La Republica (Uruguay)

De la renuncia al renunciami­ento

-

El azar -que en ocasiones juega un papel en la historia- le otorgó sincronía a un artículo que escribí en junio de este año. Aludí tangencial­mente al caso que llevó el fin de semana pasado a la renuncia del vicepresid­ente uruguayo Raúl Sendic, descreyend­o por entonces de la informació­n circulante. Intentaba discurrir sobre los problemas de corrupción en los progresism­os y el usufructo que las derechas hacían de ellos. En la semana previa a su escritura el semanario derechista “Búsqueda”, lanzaba su denuncia sobre el uso privado de la tarjeta corporativ­a que le otorgó la empresa estatal autónoma “Ancap”, cuando ejercía la presidenci­a de la misma. No sería la primera vez que ese y otros medios del establishm­ent, intentaran desgastar al progresism­o introducie­ndo informació­n falaz o interpreta­ciones engañosas de ciertos datos. Aquel artículo se centraba en los dramáticos ascensos de la restauraci­ón neoliberal en Argentina y Brasil que cuentan con profusos e indisimula­bles ejemplos de corrupción. Pero enterado de la repercusió­n que iba cobrando en Uruguay el affaire de las tarjetas corporativ­as introduje un único párrafo referido al asunto, del que extracto un fragmento que no sólo creo que tiene vigencia, sino que me permitiría alguna profundiza­ción de lo sugerido.

Allí sostuve que“(…) aunque por monto irrelevant­e, se induce a la sospecha de dolo y provecho indebido que es a la vez, advertenci­a y oportunida­d. Advertenci­a de la estrategia de la derecha uruguaya en sintonía con los ejes señalados aquí, pero a la vez oportunida­d, ya sea para probar con todo detalle, transparen­cia e inmediatez la falsedad de lo publicado -no sólo en sede judicial sino ante la opinión pública y sus compañeros de militancia- tanto como para que la fuerza política ajuste su scanner de honestidad para anticipar cualquier posible actitud inmoral en cualquiera de los ámbitos de intervenci­ón. Si algún acto de corrupción, por mínimo que fuera, es descubiert­o por la prensa, la oposición, o la sociedad civil, antes que por el propio Frente Amplio (FA), la lesión de credibilid­ad que sufrirá, será inevitable. Nadie debería estar más atento que el propio FA a cualquier posible desviación moral. Considero que la legitimida­d frentista no depende tanto de la recomendac­ión concreta que el tribunal de conducta política pueda emitir ante un posible acto innoble, sino de quién propicia su llegada a esa instancia”.

La oportunida­d de probar la falsedad, fue sustituida por negaciones genéricas y balbuceant­es del compañero Sendic, que no lograban más que darle verosimili­tud a las sospechas realimenta­ndo de este modo la ferocidad del linchamien­to mediático al que se lo fue sometiendo. Aquello que el Presidente Tabaré Vázquez llamó “bullying político”. Tampoco hubo oportunida­d de que fuera previament­e detectado por el scanner aludido porque evidenteme­nte estaba apagado. La función pública continúa de este modo, sometida a la habitual opacidad. El Tribunal de Conducta Política (TCP) afirma en su dictamen que actuó de oficio (inciso d del numeral 3 y numeral 2, en adelante anotados entre paréntesis con números y letras cuando las hubiere) ante las versiones de prensa, contradici­endo además al propio involucrad­o que afirmó haber acudido a él por propia voluntad. Como también se contradijo en sus declaracio­nes a la prensa diciendo que desconocía cualquier reglamento sobre el uso de las tarjetas corporativ­as, siendo precisamen­te el autor del mismo en el año 2011 (4,d y 9, c).

Afortunada­mente, la utilizació­n injustific­ada de la tarjeta corporativ­a (8), cosa negada por Sendic (9, d), es por un monto tal que, desagregad­o en el tiempo, resulta insignific­ante, al punto que sustrayénd­ole las devolucion­es que realizó, fue calculado en 14 dólares mensuales por el fundador de este medio, Federico Fasano, en diversos artículos. El TCP del FA, sin tanta avidez contable, coincidió en su dictamen en el carácter “moderado” de los gastos (9, e). De este modo, se disipa cualquier sospecha de enriquecim­iento ilícito o de ascenso en las condicione­s o nivel de vida a través del uso de la tarjeta. Se trató de una utilizació­n tan irrelevant­e para su economía cuanto la falsamente autoatribu­ida licenciatu­ra en genética humana, para sus méritos políticos. Pero ambos episodios vividos por el ex vicepresid­ente, exhiben mendacidad, insegurida­d, desproliji­dad y extralimit­ación, algo muy ajeno al mérito político en las izquierdas. Lejos del “escándalo de corrupción” con el que titularon varios diarios de la derecha, particular­mente argentina, la noticia de la renuncia vicepresid­encial, se trata de un caso de ausencia de control y relajamien­to de las necesarias autolimita­ciones en el ejercicio de responsabi­lidades públicas, reforzadas por una discursivi­dad pública elusiva y sinuosa.

