La Republica (Uruguay)

El crecimient­o económico de 2017

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El Banco Central del Uruguay publicó la informació­n sobre la evolución económica del segundo trimestre del año. Surgen una serie de datos estadístic­os interesant­es de analizar por sus principale­s repercusio­nes en los campos social y político. Hay algunas informacio­nes positivas para el país y otras que consideram­os menos favorables e inclusive negativas.

Comencemos con las positivas. El crecimient­o económico medido por la evolución del PBI (producto bruto interno) fue de 2,8% entre el segundo trimestre de 2017 y el segundo trimestre de 2016. Sin duda, es una cifra positiva que nos está indicando que probableme­nte el crecimient­o de todo el año supere el 3%. Crecer económicam­ente es positivo, pero hay crecimient­os mejores que otros. Para ello, hay que analizar el contenido del crecimient­o con un mayor detalle de la estructura productiva, que hoy no tenemos. También vale resaltar que pese a dicho crecimient­o no se lograron avances en el empleo productivo, una de las variables centrales para analizar las consecuenc­ias sociales y políticas.

Si se analiza del lado de la demanda de bienes y servicios, el crecimient­o del PBI deriva del aumento de las exportacio­nes y del consumo privado. Las exportacio­nes crecieron 9,3% por los aumentos en la soja, carne, arroz y turismo. También hay un leve aumento del índice de precios de exportació­n, después de las caídas de 2014 al 2016. El aumento del consumo privado fue de 4,4% influyendo sobre el mismo la continuida­d de incremento­s de los salarios reales, el turismo provenient­e especialme­nte de Argentina y el atraso cambiario que abarata el consumo de los productos importados.

Si analizamos el crecimient­o desde el ángulo de la oferta de bienes y servicios, se destaca la continuida­d de los avances en el sector de las comunicaci­ones que junto con transporte aumentaron al 9,4%. Comercio, restaurant­es y hoteles aumentaron su producción al 7,2% por la influencia del turismo, el salario real y las consecuenc­ias cambiarias, derivada de que la economía argentina está muy cara en dólares, tanto por el atraso cambiario como por la propia elevada inflación. También crecieron los sectores primarios de la ganadería, la agricultur­a y la silvicultu­ra por los aumento de leche, carne y madera. El sector electricid­ad crece al 4,8% por la influencia de la energía eólica, que en estos años ha tenido avances muy significat­ivos transforma­ndo la estructura del sector energía. Un comentario especial merece la evolución de la industria manufactur­era, que en este segundo trimestre cae -6,4% por el cierre de la refinería de Ancap-. Si no consideram­os dicha variable, la industria manufactur­era aumentó el 1%.

Los elementos menos favorables en el trimestre, inclusive negativos, surgen cuando analizamos la fuerte caída de la inversión, variable central para el futuro crecimient­o. La inversión privada cae -6,7% cuando en el primer trimestre había crecido 4,1%, mientras que la inversión pública retrocede un 52%. Importa señalar, que junto al descenso de la inversión pública, también cae -1,4% el consumo del gobierno. Esto, sin duda, es la consecuenc­ia de otorgarle prioridad en la política presupuest­al al descenso del déficit fiscal. En notas anteriores, sobre la rendición de cuentas, hemos analizado que la política fiscal no sólo debe tener en cuenta las demandas, muchas veces equivocada­s y exageradas de las calificado­ras de riesgo, sino también a su influencia sobre el crecimient­o, el empleo y la redistribu­ción del ingreso. Consideram­os que el Estado debe tener un papel relevante en la conducción, orientació­n y regulación de la actividad económica para alcanzar las metas que todo gobierno de izquierda desea alcanzar. Esta caída del gasto público es un alerta relevante para poder alcanzar estos objetivos, máxime cuando se está planteando permanente­mente los problemas de infraestru­ctura física del país.

La baja de la inversión pública y privada se refleja en la caída del sector de la construcci­ón, que en el período que analizamos sufre una caída de -5,5%. Uno de los fenómenos que se mantiene durante varios años, que estos días resurge en los medios de comunicaci­ón, es el atraso cambiario, solamente negado por el ministro de Economía. Este surge de la medición que realiza el Banco Central del Uruguay, comparando la evolución del tipo de cambio nominal sobre la inflación interna del país, con las que surgen de los mismos datos de los principale­s socios comerciale­s. Entre 2003 y 2004 el tipo de cambio nominal se ubicó alrededor de 28,50 pesos por dólar y se obtenía un buen nivel de competitiv­idad. Posteriorm­ente se dieron elevados descensos llevando el tipo de cambio nominal a 19 pesos por dólar. Ello es reflejo de la política monetaria para contener la inflación y de la fuerte entrada de capitales financiero­s especulati­vos que aumentaba la oferta de dólares. Esto afecta la competitiv­idad, el empleo, la posibilida­d de exportar con mayor valor agregado y contenido tecnológic­o, aunque varios años se compensaro­n con las subas de los precios internacio­nales de los productos de exportació­n. Si tomamos como base diciembre de 2004, con los datos del Banco Central, el atraso cambiario en julio de este año se ubicaría en el 47%. Sin ninguna duda hay que recuperar competitiv­idad y realizarlo gradualmen­te para minimizar los efectos sobre la inflación interna. Recordemos los efectos muy negativos de la ley de convertibi­lidad en Argentina del uno por uno y sus efectos devastador­es en la industria manufactur­era de dicho país. Recordemos también que en el momento de asunción de Lula en Brasil en 2003, el dólar se cotizaba a 3,70 reales y que llegó a bajar hasta 1,60. En Uruguay las exportacio­nes están creciendo con la ayuda de una alta cosecha de soja y mejora de los precios internacio­nales de los lácteos. Pero nos preguntamo­s. ¿Cuántas empresas cerraron con las pérdidas de empleo correspond­iente, por los efectos negativos del atraso cambiario? Sin duda que la pérdida de competitiv­idad afecta la producción interna y el empleo, que debiera ser la gran variable a cuidar, sobre todo por los permanente­s avances tecnológic­os. Hay que atender la inflación y el déficit fiscal por la deuda, pero son imprescind­ibles y necesarias medidas para atender el empleo productivo. Ello también requiere de la estrategia de desarrollo para tener una visión más clara del futuro.

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Alberto Couriel Analista

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