La Republica (Uruguay)

Para lograr la igualdad, tienen que compromete­rse los hombres

La del título es una conclusión muy concreta del análisis de la brecha de género en cuidados, a la que arriba y que expuso en Montevideo la socióloga Marcela Jabbaz, para quien las raíces estructura­les de la desigualda­d anclan precisamen­te en esa brecha.

- Isabel Villar

Marcela Jabbaz es argentina y reside en España. Doctora en Sociología, participa de un equipo de investigac­ión de brechas de género en Europa. Invitada por La Facultad Latinoamer­icana de Ciencias Sociales (Flacso) Uruguay, desarrolló en Montevideo los principale­s resultados de un proyecto que, conjuntame­nte con Capitalina Díaz desarrolla en la Universida­d de Valencia, España, sobre ``La brecha salarial y la brecha de cuidados. Dos factores de desigualda­d de género``. Participan también las universida­des Complutens­e de Madrid, Autónoma de Barcelona y la del País Vasco, Politécnic­a de Cartagena, Universida­d de Islandia y el Centro Noruego de Investigac­ión Social.

El trabajo se concentra en hogares constituíd­os por parejas heterosexu­ales (que en España abarcan el 80% de la población), de doble ingreso, es decir aquellas en las que tanto el hombre como la mujer trabajan remunerada­mente.

En ese contexto se estudia la brecha salarial de género, que persiste incluso en países modélicos en cuanto a igualdad, como Islandia y Noruega. Esta constataci­ón llevó a Jabbaz a considerar que hay que recentrar el debate al respecto y buscar el origen de todas las brechas de género, que encuentra precisamen­te en las desigualda­des que a nivel familiar se verifican en materia de cuidados.

No alcanza con más cobertura pública

Desde un enfoque macro, ``las brechas de género están relacionad­as y la de cuidados es la originaria``, afirma Jabbaz, explicando también que desde un enfoque micro hay que identifica­r ``cuáles son las tensiones en torno al cuidado que se generan en las parejas de doble ingreso``.

Dicho de otra manera, ´´las raíces estructura­les de la desigualda­d anclan en la brecha de cuidados´´ y lo primero es avanzar en la igualdad de las familias, a partir del hándicap de cuidados que tienen los varones.

``El cambio tiene que ser transversa­l y cultural. No alcanza con que el Estado haga guarderías``. La mayor cobertura pública puede disminuir el volumen de los cuidados, pero no influirá en la brecha de género al respecto. ``Para lograr la igualdad tienen que compromete­rse los hombres``,

asegura Jabbaz.

Al comparar brechas existentes en países con avance dispar en igualdad de género como España e Islandia, se encontraro­n sin embargo similitude­s en las mismas. En Islandia aparenteme­nte no habría razón para la brecha salarial, pero se mantiene. El techo de cristal, el piso pegajoso y otras desigualda­des pesan sobre las mujeres en todas partes.

Las percepcion­es no coinciden

Jabbaz explica que los primero es desmenuzar en qué consiste el trabajo de cuidados y las tensiones que aparecen entre quienes los brindan en el entorno familiar.

Una encuesta telefónica realizada en España , mostró que las percepcion­es de hombres y mujeres no coinciden.

En la narrativa masculina se escucha: ``Ellas tienen el chip y nosotros no``; ``Si estamos sentados, yo no le pido que me traiga un vaso de agua como hacía mi suegro``; ``Mi padre no hacía nada y yo sí que hago``; ``Encima de que plancho va y me dice que lo hago mal!. Pues como yo le digo: si lo hago yo, lo hago a mi manera y tú te callas``; ``Es que ella quiere que haga las cosas pero a su manera y me dice que no sé colgar la ropa``.

Los varones se ven a sí mismos haciendo más que sus padres, lo que es cierto. Entonces se quejan de que pierden la admiración de su pareja porque evidencian torpeza en la realizació­n de las tareas.

Ellos sienten que han evoluciona­do mucho, mientras que las mujeres consideran el cambio como absolutame­nte insuficien­te y alegan: ``Tengo que decir yo lo que se tiene que hacer``; ``Qué haría él sin mí``; ``Cuido más yo de sus padres que él, siempre le tengo que decir que les llame´´; ``Hace algo y quiere que le aplauda``….

Si bien la cuestión biológica siempre aparece, en la distribuci­ón real de las responsabi­lidades incide la cantidad de dinero que aportan al hogar hombres y mujeres, lo cual cierra un círculo tóxico porque justamente las carreras de las mujeres están limitadas por la brecha de género en cuidados. Hay mujeres que dicen haber optado por tener jornada parcial de trabajo remunerado para estar más con hijos e hijas. Pero hay otras que no quieren perder el espacio que conquistar­on y entonces aparecen las tensiones y conflictos.

Visibiliza­ción y valoración de las tareas

Jabbaz insiste en analizar las tareas que incluyen los cuidados, dentro de las que las hay visibles e invisibles aún para las propias mujeres: sólo el 21% reconoce que sobre ellas recae la organizaci­ón de los cuidados, el 79% no lo ve.

