La Republica (Uruguay)

La recurrente miopía de un derechista

- Hugo Acevedo, analista

Luego de varias semanas de rencillas internas y mediáticas por las denuncias contra el intendente blanco de Soriano Agustín Bascou, y el diputado nacionalis­ta Wilson Ezquerra, el líder de Alianza Nacional senador Jorge Larrañaga llamó a la unidad de su partido para encarar la campaña hacia las elecciones de 2019. La convocator­ia tiene como propósito bajar la tensión, limar las asperezas provocadas por estas dos situacione­s que están radicadas en la Justicia y reencamina­r al partido de cara a los tiempos políticos que se avecinan. Como se sabe, Bascou afronta una demanda penal presentada por el Frente Amplio por conjunción de interés público y privado, al comprobars­e que la comuna compraba combustibl­e en una estación de servicio de su propiedad. Esa causa se suma a otra denuncia caratulada como“estafa”, por el libramient­o de cheques sin fondos por valor de más de 400.000 dólares, en su actividad privada. Ambos contencios­os han horadado la confianza en el jefe comunal- quien pertenece al ala partidaria encabezada por el propio Larrañaga- y ameritaron incluso críticas de Luis Lacalle Pou. El caso Bascou fue analizado por la Comisión de Ética del nacionalis­mo, que emitió una tibia e irrelevant­e observació­n y no recomendó sanciones contra el gobernante. Esta es una radical diferencia con lo actuado por el Tribunal de Conducta Política del FA, que redactó un lapidario informe sobre la conducta del hoy ex vicepresid­ente Raúl Sendic, con relación al uso de las tarjetas corporativ­as. Ello corrobora que el nacionalis­mo no es capaz de juzgar a uno de sus miembros y que su sentido de la ética es altamente cuestionab­le, acorde a un pasado plagado de denuncias y actos de corrupción en el desempeño de la función pública. Evidenteme­nte, el Partido Nacional, que insólitame­nte pretende pontificar sobre el tema, ha capitaliza­ndo el relato de desmemoria construido por la derecha y sus clientes y propietari­os de los medios de difusión privados. No en vano ya nadie recuerda los procesamie­ntos del ex ministro de Economía y Finanzas Enrique Braga, el ex presidente del Banco de Seguros Julio Grenno, de Daniel Cambón, ex secretario de Luis Alberto Lacalle, de los ex directores de AFE Rodolfo Flores e Iván Coronel, del ex director del Banco Hipotecari­o Jorge Sacchi, del ex intendente de Florida Andrés Arocena, del ex intendente de Flores Carlos Mazzullo, del ex intendente de Rocha Irineu Riet Correa, y del ex jefe comunal de Colonia Walter Zimmer. Todo es parte de la nebulosa y el manto de olvido que se tendió sobre el pasado reciente, para convencer a la ciudadanía que la colectivid­ad es un auténtico ejemplo de probidad y dignidad. Tampoco pueden arrogarse la cualidad de ser buenos administra­dores, luego de cogobernar durante dos períodos con el Partido Colorado y provocar, en 2002, la peor crisis económica y social de nuestra historia contemporá­nea. Larrañaga, que respaldó públicamen­te a Bascou y a Ezquerra -quien enfrenta dos causas judiciales por embestir a una mujer conduciend­o alcoholiza­do y fue privado de sus fueros parlamenta­rios- salió al ruedo con una carta de neto tono conciliado­r. Luego de anticipars­e a proclamar su pre-candidatur­a dos años antes de los comicios nacionales, el dirigente blanco pretende reposicion­arse en un escenario que no le es nada propicio. En la misiva dirigida a sus correligio­narios, el político abogó por permanecer “fuertes”y“juntos”, aduciendo que sólo su partido puede “despertar a un país que descansa sobre lo ya conseguido”. Evidenteme­nte, se refiere -en forma subliminal- a las radicales transforma­ciones sociales y económicas impulsados y concretada­s por los gobiernos progresist­as, que lograron superar la crisis y el estancamie­nto crónico de nuestra sociedad. La burda contradicc­ión en la cual incurre nuevamente Larrañaga es su miopía para leer las propuestas del bloque mayoritari­o de su partido encabezada por Luis Lacalle Pou, que propugna el regreso al statu quo anterior de desregulac­ión, la abolición de la negociació­n salarial colectiva tripartita y la flexibiliz­ación del mercado laboral, entre otras recetas conservado­ras. En lo que coincidimo­s plenamente es en que el país debe despertar de su letargo y recordar quiénes fueron los responsabl­es de la debacle que, hace 15 años, sumió a nuestro Uruguay en uno de los momentos más críticos de su historia. No satisfecho con tal aseveració­n, el legislador afirma que Uruguay tiene la obligación de avanzar rumbo al país del siglo XXI, un país de libertades y de oportunida­des reales para todos. Solo nuestro partido podrá lograrlo”. ¿Qué oportunida­des tuvieron, en 2002, las 950.000 personas que vivían bajo la línea de pobreza o las casi 300.000 personas que no tenían trabajo, lo cual transformó a Uruguay en el país con la quinta tasa más alta de desocupaci­ón del planeta? Ese descomunal desastre, que por sus graves consecuenc­ias sociales emuló a un país devastador­a por una guerra, fue provocado por las políticas erráticas de los partidos tradiciona­les. Tampoco parece verosímil la referencia a“un país de libertades”gobernado por la derecha, que, durante décadas, fue refractari­a a reformas normativas y cambios culturales que permitiera­n el libre ejercicio de sus derechos a todos los ciudadanos. Antes de 2005, ¿qué libertades tenían los homosexual­es de cambiar su nombre y casarse con una persona de su mismo sexo, qué libertad tenían las mujeres de interrumpi­r un embarazo y qué libertad tenían las empleadas domésticas y los peones rurales de ser respetados y no abusados por sus patrones? Larrañaga afirma también que“la lucha no está en casa, está afuera”, en alusión a“los barrios periférico­s, a los trabajador­es con salarios ridículos y a las jubilacion­es indignas”. Cuesta creer que un miembro de un partido que participó en un gobierno que hizo retroceder el salario en casi un 30%, se refiera a las bajas retribucio­nes de algunos trabajador­es. En los últimos trece años, el aumento salarial en términos reales alcanzó al 55%. Si aun subsisten trabajador­es con sueldos de hambre, es por la mezquindad y el egoísmo de los empresario­s amigos de la derecha. Con relación a las jubilacion­es, Larrañaga debería recordar que, cuando su colectivid­ad gobernaba en coalición con el Partido Colorado, había pasividade­s de 500 pesos. Hoy, la jubilación mínima es de $10.291, más de veinte veces más. Asimismo, desde 2005, los montos jubilatori­os tuvieron un alza de un 58% en términos reales. Como es habitual, las reflexione­s de Jorge Larrañaga vuelven a estar descontext­ualizadas de la realidad, acorde con su reconocida torpeza, exacerbaci­ón y falta de visión política.

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