El gran baby fútbol
Pocos espacios hay en Uruguay que junte tanta gente como el baby fútbol y que sea una muestra potente y presente de lo que la organización popular puede lograr sin que exista un mango de ganancia para nadie...casi nadie. Solo el intento de construir algo lindo y distinto para lo/as gurise/as. Y como corresponde a todas las cosas, hay de todo. Aquellos que dan la nota en las canchas y que gritan sin parar todos las puteadas aprendidas, como forma (muy particular por cierto) de dar aliento al cuadro de su hijo/a, su sobrino/a, o quien fuere. Aquellos que ponen todas las fuerzas para que sus hijos sean lo que no pudieron ser ellos de chicos, atrapados en la burbuja de que el gurí salvará a la familia. Dando un paso del impulso y su freno tras la intención de“mi hijo el doctor”a la inundación de estímulos, rezos y contrapartidas a “mi hijo el forlán”; intentando entrar en el 0,14% de los gurises que logran jugar en el exterior. Después están aquellos que siempre hablan de lo que sucede, y que al boleo avisan que el baby fútbol es un voluntarismo feroz... Quitándole de esta forma, toda actividad transformadora y las reivindicaciones que puedan existir para que se intervenga positivamente en su vida cotidiana. Una buena forma de patear al “outball” los cambios necesarios. Aprovechando la no existencia del“orsai”. Por suerte están los que día tras día viven en las ligas y en las canchas el compromiso con esta organización popular y lo llevan adelante. Son capaces de cerrar filas contra los que gritan puteadas en las canchas, contra los que solo ven una oportunidad de salvación y por aquellos gurises, padres y madres, que tienen y encuentran en el baby fútbol un lugar para convivir, para transformar el atomice cotidiano de cada uno adentro de su casa, en una nueva invención del Ágora. Por suerte hay un montón de invisibles que día a día toman sus horas (su libertad) y las usan para el bien común, peleándose contra el sentido común de muchos, a contra corriente. ¡Menos mal que existen! Se postula la necesidad de hacer y de ser. Afuera quedan los caminos de soberbia que con una vara miden a los prolijos de los desprolijos, a los buenos de los malos, a los amigos de los enemigos.Y lo que es aún mejor, poco se ven los que se escudan siempre atrás de las varas. Cada fin de semana 60 mil niño/as y sus familias deambulan por los barrios, llamados por la pelota, por los gurises y por el encuentro. No importa el frío o el calor, las tortas fritas (con la cual casi que financian tamaño movimiento) y el mate a la orden del día. En cada partido, los que tienen mucho y los que no tienen se encuentran, se disputan el triunfo, quieren ganar como sea, pero se encuentran. Dicen que más del 40% de los varones entre 5 y 13 años juegan al baby fútbol. Tiempos vendrán, tiempos vienen, ya están, y alguna que otra liga se anima y presenta cuadros de mujeres, contra varios “que dirán”. Precisamos avanzar mucho más en este sentido. Hay muchos proyectos en la vuelta, que van y vienen y precisan de apoyos, de alguien que note que en el baby fútbol como en la escuela y como en tantos espacios, se disputa la convivencia saludable, se disputan las ganas de vivir y de soñar de lo/ as niño/as y de muchas familias. Los gurises son hoy un tesoro nacional, tenemos la responsabilidad de mirar este terreno, de no hacernos los giles. Precisamos avanzar también acá en la descentralización, para crear sistemas que permitan el avance del deporte. Hay que llegar a estos luchadores de la vida que organizan toda esta movida, y brindar el apoyo necesario, hay que intervenir para que la lucha contra los que gritan y putean, contra quienes trafican sueños, contra quienes tuercen de a poco a los gurises se gane en favor de la vida, de la convivencia, del futuro del deporte y del país.