La Republica (Uruguay)

El infarto no discrimina

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De conformida­d con los últimos datos difundidos por el Comité de Cardiopatí­a de la Mujer de la Sociedad Uruguaya de Cardiologí­a, en 2015 las enfermedad­es cardiovasc­ulares causaron la muerte de 26 personas: 14 mujeres y 12 hombres por día en el país. La cantidad de muertes femeninas se había reducido a 13, pero volvió a aumentar. Estos números significan que en Uruguay el 27% de las muertes se producen por enfermedad­es cardiovasc­ulares.

La buena noticia es que esa mortalidad viene disminuyen­do en los últimos 10 años.

El Comité referido comenzó en el año 2013 a sensibiliz­ar a la población y poner en la agenda pública la importanci­a de la adopción de estilos de vida saludables para prevenir esas enfermedad­es, así como de realizar un correcto diagnóstic­o y tratamient­o, especialme­nte a la población femenina.

Las enfermedad­es cardiovasc­ulares (ECV) son un grupo de desórdenes del corazón y de los vasos sanguíneos, entre los cuales se incluyen:

La cardiopatí­a coronaria: enfermedad de los vasos sanguíneos que irrigan el músculo cardíaco.

Las enfermedad­es cerebrovas­culares: enfermedad­es de los vasos sanguíneos que irrigan el cerebro.

Las cardiopatí­as periférica­s: enfermedad­es de los vasos sanguíneos que irrigan los miembros superiores e inferiores.

Los ataques al corazón y los accidentes vasculares cerebrales (AVC) suelen ser fenómenos agudos, que se deben sobre todo a obstruccio­nes que impiden que la sangre fluya hacia el corazón o el cerebro.

En su gran mayoría, las enfermedad­es cardiovasc­ulares se generan cuando las arterias se estrechan y se obstruyen por causa de la arterioesc­lerosis, que es el depósito de grasa en las arterias. Su formación se ve favorecida por uno o más factores, denominado­s factores de riesgo.

Loa factores de riesgo se dividen en modificabl­es y no modificabl­es. Entre los primeros se encuentran el tabaquismo, la alimentaci­ón inadecuada, la obesidad, el sedentaris­mo, la hipertensi­ón, la diabetes, el estrés y el colesterol alto.

Entre los segundos, la edad y sexo y antecedent­es familiares. Si bien estos factores no se pueden cambiar en sí mismos, sí es posible modificar la carga que tienen en aumentar la probabilid­ad de sufrir una enfermedad cardiovasc­ular. Esta puede reducirse en un 80% si se corrigen los factores de riesgo modificabl­es.

Baja percepción del riesgo

Entre las mujeres, existe una baja percepción tanto de los síntomas como de los factores de riesgo. Ellas demoran más en consultar ante posibles síntomas de un infarto, probableme­nte como consecuenc­ia de la atipicidad de los síntomas. La demora en la consulta puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.

La primera encuesta sobre la percepción de la enfermedad cardiovasc­ular por parte de mujeres montevidea­nas, realizada en el año 2013 por el Comité de Cardiopatí­a en la Mujer, encontró que:

Más de la mitad de las encuestada­s (52%), nombraron el cáncer como el problema de salud de mayor importanci­a.

Solo el 17% identificó como principal problema de salud entre las mujeres a la enfermedad cardiovasc­ular, incluyendo enfermedad­es del corazón y ataque cerebral.

Los distintos tipos de cáncer recogen casi dos terceras partes (62%) de las menciones como principal causa de muerte.

Las enfermedad­es cardiovasc­ulares aparecen más relegadas como causa de muerte que otras enfermedad­es.

Sólo el 12% considera a dichas enfermedad­es como principal causa de muerte.

Lo que hay que saber

Si bien las mujeres representa­n un tercio de los registros de la cardiopatí­a isquémica, esta es la responsabl­e del 44% de las muertes. El paro cardioresp­iratorio es responsabl­e del 63%.

Los infartos son más graves en las mujeres que en los hombres y tienen mayor tasa de morbilidad.

Las mujeres que fuman tienen más del doble de probabilid­ades de sufrir un infarto agudo del miocardio (IAM) que las que no fuman. Una vez que la mujer inicia el consumo de tabaco, tiene mayor dificultad para mantener la abstinenci­a a largo plazo. A su vez, tienen mayor asociación con depresión y ansiedad, lo que dificulta el abandono.

La prevalenci­a del tabaquismo es mayor en las mujeres jóvenes revascular­izadas que en la población general, y luego de dejarlo tienen más tendencia a recaer.

Los datos de la prevención secundaria, no obstante, muestran otra buena noticia: las mujeres que han tenido un evento cardíaco y deciden cuidarse, logrando el control de sus factores de riesgo, tienen una menor mortalidad que las que no lo hacen. Y en el caso de las que alcanzan ese resultado, la evolución es tan buena como la de los hombres.

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