Resolver diferencias en el Frente Amplio
El Frente Amplio nace en 1971 fruto de una profunda crisis económica, social y política del Uruguay y notorios avances sociales y políticos de la izquierda en la década del 60. Elabora un programa parar mejorar la situación nacional, pero por sobre todo marca un movimiento de unidad política. No es un acuerdo electoral exclusivamente. Es un acuerdo político para jugar políticamente en forma permanente. Ello se refleja también en la espontaneidad y dinamismo en la creación de los comités de base, donde se juntaban dirigentes y militantes de todos los sectores políticos que componían el FA y los independientes. Era la primera vez que se unían políticamente el partido comunista y la democracia cristiana y se desgajaban los partidos tradicionales, porque sus alas progresistas participaron en la creación del FA. El acuerdo reflejaba la complejidad del fenómeno, las naturales desconfianzas y la capacidad de creación e innovación que significaba el nacimiento de esta fuerza política. Ya no estamos en 1971 ni en 1984. Ganamos tres veces las elecciones nacionales y varios gobiernos departamentales. En Montevideo ganamos permanentemente desde las elecciones de 1989. La orgánica del FA proviene del pasado y requiere una especie de adecuación a la nueva realidad, de puesta al día, de actualización al mundo actual. Sus órganos no tienen la credibilidad indispensable y los principales referentes de los distintos sectores políticos, los que salen en los medios de comunicación, no participan de las decisiones frentistas. No hay debates adecuados para resolver diferencias.
Hace mucho tiempo que no hay una adecuada articulación política entre el Poder Ejecutivo, la bancada parlamentaria frentista y la fuerza política. El Poder Ejecutivo debe gobernar atendiendo a los programas frentistas y a las nuevas circunstancias que surgen de la realidad nacional e internacional, por ejemplo, los cambios tecnológicos. Pero la fuerza política no solo debe apoyar las acciones gubernamentales, sino que también puede orientar e inclusive controlar sus rasgos centrales. En la práctica nada de esto ocurre. El predominio del ejecutivo es enorme, con el monopolio de la información de todo tipo. Pongamos un ejemplo notorio en estos días, para entender el fenómeno: los acuerdos comerciales y los tratados de libre comercio (TLC). En el programa del FA hay algunas definiciones nítidas y en otros casos el programa deja ciertos vacíos, que en la realidad son fruto de diferencias internas. Mientras el FA fue oposición no votamos los acuerdos de promoción y protección de inversiones, porque las controversias entre el inversor y el Estado se resolvían en tribunales internacionales, tipo Ciadi, que generalmente decidía en favor de los inversores. Sin embargo, en el tratado sobre el tema con EEUU, después de un año de discusiones en 2005, a pedido expreso del presidente Tabaré Vázquez, fue votado afirmativamente. En 2006 fueron notorias las diferencias a propósito de un TLC con EEUU. El Presidente lo apoyaba fervientemente, pero comprendió que afectaba la unidad del FA y que le generaba dificultades con los presidentes de Brasil y Argentina. Encontró la fórmula de que no era una negociación sino una imposición de EEUU, que quería obligarnos a firmar un tratado similar al que EEUU había firmado con Perú.Y se encontró la salida del TIFA que ha tenido efectos favorables para el país con colocaciones de cítricos y carne ovina. Luego vino la participación de Uruguay en el TISA, sobre liberalización de servicios. El Poder Ejecutivo le solicitó a la fuerza política que analizara el tema y ésta resolvió negativamente la participación de Uruguay en dichas negociaciones. En esencia, hay notorias diferencias en estos temas y hay que encontrar formas de saldarlas.
El nuevo gobierno declara permanentemente la necesidad de acuerdos comerciales bilaterales o plurilaterales, con el Mercosur o sin el Mercosur. El Poder Ejecutivo tiene la iniciativa para dichas negociaciones. Firmó un acuerdo de liberalización de servicios con Chile y parecería cierto grado de cercanía para firmar con la Unión Europea, junto con los países del Mercosur. El predominio del ejecutivo es total. El Parlamento no puede modificar los acuerdos y tratados. Los vota favorablemente o negativamente o no los vota. Tiene derecho a cierto grado de participación antes de su firma. La fuerza política derivó en la comisión de asuntos internacionales (la Carifa) el acuerdo con Chile, como una forma de ayudar al FA a tomar definiciones. Del acuerdo Mercosur-Unión Europea no hay noticias ni en la interna ni en el ámbito parlamentario.
En declaraciones a la prensa el canciller uruguayo considera que el Poder Ejecutivo es el que negocia y toma la primera decisión; luego la bancada parlamentaria decide si vota los acuerdos o no. Considera que la fuerza política no debe intervenir, aunque luego le pedimos apoyos sobre determinados asuntos.
En la nota de la semana pasada analicé las diferencias en los acuerdos y tratados comerciales. No es que no nos guste el término TLC. Lo hemos estudiado con seriedad. No estamos haciendo perfil sectorial con estos temas, porque demostramos que nos influyen sobre los modelos económicos del futuro. Queremos acuerdos comerciales que nos favorezcan. Para exportar recursos naturales con más valor agregado y contenido tecnológico y para poder participar en cadenas de valor, en la parte de avances tecnológicos y colocar rubros de alta y media tecnología.
La articulación entre el Ejecutivo, la bancada parlamentaria y la fuerza política es esencial, es vital y debiera ser parte de la identidad del frentismo. La fuerza política Frente Amplio debe encontrar el ámbito más adecuado para debatir y definir diferencias. El diálogo con el ejecutivo no es sencillo. Nunca pude debatir seriamente (salvo en la reforma tributaria) las características de la política económica. El predominio del ejecutivo en materia presupuestal y de Rendición de Cuentas es total.
Resolver temas centrales, en los que sabemos que hay históricas diferencias, requiere de una fluida articulación entre el Ejecutivo, la bancada frentista y la fuerza política. Resolver en el ámbito interno es fundamental, porque si ello no ocurre seguirán los debates por los medios de comunicación que afectan la imagen del FA y ponen en tela de juicio el elemento vital de identidad que es la unidad.