La fuerza de las trabajadoras domésticas
Un país como Uruguay, construido a fuerza bajo las voces de las clases medias intelectuales, genera muchas veces la invisibilización de ciertos episodios, enmudece a muchos y muchas que no pasan ese tamiz tan clase media que tenemos como país.
Esto a tal punto que muchas veces, de quienes menos se espera surge esa necesidad de mirar la sociedad solamente por el ojo de a quien le aprieta el zapato.
Una sociedad como la nuestra, con tremendos valores de solidaridad, forjados a través de años y años de avances socio culturales, de inmigrantes venidos del norte y de épicas deportivas, no permite mirarse a sí mismo porque los lentes forzados de una minoría nunca permite hacerlo.
Por estas horas pudimos convencernos una vez más. Observando el tremendo movimiento que viene organizando el Sindicato de Trabajadoras Domésticas de nuestro país.
Un sector de la sociedad, históricamente postergado, enmudecido, pateado, invisibilizado, que se organiza (única herramienta y fortaleza que tenemos quienes queremos realizar cambios) para decir su: “¡Acá estamos!”. De verdad que uno siente admiración por estas compañeras que se ponen al hombro la tremenda tarea de organizar este sindicato y de luchar a favor de sus derechos, sus reivindicaciones, logrando con cada conquista dignificarnos a todo/as como sociedad.
Muchos miran para el costado cuando se habla del trabajo de doméstico, de comprenderlo como un trabajo y por tanto sujeto a condiciones reconocimientos y a derechos.
Y es verdad que avanzamos mucho, con una ley para ese sector, con aumentos en el salario mínimo, con la negociación colectiva. Pero sin duda que aún falta mucho más.
Creo, siento, que en algún momento deberemos homenajear como sociedad a este Sindicato y a través de él, a las mujeres que desde hace muchos años, vienen bancando condiciones de trabajo insostenibles. Son guerreras de la vida.
Tal vez, el mayor pecado del FA fue haber llegado recién en el 2005 al gobierno, y que durante tanto tiempo se vivan situaciones tan dramáticas.
Porque realmente en estos 12 años se avanzó un montón. No hay forma de no verlo.
Y a veces, tenemos que escuchar sin sentidos tan sorprendentes, con respecto a lo que no se hizo que quedarían silenciados si nos sacamos los lentes que están al lado de nuestro sillón y nos decidimos a mirar y a caminar por los barrios y los pueblos.
En las últimas elecciones y seguramente en las que vienen, no fue y no será un tema que le sirva poner arriba de la mesa a una derecha representada por quienes históricamente abusaron de las trabajadoras domésticas, sobre todo porque nunca las reconocieron como trabajadoras.
Bastaría sentarse a escuchar las historias de vida que tienen las trabajadoras domésticas de Montevideo, pero también y sobre todo, de otros rincones del país, trabajadoras que vienen de otros países, para darnos cuenta la falta que nos hace mirar lo que tenemos que mirar hoy, apoyar lo que tenemos que apoyar hoy, para que nuestra sociedad se dignifique por los logros conseguidos.
Son trabajadoras que en su mayoría viven en situaciones de precariedad habitacional además, sumando asentamientos mientras que transitan para trabajar por los barrios más privilegiados de la ciudad, muchas veces sin acceder a los servicios que allí existen.
Debemos acompañar a estas mujeres, acompañar y apoyar como se pueda, donde se pueda. Porque en ellas y con ellas estamos dando una de las batallas fundamentales del combate a las desigualdades y al lugar donde históricamente nuestra sociedad ha puesta a esta actividad y las mujeres.