La Republica (Uruguay)

Cavani vs. Neymar: una riña de gallos que por ahora tiene un solo ganador

La polémica en torno a quien patea los penales derivó en un enfrentami­ento; por ahora, el salteño se sale con la suya.

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Neymar tenía 21 años cuando fichó por el Barcelona. Era, entonces, un futbolista por pulir; un producto del marketing consolidad­o. Generaba cerca de 15 millones de dólares en publicidad, cuando Messi ganaba alrededor de 18 millones y Cristiano 20. Con el Santos había ganado todo, era una superestre­lla en Brasil, era el turno de conquistar Europa. A Johan Cruyff, siempre atento a todos los movimiento­s del su Barça, le pareció una mala idea que un jugador con tanto cartel como Neymar compartier­a marquesina con Messi. "Soy partidario de evitar los conflictos, Messi y Neymar son dos gallos en un mismo corral", sentenció el creador del Dream Team azulgrana.

Sin embargo, Cruyff se equivocó. El brasileño y el argentino congeniaro­n de mil maravillas. Los dos captaron rápido su rol. El Neymar, en aquella época gallito, sabía que el líder del equipo era del gallo Messi. El Nº10, por su parte, entendió que su Barça tenía que aprovechar­se de la calidad del brasileño. "Messi es un ídolo para mí, siempre lo fue y lo va a continuar siendo", repetía el paulista. Lo dijo hasta que el rosarino se hartó de escucharlo. "Me da un poco de vergüenza que Neymar diga que es fan mío", explicó, públicamen­te, el capitán de la Argentina.Y, en privado, le aclaró que no era necesaria tanta pleitesía. La relación entre Messi y Neymar se curtió en el campo, se fortaleció fuera. Se hicieron tan compinches que Messi lo considera uno de los mejores amigos que le dejó el mundo del fútbol.

Están quienes creen en Barcelona que Neymar pagó al cuadro azulgrana los 222 millones de euros de su cláusula porque buscaba el mando que nunca encontrarí­a en el Barça, otros piensan que se fue en busca de anonimato nocturno. Los más pragmático­s achacan su adiós a cuestiones monetarias. Su sueldo en el Barcelona era de 17 millones de euros libre de impuestos, en París de 36. Neymar ya pertenece a otra categoría. No sólo ganó todo con el Santos, también lo hizo con el Barça. A sus 25 años, en sus vitrinas sólo faltan dos trofeos: el Balón de Oro y la copa del mundo. El 10 de Brasil no llegó al Parque de los Príncipes con la ambición de competir con los mejores, llegó dispuesto a ser el mejor. Ese deseo arrasa, incluso, con Edison Cavani y la constelaci­ón del multimillo­nario vestuario del PSG.

El 9 salteño era uno de los poderosos del grupo de Unai Emery. Así lo certificab­an años en el camarín y, sobre todo, sus goles. La ruidosa llegada de Neymar a París puso a Cavani y a los pesos pesados del PSG en alerta. "El brasilero llegó con aires de no sé qué?", cuentan desde el entorno del salteño. En cualquier caso, Neymar no es ingenuo. Cuando llegó al Barça tenía de compañeros a Xavi, Puyol, Piqué, Valdés y Busquets, entre otros, todos campeones del mundo. Además de a Messi, por supuesto, entonces ganador de cuatro Balones de Oro (hoy tiene cinco). En cambio, en París no hay demasiadas cucardas, mucho menos alguien que le pueda discutir su calidad con la pelota. Pero, sobre todo, el brasileño creía contar con dos aliados de lujo: su núcleo de compatriot­as en el vestuario y al presidente del PSG, Nasser Al-Khelaifi.

Al-Khelaifi parecía dispuesto a aguantarle cualquier tontería a su jugador franquicia, desde sus salidas nocturnas hasta sus berrinches en la cancha. Pero sus compañeros, no; ni siquiera sus compatriot­as. Los capitanes Thiago Silva y Motta, a los que se suma el relaciones públicas Dani Alves, intentan terminar una guerra que apenas acaba de empezar: Cavani versus Neymar. Al principio, parecía que la disputa era por dinero: el salteño quería patear los penales porque tenía una prima de un millón de euros por finalizar con el goleador del torneo. "No es la primera vez que pasa algo así en un plantel ni tampoco será la última, son dos buenos jugadores que quieren lo mejor para ellos y para el club", explican desde el núcleo duro de Neymar. Al-Khelaifi creía tener una solución: más dinero para Cavani (le mandó a decir que le pagaba igual terminara como terminara en la tabla de artilleros), más mimos para el brasileño. Una respuesta demasiado simplona para el enrevesado ego de un futbolista. Ninguno de los dos entendió: a Cavani le da igual la plata, quiere patear los penales y a Neymar lo tiene sin cuidado que le digan que es el mejor.

Sin dinero de por medio, a AlKhelaifi se le acabaron las ideas. Ahora la llave para solucionar el conflicto está en Unai Emery y en el plantel. Por ahora, el plantel se va de comida en comida. El jueves pasado organizó una Dani Alves, ayer Emery para celebrar el cumpleaños de Thiago Silva. Todavía no hay solución a la vista. Neymar ya es gallo; Cavani, también. Eso sí, los penales los patea Cavani.

En el partido contra el Bayern Múnich por la Champions, se verá. Especialme­nte si pitan falta dentro del área del equipo bávaro.

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