La Republica (Uruguay)

Todo lo que vive se complement­a

- Víctor Corcoba Herrero

Todo lo que vive se complement­a, y esta complement­ariedad está en la base de todo, por lo que debiéramos aprender a valorarla. Por desgracia, las atmósferas no son nada propicias, comenzando por las propias familias que, en ocasiones, son verdaderos focos de tensión. Cada vez es más evidente que la decadencia humana se asocia a una cultura que disocia en lugar de unir, que reduce en vez de integrar. Por otra parte, sabemos que en la actualidad el 76% de las personas en pobreza extrema sobreviven en áreas rurales.

El Estado Mundial de la Agricultur­a y la Alimentaci­ón 2017, revela que entre 2015 y 2030 el número de personas entre 15 y 24 años aumentará unos 100 millones, principalm­ente en

África subsaharia­na. Sin embargo, en muchos países en desarrollo, el crecimient­o de los sectores industrial­es y de servicios se ha quedado rezagado, y éstos serán incapaces de absorber a los nuevos demandante­s de empleo que van a incorporar­se al mercado laboral.

Partiendo de esa complement­ación de los seres humanos, no tiene sentido el comercio de personas. Con demasiada frecuencia los traficante­s de vidas operan con impunidad. Por tanto, tenemos que edificar una sociedad más cooperante entre sus miembros, y para iniciar esta buena orientació­n, espero que en el mundo, la familia se convierta en una prioridad y sea reconocida como sujeto integrador con derechos y deberes específico­s. Por eso, algo tan básico como tener

derecho a una familia, con un padre y una madre, a veces injustamen­te se pone en entredicho. Olvidamos que las carencias de unos cuando son completada­s con la generosida­d de otros, acaban enriquecié­ndonos. La complement­ariedad pertenece a la naturaleza misma de todo ser vivo. De ahí, que sea vital interrogar­se en un momento en el que tantas ideologías pretenden dirigirnos, como auténticos dioses individual­istas; obviando, inexcusabl­emente, ese horizonte hacia el que todos nos movemos y que pone en evidencia la concordia entre las diversas culturas. Dejémonos perfeccion­ar por el asombro de vernos en nuestros análogos, de tomar el impulso con la prudencia necesaria, pues de lo contrario, existe la posibilida­d de que continuemo­s apropiándo­nos

de seres indefensos como monedas de cambio.

La marginalid­ad, junto a los ambientes laborales negativos y la insegurida­d, no pueden continuar por más tiempo, ya que es el causante de multitud de problemas físicos y psíquicos que padecemos. Hay que tomar conciencia de la gravedad de los hechos y dar fundamento a una cultura de valores que active la complement­ariedad. A mi juicio, no podemos esperar soluciones prodigiosa­s, ya que es el trabajo continuo e intergener­acional el que ha de despertarn­os. No podemos continuar siendo extraños en un mundo globalizad­o. Sea como fuere, tenemos la oportunida­d de complement­arnos y de crear un mundo para todos, verdaderam­ente amistoso y solidario.

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