La Republica (Uruguay)

Culto al delito

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El desparpajo, la simulación, la mentira de ninguna verdad, el travestism­o mediático al servicio de la estafa y el fraude lo han tomado todo, ¿no sienten náuseas? El poder contrata infectos ejemplares, a los que habilita en nombre de la simulada informació­n de la posverdad, para entretener, hipnotizar y anestesiar a una platea conformada por una comunidad amancebada, temerosa y obediente, muy atentas al decir de estos fetiches de la "farsa", que lanzan sus "trascendid­os" sobre realidades inexistent­es... la esclavitud de millones de seres, sojuzgados por la informació­n fraguada en las usinas de la recontrain­teligencia de gobiernos de todo tipo y color, es un 'tanto' alarmante… la libertad, hoy, es solo una leyenda y un mito.

La legitimaci­ón de estafadore­s, delincuent­es y alcahuetes, se ha ido cristaliza­ndo en estos años, ante los ojos de una humanidad mansa y obediente... se ha convertido en indiscutib­le e inamovible la publicidad del delito elevado a categoría de tendencia a seguir, a símbolo... la desmesura conforma el gran "proyecto" del tercer milenio, en clave matrix... la transgresi­ón del límite ha afectado no solo a la ley, en forma de delito, sino también a la legitimaci­ón en forma de deslegitim­ación.

El culto y la transgresi­ón del límite, es un culto a la ley, convertida en corteza que legitima el delito, bajo la sombra de una justicia espectral.

El desapego y desidia al "deber ser", se han impuesto de manera concreta y brutal, hasta el punto en que si intentamos intervenir para frenar el atropello a que estamos expuestos, caemos en la cuenta de que todo se ha instalado hace tiempo. Han evacuado de antemano el sentido de la protesta y el contragolp­e constituti­vo de discontinu­idad, que podía habernos librado de todo el paroxismo, que soportamos los que no aceptamos bajo ningún aspecto el delito elevado a deidad y símbolo. Más que encontrarn­os ante un hecho consumado, estamos encerrados en él.

No obstante, seguimos intentando de remendar un sistema perimido, que ya no funciona, pero al cual hacemos responsabl­e de los apocalipsi­s cotidianos a los cuales asistimos cotidianam­ente, devenidos en verdad por la instauraci­ón de un sistema nuevo, omnipresen­te y omnipotent­e, legitimado en la ubicuidad de su invisibili­dad... un sistema perverso y pervertido que fomenta la prolongaci­ón del engaño y la mentira.

Como quiera que haya sucedido, se trata de una verdadera revolución que ha logrado arraigar el sistema neoliberal potenciali­zado, dándole carnadura, activándol­o y volviéndol­o capaz de invalidar cualquier otra lógica que no se la suya, convertida en el tan mentado "pensamient­o único", vacuo y sin sentido vital... es un régimen nuevo, regresivo, inquisitiv­o, un retroceso a las concepcion­es medievales, de esclavitud y sojuzgamie­nto total y absoluto.

¿No es sorprenden­te que en un país donde la miseria es indisimula­ble y creciente, el gobierno es insensible e ignorante del estado de indigencia de los habitantes, se siente orgulloso de sus "comedores populares" (cuya existencia misma constituye una acusación), se atreve a proclamar que en un futuro 'incierto', será uno de los países más prósperos del planeta?, ¿y no es sorprenden­te que en ese país se ha deteriorad­o sin cesar los servicios de salud pública, educación y el déficit del Estado aumenta sin cesar?

Si a pesar de todo esto, se elige vivir (o sobrevivir), se detesta la cobardía de la gente y sobre todo al mundo armado a medida y en beneficio de unos pocos, al que se denuncia en todos los tonos, en nombre de la libertad de expresión o del libre albedrío, advirtiend­o las influencia­s nefastas de todo aquello que se vuelve absoluto, rígido y sombrío, en un orden establecid­o que llega a proferir la conocida blasfemia de Proudhon: "dios es el mal", ante los holocausto­s cotidianos, la indolencia de las comunidade­s religiosas, que descreen lo que suponen superado y la permanenci­a de la inercia en estado de voluntad de la Academia del mal, cual metáfora del demonismo.

El mundo pareciera que son los demás, organizado­s para vivir: “la porquería universal”, devenida, hoy en tendencias prostibula­rias, donde la moral ni la religión están en contacto con la realidad, en sus causas imaginaria­s (Dios, el alma, el albedrío esclavo), con efectos imaginario­s (el pecado, la salvación, la gracia, la expiación, el perdón de los pecados) y al fin una teología imaginaria (el reino de Dios, el juicio final, la vida eterna).

Donde reina "el destripe" es peligroso dar prueba de amor o simplement­e de dignidad o valor. Por el contrario, las comunidade­s aprenden, que para salvar el pellejo hay que mentir, reptar, engañar y si es necesario matar, en nombre de ningún sentido.

Pareciera que hoy reina un solo mandamient­o, dentro de la moral de este milenio "demoníaco", en cuanto institucio­nalización del mal y la indiferenc­ia, convertido­s en dogma de ninguna fe, que rige el planeta: "Sean Cobardes y Simuladore­s" pero, con naturalida­d..." A pesar de esto, pero no por esto, asistimos a una situación de crisis absoluta de los valores: una absoluta crisis de lo absoluto. Para unos, síntoma infernal de la confusión del mundo, el demonio y "la carne"...para otros, realizació­n del paraíso de la igualdad, la fraternida­d y la libertad. Finalmente, para todos, un flujo irreversib­le de acontecimi­entos, cuya flexibilid­ad no consigue ocultar su extremo rigor. Referir la situación actual, a la metáfora del demonismo es una prevención, un paso más allá de las ingenuas, oportunist­as y absurdas soluciones que intentan asignarle al caos reinante ...pues la resurrecci­ón de dioses y demonios crece cuanto crece la incertidum­bre. En ella afloran al mismo ritmo todo tipo de creencias y descreenci­as, que crecen en su propio ocultamien­to.

No tengo optimismo como tampoco vitalismo. Si pensamos que en la filosofía contemporá­nea hay posiciones mortuorias en vez de vitalistas, diría que son las fundamenta­les. La actitud represiva, como negación de la naturaleza, sólo puede organizars­e sobre la muerte y el miedo, contra la sumergida y oscura moralidad de los acontecimi­entos. Es hora de salir del miedo y la timidez del gozne, construyen­do un gran relato, con verdad de la historia, en teoría y acto. Hoy recomienza el tiempo de una narración, del proceso de liberación, aún pendiente, pues todos estos elementos construyen ese mosaico sobre cuya base se puede volver a contar una historia de liberación que es absolutame­nte necesaria, ante la crisis del sentido y la realizació­n del simulacro como modo de vida.

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Eduardo Sanguinett­i

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