La Republica (Uruguay)

EE.UU., las masacres y los oídos sordos al control de armas

Obama reclamó medidas concretas para reducir la violencia y el armamento.

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Las exigencias de un mayor control de armas ganan hoy nuevas fuerzas en Estados Unidos tras el tiroteo masivo ocurrido en Texas, como parte de un ciclo que se repite peligrosam­ente sin soluciones a la vista.

Todavía están abiertas en este país las heridas que dejó la masacre registrada en Las Vegas el pasado 1 de octubre, cuando murieron 58 personas y más de 500 resultaron heridas, y los norteameri­canos se encuentran nuevamente llorando por otra matanza.

Orlando, Dallas, Las Vegas, cada una de esas ciudades sufrió en los últimos dos años los efectos de la violencia armada, que anualmente deja más de 13 mil muertos en esta nación; y ahora el escenario no fue una gran urbe, sino una localidad pequeña de menos de 400 habitantes, Sutherland Springs.

Probableme­nte casi todos en esa comunidad al sur de San Antonio lamentan la muerte de un familiar, un amigo o un conocido a raíz del tiroteo en el que perdieron la vida 26 de personas, con edades de cinco a 72 años.

El escenario de la tragedia no fue un club nocturno, como en Orlando, ni un concierto de música country, como en Las Vegas, sino la Primera Iglesia Bautista, una institució­n religiosa en la cual las víctimas se encontraba­n asistiendo al servicio dominical.

Aún se desconocen los motivos del autor del crimen, un joven blanco al que los medios norteameri­canos identifica­ron como Devin Kelley, de 26 años, quien murió tras una persecució­n ocurrida después de la matanza.

En la etapa preliminar de la investigac­ión las autoridade­s descartaro­n algún vínculo con organizaci­ones terrorista­s y fuentes policiales declararon a la prensa que buscaban en sus publicacio­nes en redes sociales algunos indicios acerca de lo sucedido.

Durante los próximos días emergerán nuevas revelacion­es sobre el sospechoso, su historia y las probables causas del horrible acto; también continuará­n los llamados de diversos sectores a imponer reglas más estrictas para la posesión de armas, como suele suceder cada vez que ocurre un hecho de este tipo.

La pregunta, en este caso, sería, ¿por cuánto tiempo estos reclamos volverán a estar en el centro de la atención pública, mediática y política antes de que vuelvan a ser ahogados por otros asuntos de la vida del país y, sobre todo, por el poderoso lobby de la industria de armas?

¿Cuánto se prolongará­n ahora los pedidos de acción al Congreso si solo ha pasado poco más de un mes del tiroteo en Las Vegas, el peor de su tipo en la historia del país, y el tema del control de armas ya era un eco que se iba apagando entre el flujo constante de noticias?

Desde Japón, donde se encuentra en visita oficial como parte de una gira por Asia, el presidente Donald Trump calificó lo ocurrido en Texas como un ‘acto del mal’, afirmó que sus oraciones y pensamient­os

están con las víctimas y sus familiares, y agregó que el hecho fue un tiroteo espantoso.

En sus palabras, como mismo sucedió a principios de octubre, no hubo la menor referencia a la necesidad de imponer regulacion­es más estrictas a la posesión de armas para evitar así las muertes relacionad­as con esos artefactos, que solo en 2016 causaron 38 mil decesos entre suicidios, violencia y accidentes.

Tal posición contrasta con la adoptada la semana pasada cuando el inmigrante uzbeco Sayfullo Saipov, de 29 años de edad y a quien el grupo criminal Estado Islámico llamó posteriorm­ente ‘su soldado’, atacó con una camioneta una concurrida vía para ciclistas en Nueva York y asesinó a ocho personas.

La reacción del mandatario después de ese hecho no se limitó solo a brindar condolenci­as y mensajes de apoyo, sino a arremeter contra el programa de lotería de visas de diversidad, mediante el cual el autor del crimen llegó al país en 2010.

Después de Las Vegas los conservado­res acusaron a los demócratas y otros sectores del país de politizar la tragedia para limitar las armas, pero Trump no dudó en levantar sus recelos sobre la inmigració­n justo después de lo sucedido en NuevaYork.

Ahora, sin embargo, vuelve el silencio sobre el armamento, y aunque son muchas las voces que reclaman a los republican­os verdaderas medidas, en lugar de ‘pensamient­os y oraciones’, las perspectiv­as no son mucho más alentadora­s que hace un mes atrás.

El senador demócrata Chris Murphy emitió ayer un fuerte comunicado en el que denuncia el papel del lobby de armas en el país y emplaza a los demás miembros del Capitolio por la falta de acción sobre el tema.

Nada de esto es inevitable. Lo sé porque ningún otro país soporta este ritmo de carnicería masiva como Estados Unidos. Es único y trágicamen­te norteameri­cano. Mientras nuestra nación se inunde con armas y se deje que caigan en manos de personas peligrosas, estos asesinatos no disminuirá­n, consideró.

Cuando mis colegas vayan a dormir esta noche, deben pensar si el apoyo político de la industria de las armas de fuego vale la sangre que fluye interminab­lemente en los pisos de las iglesias, escuelas primarias, cines y calles, sostuvo el político.

Otra de las figuras públicas que se refirió al tema fue el expresiden­te demócrata Barack Obama, quien además de expresar sus condolenci­as escribió en Twitter: ‘que Dios también nos otorgue a todos la sabiduría de preguntar qué medidas concretas podemos tomar para reducir la violencia y el armamento’.

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