Ocho meses, dos caminos paralelos y un equipo por armar
“No me meto con el brujo, pero si se trata de fe, lo mejor será ponerla en Messi”.
El martes pasado, el país futbolero coronó la cima del padecimiento. Durante algunos minutos pudimos palpar en toda su dimensión el significado de lo que nos podíamos perder por no estar presentes en Rusia 2018. Y aunque el final haya sido feliz, la incertidumbre vivida no sólo debería valer de experiencia para no repetir todo lo malo que hicimos para estar donde estábamos después del gol del ecuatoriano Ibarra.
Imagino la serenidad con la que Jorge Sampaoli caminará hoy por los bosques de Ezeiza después de unos meses tan turbulentos. Siempre sirve planificar la siguiente meta a partir de un objetivo conseguido y él, más que ningún otro, deberá aprovechar el tiempo que resta hasta junio.
A partir de ahora, en cada entrenamiento, en cada charla, en cada amistoso que se juegue, el técnico de la selección tendrá que agudizar su mirada para ir afianzando sus ideas y convicciones, y sobre ellas reconstruir un equipo.Ya posee algunas certezas, a partir de lo que vio en los partidos disputados, pero le quedan muchas más cosas por definir.
Por ejemplo, el entrenador deberá detectar cuanto antes qué jugadores representan lo que quiere desarrollar en el campo.
Considero que en todo equipo deben haber 6 o 7 hombres básicos que lleven incorporada la idea del técnico e intenten ponerla en práctica contra viento y marea. Y me parece un defecto demorar demasiado su elección. En ese sentido, en esta primera parte de su gestión, Sampaoli dejó entrever cierta confusión.
Es entendible la búsqueda de señales en momentos de urgencia, y cabe preguntarse si sus dudas se centraban en no encontrar intérpretes que expresasen la idea o en la idea en sí misma, pero se trata de una situación mal recibida por el jugador, que se inquieta si percibe que su técnico navega entre varias aguas.
Ahora la clasificación despejó el camino. Este tiempo le dirá a Sampaoli quiénes pueden ayudar a Messi distrayendo rivales, dándole armonía a la generación del juego y generándole espacios para que reciba más libre detrás de los volantes rivales. El mejor debe jugar lo mejor que pueda y ha llegado el momento de ofrecerle las condiciones para que ocurra.
La construcción de sociedades
Y contra lo que suele creerse, para lograrlo tampoco se necesitan grandes cracks en todas las posiciones. Hay funciones elementales que puede llevarlas a cabo un buen jugador.
No siempre hay que tener el ancho de espadas, el de bastos y el 7 de oro para ganar una mano; se trata de jugar bien con cartas razonables y explotarlas lo mejor posible, desarrollando las habilidades, “mintiendo” si hace falta...
Sampaoli lo consiguió en Chile, con jugadores infravalorados pero competentes, y me niego a creer que acá no tengamos un material semejante.
Si el concepto de lo que se pretende está claro, un futbolista toma confianza, adquiere hábitos de juego y se potencia. No caigamos en la trampa de pensar que solo se puede armar un buen equipo con laterales “brasileños”, Piqué e Iniesta, porque no es cierto.
Pero construir un equipo sin salvadores necesita también de los dirigentes.
Ellos deben transitar un camino paralelo: edificar, proyectar, sentar las bases no solo para que el éxito sea más probable sino para que el día que no se encuentre tengamos dónde seguir poniendo ladrillos, y no como ha sucedido hasta ahora.
Sé que se trata de un planteo muy difícil, casi utópico. Nuestro narcisismo no admite subcampeones, pero si todo lo que uno hace persigue sólo el afán del éxito resulta muy desolador no encontrarlo.Y esto es lo que nos pasa: buscamos desesperadamente la fórmula para llegar al éxito cuando los dirigentes deberían saber que no hay nada que lo garantice.
En ese aspecto, desalienta mucho ver que se toman decisiones muy alejadas de las cuestiones futbolísticas para solventar situaciones complicadas.
El fútbol actual no solo exige honestidad y transparencia en la gestión, también dirigentes idóneos que sepan que la esencia del deporte no pasa por cambiar un estadio o convocar a un brujo.
Y no me meto con el brujo en sí mismo, porque nadie puede cuestionar lo relacionado con la fe.
Pero si queremos que los próximos ocho meses sirvan para empezar a construir algo interesante deberíamos partir desde lugares razonables y dejar de discutir lo indiscutible.Y si se trata de fe, lo mejor será ponerla en Messi.