Me dolió, pero pude elegir
El obstetra de Cemic que había elegido, muy progresista y todavía reconocido, sólo me decía que no había ni un 1% de posibilidades de que se pudiera hacer algo. Yo sólo lloraba y me negaba a continuar el embarazo. No podía creer que por un corazón que latía estaba obligada a ´´ser madre``. Me enojé, pedí ayuda, peleé. Ya estaba de 5 meses y debía ser un parto natural para evitar lesiones en el útero. El Cemic solo me leía una y otra vez el Código Penal y me ofrecía asistencia psicológica y grupos de ``mamás`` que habían atravesado lo mismo. Las respetaba, pero yo no me sentía mamá. Para mí la maternidad era otra coa y quería el derecho a interrumpir ´´mi´´ embarazo. Ya en ese entonces me definía como feminista, ya tenía en mi cabeza qué era para mí ser madre. Sin embargo, la ley y el discurso médico me deshumanizaban, me quitaban el derecho a decidir. Un corazón que latía era más valioso que mi mida. Sí, mi vida. No podía más del dolor. El dolor que se agudizaba y me enloquecía. Soy de clase media, profesional, tenía redes, contactos y plata para buscar alternativas. Así fue que casi un mes después entré con un diagnóstico falso a la guardia de un prestigioso hospital, gracias a un gran y reconocido obstetra que me indujo el paro. Puse el cuerpo, me dolió pero pude elegir. 18 años después lloro. Y no dejo de pensar que aunque fuera doloroso, ese dolor y ese duelo habrían sido muy distintos con aborto legal.