La Republica (Uruguay)

El gran baby fútbol

- Camilo Álvarez

Pocos espacios hay en Uruguay que junte tanta gente como el baby fútbol y que sea una muestra potente y presente de lo que la organizaci­ón popular puede lograr sin que exista un mango de ganancia para nadie...casi nadie. Solo el intento de construir algo lindo y distinto para lo/as gurise/as. Y como correspond­e a todas las cosas, hay de todo. Aquellos que dan la nota en las canchas y que gritan sin parar todos las puteadas aprendidas, como forma (muy particular por cierto) de dar aliento al cuadro de su hijo/a, su sobrino/a, o quien fuere. Aquellos que ponen todas las fuerzas para que sus hijos sean lo que no pudieron ser ellos de chicos, atrapados en la burbuja de que el gurí salvará a la familia. Dando un paso del impulso y su freno tras la intención de“mi hijo el doctor”a la inundación de estímulos, rezos y contrapart­idas a “mi hijo el forlán”; intentando entrar en el 0,14% de los gurises que logran jugar en el exterior. Después están aquellos que siempre hablan de lo que sucede, y que al boleo avisan que el baby fútbol es un voluntaris­mo feroz... Quitándole de esta forma, toda actividad transforma­dora y las reivindica­ciones que puedan existir para que se intervenga positivame­nte en su vida cotidiana. Una buena forma de patear al “outball” los cambios necesarios. Aprovechan­do la no existencia del“orsai”. Por suerte están los que día tras día viven en las ligas y en las canchas el compromiso con esta organizaci­ón popular y lo llevan adelante. Son capaces de cerrar filas contra los que gritan puteadas en las canchas, contra los que solo ven una oportunida­d de salvación y por aquellos gurises, padres y madres, que tienen y encuentran en el baby fútbol un lugar para convivir, para transforma­r el atomice cotidiano de cada uno adentro de su casa, en una nueva invención del Ágora. Por suerte hay un montón de invisibles que día a día toman sus horas (su libertad) y las usan para el bien común, peleándose contra el sentido común de muchos, a contra corriente. ¡Menos mal que existen! Se postula la necesidad de hacer y de ser. Afuera quedan los caminos de soberbia que con una vara miden a los prolijos de los desprolijo­s, a los buenos de los malos, a los amigos de los enemigos.Y lo que es aún mejor, poco se ven los que se escudan siempre atrás de las varas. Cada fin de semana 60 mil niño/as y sus familias deambulan por los barrios, llamados por la pelota, por los gurises y por el encuentro. No importa el frío o el calor, las tortas fritas (con la cual casi que financian tamaño movimiento) y el mate a la orden del día. En cada partido, los que tienen mucho y los que no tienen se encuentran, se disputan el triunfo, quieren ganar como sea, pero se encuentran. Dicen que más del 40% de los varones entre 5 y 13 años juegan al baby fútbol. Tiempos vendrán, tiempos vienen, ya están, y alguna que otra liga se anima y presenta cuadros de mujeres, contra varios “que dirán”. Precisamos avanzar mucho más en este sentido. Hay muchos proyectos en la vuelta, que van y vienen y precisan de apoyos, de alguien que note que en el baby fútbol como en la escuela y como en tantos espacios, se disputa la convivenci­a saludable, se disputan las ganas de vivir y de soñar de lo/ as niño/as y de muchas familias. Los gurises son hoy un tesoro nacional, tenemos la responsabi­lidad de mirar este terreno, de no hacernos los giles. Precisamos avanzar también acá en la descentral­ización, para crear sistemas que permitan el avance del deporte. Hay que llegar a estos luchadores de la vida que organizan toda esta movida, y brindar el apoyo necesario, hay que intervenir para que la lucha contra los que gritan y putean, contra quienes trafican sueños, contra quienes tuercen de a poco a los gurises se gane en favor de la vida, de la convivenci­a, del futuro del deporte y del país.

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