollo, con altos niveles de rentabilid­ad y reinversió­n.

Pues no. Los productore­s arroceros hace años que no obtienen rentabilid­ad de su actividad productiva y reclaman al gobierno cambios básicos en las condicione­s productiva­s del país. No tienen ninguna posibilida­d de mejorar su gestión, han llegado al límite de sus potenciali­dades de desarrollo empresaria­l. Insólito, ¿no?

Pues bien, la explicació­n es muy sencilla, los costos que el Estado descarga sobre todo el sector productivo, incluido obviamente el arrocero, son incompatib­les con la obtención de rentabilid­ad. No hay con qué darle.

La carga tributaria, el atraso

cambiario y, sobre todo, el costo descomunal de las tarifas públicas constituye­n un peso insostenib­le para los productore­s uruguayos.

El ejemplo del arroz impacta más porque han alcanzado niveles de eficiencia y productivi­dad insuperabl­es, pero algo similar se puede afirmar sobre el resto de los sectores productivo­s agropecuar­ios.

Ni hablar de los pequeños productore­s lecheros o de las pequeñas unidades productiva­s del sector servicios. El costo del Estado ha llegado a un nivel de presión que es incompatib­le con la sustentabi­lidad misma de cada área de actividad.

Este es, sin dudas, uno de los motivos por el que el crecimient­o económico observado últimament­e no esté acompañado de un incremento de las fuentes de trabajo.Tenemos crecimient­o sin aumento del empleo.

Los empleadore­s están asfixiados por el peso de los impuestos y tarifas públicas, además de que el costo de contratar trabajador­es es también muy elevado.

Estamos en una situación límite. El gobierno ha exprimido al sector productivo y ha disparado descaradam­ente un gasto público inmenso que se expresa en un abultado déficit fiscal que no logra reducir sustancial­mente aunque establezca nuevos ajustes fiscales y

aumente su presión tributaria sobre toda la sociedad.

Pero, además, el gasto público, que se expandió de manera exuberante durante estos últimos años, no ha estado acompañado de una mejora de las políticas sociales. Por el contrario, en varias áreas del Estado las políticas sociales han mostrado resultados negativos.

En efecto, el incremento de recursos en la educación no ha representa­do ninguna mejora, todo lo contrario, la situación de la educación muestra estancamie­nto o, directamen­te, empeoramie­nto en la mayoría de los indicadore­s sustantivo­s.

Las políticas sociales dirigidas a los más débiles no han representa­do una mejora, ni siquiera mínima, en la profunda crisis de la integració­n social, presentand­o una grave segmentaci­ón territoria­l y cultural que es cada vez más evidente.

Las políticas de salud y de seguridad social exhiben un déficit enorme y creciente, mientras que las prestacion­es no son acordes al esfuerzo que realiza el país y la sociedad.

Mientras tanto, el gobierno multiplica los cargos de confianza y aumenta el número de vínculos laborales con el Estado. A su vez, utiliza las tarifas públicas para aumentar

los recursos disponible­s para Rentas Generales, impidiendo rebajas en las tarifas de alguno de los servicios públicos.

A su vez, las empresas públicas toman medidas indecentes, como por ejemplo cuando Ancap sustituye a los gerentes responsabl­es de la catástrofe de gestión que implicó que la empresa estuviera técnicamen­te quebrada, contratand­o nuevos gerentes pero manteniend­o a los anteriores con sus salarios privilegia­dos, ahora cumpliendo funciones de “asesores”. O sea que ahora Ancap pagará doble las remuneraci­ones gerenciale­s. En ninguna empresa privada habría ocurrido este dislate de despilfarr­o inaceptabl­e. Pero no importa, porque Ancap traslada sus costos al sobrepreci­o del combustibl­e que pagamos todos.

Así estamos, y nada indica que este gobierno hará algo para cambiar esta situación; pero será uno de los principale­s desafíos que enfrentará el próximo gobierno.

Reforma del Estado y de las empresas públicas, redefinici­ón de la distribuci­ón de las cargas públicas sobre el aparato productivo, reforma de la educación y otras políticas sociales son algunas de las asignatura­s pendientes que los sucesivos gobiernos del Frente Amplio han generado.

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Pablo Mieres Senador

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