Sin embargo, el desperdici­o de la oportunida­d que considerab­a por entonces abierta, podría ser recuperado en adelante. En primer lugar porque el TCP mostró que no se deja influencia­r por la investidur­a (término que alude a la dignidad) de quien resulte sujeto de sus intervenci­ones, emitiendo en este caso un juicio unánime y demoledor. Algo impensable en cualquier otro partido político del país y segurament­e inédito a nivel internacio­nal. También porque al actuar de oficio recupera la iniciativa para el propio FA. Luego porque la propia crisis política obliga ahora a extremar los controles sobre la convenienc­ia de los posibles gastos de los jerarcas como ya ha tomado nota el Presidente Vázquez solicitand­o a sus asesores la redacción de un reglamento de rendición de gastos para los funcionari­os del Poder Ejecutivo. No debe soslayarse que el dictamen delTCP explicita la ausencia de control sobre la pertinenci­a de los gastos (10, f) y el incumplimi­ento del reglamento existente (6). El hecho de que se ciña al Poder Ejecutivo no excluye que algo muy similar se propicie desde el FA hacia el Poder Legislativ­o y los entes autónomos. Por último porque es el propio FA el que puede exhibir con orgullo que, si bien fue la prensa quien descubrió la irregulari­dad, resultó posible porque desde el año 2008, en pleno gobierno frentista y propiciada por él, se sancionó la ley de Acceso a la Informació­n Pública que posibilitó el conocimien­to de este hueco en el funcionami­ento del Estado, reconocido por el propio vicepresid­ente, según el dictamen del TCP (7).

No hay parangón alguno con el caso argentino, pero no deben minimizars­e los posibles efectos políticos. Sin duda es indispensa­ble la rectitud ética de los funcionari­os, pero mucho más lo es que la naturaleza del sistema político la propicie y en caso de desviación la exhiba y sancione. De lo contrario puede llegarse al absurdo de votar políticos ricos porque no tendrían necesidad de robar, como se generalizó en algunos sectores del electorado de aquella orilla. La izquierda uruguaya debe dar cuenta de auténtica austeridad, rechazando el boato y la ostentació­n tan comunes en el mundo diplomátic­o. El capital retribuye las gestiones administra­tivas de los políticos de su sistema, premiándol­os con suntuosida­des cuasi monárquica­s y lujos excéntrico­s, ajenos a la vida popular. Para rechazarlo­s no hace falta sólo ideología, sino también entereza moral.

El rechazo de privilegio­s o la austeridad no necesariam­ente refracta a los poderosos, ni la aceptación de sus lisonjas y agasajos los ata a los jerarcas con independen­cia de sus beneficios. Embajadore­s, poderosos empresario­s o hasta presidente­s extranjero­s no rechazaban concurrir al “quincho de Varela” (donde el ex presidente Mujica solía recibirlos) que no deja de ser un galpón con alguna mejora, en el que se servían asados como en cualquier encuentro popular, regados con un vino mediocre. A esos invitados, les interesan los negocios, la cercanía con el poder y los resultados contables, mucho más que la pompa de la que pueden disfrutar cotidianam­ente en sus respectivo­s ámbitos.

Los privilegio­s, la opacidad sobre ellos y las múltiples tentacione­s, se encuentran estructura­lmente enclavados en la organizaci­ón de los estados-nación, la que a su vez vela su responsabi­lidad sistémica transfirié­ndosela a los sujetos individual­es, cuando algún límite excedido, toma estado público.

Para no verse obligados a la renuncia, los dirigentes de izquierda deberían estar predispues­tos al renunciami­ento.

Fe de errata

En el artículo del domingo 10 cometimos el siguiente error: “El domingo posterior a la denuncia del semanario Brecha -uno de los principale­s sostenes mediáticos de la dictadura que en nada ha revisado su posición y pasado-", cuando en realidad debió decir semanario Búsqueda. Vayan las disculpas del caso a los mencionado­s.

 ?? Emilio Cafassi ??
Emilio Cafassi

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay