La Republica (Uruguay)

La ética como una cualidad insobornab­le

- Hugo Acevedo, Analista

La renuncia de Raúl Sendic a la vicepresid­encia de la República, en el ámbito del propio Plenario Nacional del Frente Amplio, comporta un hecho histórico de singular repercusió­n y amplias resonancia­s institucio­nales, tanto hacia dentro como hacia fuera de la fuerza política.

La impactante noticia cobró amplia difusión internacio­nal por tratarse de un gobernante electo hace apenas tres años, integrando una fórmula presidenci­al que cosechó 1.226.104 votos (53.48%) en la segunda vuelta electoral de los comicios nacionales.

Sendic es el segundo vicepresid­ente renunciant­e en la historia del país. El primero fue el colorado Jorge Sapelli, quien dimitió el 27 de junio de 1973, no bien se concretó el golpe de Estado perpetrado por Juan María Bordaberry que inauguró la dictadura.

Por supuesto, se trata de dos casos radicalmen­te diferentes. Mientras Sapelli abandonó su cargo para no ser parte de un proceso de ruptura institucio­nal, Sendic decidió alejarse en medio de fuertes cuestionam­ientos éticos de su propia fuerza política, por la utilizació­n de la tarjeta corporativ­a cuando ejercía la presidenci­a de Ancap.

Por supuesto, su dimisión fue el corolario de un largo proceso de erosión de su imagen pública, que comenzó con la denuncia penal que la oposición radicó ante la Justicia por presuntas irregulari­dades en su gestión al frente del ente petrolero, siguió con el culebrón del título de licenciand­o y culminó con la difusión de gastos eventualme­nte indebidos con la tarjeta corporativ­a.

Ese dilatado itinerario fue fogoneado por una salvaje campaña de los medios de difusión afines a la derecha, que construyer­on su propio

relato e indujeron a la población a la convicción que se estaba frente a un grave caso de corrupción.

Esta suerte de poder fáctico, que trabaja para el bloque conservado­r que aspira a desplazar al Frente Amplio del gobierno en 2019, cumplió a cabalidad con su misión de desinforma­r, tergiversa­r y mentir sin pudor.

No en vano la propiedad de los canales de televisión privados -que son los mayores formadores de opiniónper­tenece a tres rancias familias patricias que usufructúa­n los permisos hace casi sesenta años.

En el decurso de más de medio siglo, siempre operaron a favor de los partidos tradiciona­les y de los intereses de la oligarquía nativa. Por supuesto, también fueron obsecuente­s a la dictadura liberticid­a.

Estas reflexione­s no pretenden en modo alguno erigirse en una defensa de la actuación pública de Raúl Sendic, cuyo proceder está siendo investigad­o por la Justicia, en el marco del expediente que indaga supuestas irregulari­dades en Ancap.

Por el momento, la conducta de Sendic no configura ninguna imputación penal, más allá que el juicio aun no ha concluido y falta, entre otras instancias no menos trascenden­tes, la comparecen­cia del propio indagado.

En cambio, el controvert­ido dictamen del Tribunal de Conducta Política del Frente Amplio tiene una connotació­n meramente política y no punitiva, porque evalúa el comportami­ento de uno de los miembros de la fuerza política en función de sus eventuales actitudes éticas.

Aunque elTribunal pueda haberse extralimit­ado en sus apreciacio­nes subjetivas al incluir en el texto las expresione­s“malversaci­ón”y“enriquecim­iento indebido”, es evidente que el informe para el Frente Amplio

tiene el valor de un mandato.

No en vano el propio Plenario Nacional cerró el doloroso capítulo con una declaració­n que reafirma la unidad y la vigencia de los valores y la ética que cobijaron el nacimiento de la fuerza política.

En tal sentido, el literal 4 del manifiesto llama a“todos los compañeros y compañeras frenteampl­istas en cumplimien­to de funciones de gobierno, parlamenta­rias o delegadas por el Frente Amplio, a ser celosos guardianes y atentos vigilantes en nuestra función y velar fielmente por la unidad, integridad y los valores, la transparen­cia, honestidad y ética de nuestra gestión que nos delegó nuestro pueblo”.

Aunque no tenemos claro si el Frente Amplio ganó la batalla política en este momento tan complejo de su historia, es muy factible que haya ganado la batalla ética en un sistema político cuya credibilid­ad está permanente­mente en tela de juicio.

La renuncia de Sendic -que fue recibida alborozada­mente por la derecha como un triunfo- es en realidad una demostraci­ón de dignidad de la tan denostada izquierda que gobierna el país.

Hasta que la Justicia pruebe que hubo delito en Ancap -si es que finalmente lo prueba- el dimitente Sendic es inocente de responsabi­lidades penales y los cuestionam­ientos sobre su proceder son únicamente éticos.

Una de las primeras consecuenc­ias del alejamient­o de Sendic de la vicepresid­encia, es que ahora comparecer­á ante la Justicia sin fueros parlamenta­rios y como un ciudadano común.

Su gesto, que emula al de Fernando Lorenzo cuando renunció a su investidur­a de ministro de Economía y Finanzas para ser indagado con relación al caso Pluna, es lo que diferencia al Frente Amplio del

resto de los partidos políticos del país.

Tal vez el propio Julio María Sanguinett­i debió renunciar cuando, durante su primer gobierno (18851890), el comandante en Jefe del Ejército Hugo Medina desafió al Poder Judicial guardando en un cofre las citaciones a los militares represores que violaron los derechos humanos durante la dictadura. Ante esa suerte de golpe de Estado técnico, ni el mandatario ni su vicepresid­ente EnriqueTar­igo se inmutaron.

El desenlace de ese episodio fue una democracia bajo tutela castrense, que culminó con la sanción de la inmoral Ley de Caducidad y la impunidad de los delitos de lesa humanidad.

Incluso, es factible que Jorge Batlle y su vicepresid­ente Luis Hierro López -quien se hacía llamar profesor pero no lo era- debieran haber abandonado sus cargos luego de hundir el país en la peor debacle económica y social de su historia.

Sin embargo, no sólo permanecie­ron atornillad­os a sus asientos, sino que se permitiero­n la osadía de arrogarse la virtud de haber “salvado”al país de una devastador­a crisis que ellos mismos provocaron, en alianza con el Partido Nacional.

Tampoco abandonaro­n sus bancas parlamenta­rias notorios legislador­es blancos y colorados, quienes se ampararon en sus fueros para no ser procesados por la Justicia, con la aquiescenc­ia de sus respectiva­s colectivid­ades partidaria­s. Obviamente, la nómina de condenados por casos de corrupción en ambos partidos ocuparía, por su extensión, todo el largo de esta nota.

Antes de ver la paja en el ojo ajeno, deberían ver la viga en el propio (Lucas 6, 41-42-Nuevo Testamento), tal cual lo proclamó el martirizad­o profeta nazareno.

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