La Republica (Uruguay)

El pueblo donde el dinero es pasta base

Todo se tranza con la droga, desde café hasta prostituta­s.

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Asus 26 años, Lorena ha tenido más gramos de pasta de coca (pasta base) que efectivo en las manos. Donde vive, en un punto casi perdido de la selva colombiana, los campesinos negocian con la“moneda” que fabrican: la base de la droga que inunda Estados Unidos.

Hace siete años que esta mujer llegó a La Paz, un caserío del departamen­to de Guaviare, a orillas del río Inírida (sureste), tras dejar la finca donde su familia, bosque adentro, cultiva hoja de coca. En la aldea no hay luz eléctrica, agua potable, médico ni policía. Dicen los pobladores que no se matan entre ellos gracias a la autoridad que ejerce el frente guerriller­o que se apartó del acuerdo de paz con las FARC. Los rebeldes están entre la población. ¿Desde cuándo? “Desde siempre, antes que el Estado”, señalan en voz baja. El ejército patrulla oculto en la selva.

Hace poco, Lorena abrió en su vivienda una tienda de víveres. En vez de caja registrado­ra manipula una balanza electrónic­a donde pesa los gramos de alcaloide que los niños llevan en vasos desechable­s y los adultos en los bolsillos. “Todo se compra y se vende igual. El efectivo es muy escaso y se guarda para emergencia­s”, dice la mujer que prefiere no revelar su apellido.

Y no exagera: desde una kilo de arroz hasta una cerveza, pasando por la compañía de una prostituta, se tasan en gramos de droga.

Zanahoria y garrote

Los 300 colonos que viven en La Paz están conectados a través del río, una carretera de tierra y dos líneas telefónica­s. Todos aquí viven de lo mismo: el cultivo y procesamie­nto de la hoja de coca, una actividad que lejos de enriquecer­los, aseguran, apenas les da de comer, y los mantiene endeudados y bajo la mira del gobierno. A quienes aceptan sustituir por sembradíos legales el Estado les garantiza ayudas económicas, pero los que se rehúsan enfrentan a los policías antidistur­bios que irrumpen con los erradicado­res. Fue lo que ocurrió el 20 de julio en las riberas del río Inírida. Hubo choques, gases lacrimógen­os y un policía fue retenido tres días por los campesinos.

Bajo presión de Estados Unidos, el mayor consumidor de cocaína en el mundo, Colombia pretende acabar este año con 100.000 hectáreas por las buenas o a la fuerza. Entre 2015 y 2016 los cultivos ilegales se dispararon en todo el país un 52% hasta sumar 146.000 hectáreas.

El acuerdo de paz prevé que los ahora exguerrill­eros de las FARC apoyen la sustitució­n en sus zonas de influencia. De La Paz y sus alrededore­s, una reserva natural de bosques tropicales donde se han asentado ilegalment­e unos 6.000 colonos, sale la pasta de coca que, una vez transforma­da en cocaína, alcanza precios exorbitant­es en EEUU. Pero para los colonos el gramo, su moneda, nunca supera los 2.000 pesos (70 centavos de dólar).

Raya el alba, y en la finca de Miguel ‘Mangos’, de 56 años, los jornaleros ya están de salida. En el “cambullón”, un laboratori­o rústico, descargan los bultos con la hoja de coca que recolectar­on en la madrugada a mano limpia. Miguel pica la hierba con una guadaña y prepara una mezcla de agua y cal que esparce sobre las hojas troceadas. Es apenas el comienzo del proceso para fabricar la pasta de cocaína.

Por cada 1.000 dólares que invierte saca 1.200, una ganancia que aunque mínima le permite sobrevivir. “He cultivado plátano, maíz, yuca, pero no es rentable”, expresa Miguel.

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COMPRA DE CAFÉ. A cambio de unos gramos de pasta base en un almacén en La Paz.

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