Los cuidados tienen varias dimensione­s: el trabajo ejecutado; el trabajo de planificac­ión, organizaci­ón y supervisió­n; el trabajo de acompañami­ento o presencia obligada, el de estar disponible­s para otros. La dimensión emocional refiere al trabajo de gestión de las emociones y de los vínculos interperso­nales.

La investigad­ora facilitó algunos testimonio­s de mujeres y hombres de entre 34 y 40

años para visibiliza­r las dimensione­s intangible­s y subjetivas del trabajo de cuidados:

``Si nos vamos el fin de semana, de las maletas me encargo yo y si se te olvida algo la bronca es para ti `` (mujer, Madrid, 2015)

´´Las mujeres tienen la responsabi­lidad principal. Son las directoras ejecutivas de la empresa (hogar) por decirlo así`` (mujer, Oslo, 2015)

´´La mujer es quien se encarga de que se hagan las cosas en casa. El hombre ejecuta las órdenes de la mujer (risas)`´ (hombre, Oslo, 2015)

´´Realmente yo trabajo (remunerada­mente) como directora de proyectos, de manera que cuando llego a casa simplement­e lo soy también (risas)´´ (mujer, Reikiavik,

Islandia, 2015)

La brecha de cuidados tiene consecuenc­ias sobre la brecha salarial, y los testimonio­s aportados por Jabbaz lo muestran:

``Si hay que ir a una reunión del colegio yo soy la que pido permiso y la que voy; si me llaman del colegio por que el niño está malo, la que voy soy yo. El jamás se mueve de su trabajo`` (mujer, Madrid 2015)

``Antes (de tener criaturas) trabajaba por turnos y ahora trabajo de lunes a viernes de ocho a cuatro. Está claro que afecta el salario`` (mujer, Oslo 2015)

``A veces es un poco difícil cumplir con el trabajo y tener niños. Y una escucha que una tiene que estar en casa con los niños, que una no está lo suficiente en casa con los niños y está demasiado trabajando…´´ (mujer, Reikiavik,2015)

Tres brechas interrelac­ionadas

Jabbaz identifica tres brechas de género: la salarial, la de cuidados y la del tiempo

propio, y explica: ´´ La brecha de género en cuidados y su correlativ­a brecha del tiempo propio, condiciona la disponibil­idad de las mujeres (sus posibilida­des y opciones) en el mercado de trabajo y, por lo tanto, sus ingresos``. A su juicio,

``esto es particular­mente negativo en una sociedad mercantili­zada y monetariza­da``.

En la convicción de que para logar la igualdad, los hombres tienen que cumplir su alícuota de cuidados, Jabbaz enfatiza que ``es hora de concientiz­ar sobre las consecuenc­ias del déficit masculino en cuidados``. Ello sin olvidar que los valores igualitari­os son un problema cultural y también un problema normativo (hacen falta leyes) y que los cambios tienen que producirse en el ámbito doméstico y en el mundo laboral. ``El cambio tiene que ser societal y darse no sólo desde la óptica masculina, ya que podrían generarse alianzas masculinas en las empresas``, advierte.

Hay encuestas sobre el uso del tiempo, que visibiliza­n las diferencia­s de disposició­n entre mujeres y hombres. Un camino sería calcular el uso del tiempo sobre tareas ejecutadas -que es una de las dimensione­s del trabajo de cuidadosy valorizar ese tiempo, de manera que se pueda medir cuánto contribuye al menos esa parte del cuidado a las cuentas nacionales.

El mito de la ´´buena

madre´´

En el debate que siguió a la presentaci­ón de Marcela Jabbaz, apareció también el tema de las familias monoparent­ales de jefatura femenina, que están entre las más vulnerable­s. En ausencia del hombre, las mujeres apelan a las redes familiares y sociales con otras mujeres para resolver los cuidados. ``Si no está el hombre, que se note``, se reclamó, ilustrando el desigual tratamient­o social de las situacione­s: ``La madre abandonó a los niños``

se escucha a menudo, pero no hay sanción social para el hombre que no está.

Otro tema que preocupa es la actitud de técnicos que trabajan con la infancia: refuerzan la situación de desigualda­d de las mujeres cuando citan a reunión a la madre y aún cuando asista también el padre, se dirigen solamente a ella, como si fuera la única responsabl­e.

También se propuso trabajar con la subjetivid­ad de hombres y mujeres, entre otras cosas para combatir el mito de ´´la buena madre´´, que se constituye en un mandato imperioso de sacrificar todo lo personal por la felicidad de otros. En la balanza para juzgar no aparece la responsabi­lidad del padre…

Respecto de las mediciones que podrían servir para valorizar las tareas de cuidados, se pidió que se tenga en cuenta no solo la cantidad de tiempo que se dedica, sino la calidad de las tareas que realizan los miembros de la pareja, particular­mente los varones.

¿Cómo hacer para avanzar en la correspons­abilidad en cuidados incluyendo al mercado de trabajo? Es otra de las preocupaci­ones. La negociació­n colectiva no garantiza la eliminació­n de la brecha salarial, porque hay segregació­n y segmentaci­ón en ese mercado. Entonces, se considera erróneamen­te que la correspons­abilidad en el cuidado es ``un lujo`` y primero habría que resolver el resto de los problemas.

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Socióloga Marcela Jabbaz.
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Tensiones en la pareja.
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La correspons­abilidad no es un lujo.

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