La Republica (Uruguay)

Carrera criticó la intoleranc­ia y la insolencia de la derecha

- Dr. Charles Carrera Leal Senador de la República – MPP – Frente Amplio

Asegura que creen que los uruguayos tienen memoria corta y se olvidan lo que hicieron cuando fueron gobierno.

Hace unos días fui entrevista­do por el periodista Gustavo Vaneskaian para su programa Quien es Quien que se emite por TNU, donde afirmé que “hay herencias malditas, malditas y malditas” al referirme a determinad­os bolsones de excluidos que han hecho el proceso cultural del delito durante toda su etapa de formación y crecimient­o. Un núcleo duro de uruguayos que no conocieron nunca otra forma de vida que la de la criminalid­ad. Y al hacer esa referencia era indudable que me refería a dos etapas muy duras de nuestra historia reciente como fueron los procesos neoliberal­es de la década del 90 y la más importante crisis económica que recuerda nuestro país como la del año 2002.

A muchos intolerant­es y/o desmemoria­dos les afectó mucho esta afirmación recurriend­o a la repetida argumentac­ión de la década y media de gobierno frenteampl­ista como si con ese tiempo alcanzare para deshacer procesos culturales que les llevó más de 50 años de consolidac­ión a partir de políticas que nada hicieron por evitarlos.

Que cada uno haga un simple razonamien­to personal y se pregunte cuánto tiempo le demandó formarse culturalme­nte. Preescolar, Primaria, Secundaria y el nivel Terciario, insumen mucho más que 12 años, lleva dos décadas aproximada­mente y aún así hay procesos continuos de formación que pujan en la construcci­ón de hábitos y costumbres que hacen a la formación de cada persona. Del rol del entorno y herencia familiar, barrial, y social que hacen por ejemplo, a la cultura del trabajo.

Si eso es así de forma irrefutabl­e, ¿cómo puede pretenders­e que quien hizo un proceso, cursando la carrera de la exclusión y marginacio­n, del delito como opción naturaliza­da, logre transforma­rlo en algo diferente a lo aprendido y se lo crea incluido en el entramado social y acepte las reglas de convivenci­a de la mayoría de la ciudadanía?

Esa herencia es el legado de aquellos procesos y es maldita por el daño que genera hoy día. Los niños que se criaron en la década del 90 y en el 2002 conforman la franja etaria de quienes mayormente pueblan hoy las cárceles uruguayas. (“La edad simple con mayor peso relativo entre los privados de libertad son los 22 años, con un 5,7%. El grupo de edad más frecuente, tanto en hombres como en mujeres, es el de 18 a 22 años de edad”. Fuente: Observator­io Violencia y Criminalid­ad del Ministerio del Interior)

Esa herencia, que padeció toda la sociedad, no solo fue pasta base extendida en barrios pobres por inacción contra el narcotrafi­co, e inexistenc­ia heredada de redes de tratamient­o. También fueron Sociedades Anónimas Financiera­s de Inversión (SAFI) que servían para lavar dinero del narcotráfi­co y nos colocaba en una situación internació­nal dificilísi­ma. Fabricadas por bufetes de abogados de apellidos prestigios­os, alguno que fungió como Ministro de Economía. Construimo­s redes de tratamient­o, eliminamos secreto y sociedades off shore, creamos juzgados y fiscales en crimen organizado y por primera vez una Secretaria AntiLavado para perseguir delincuent­es de cuello blanco. Esos que rara vez aparecen en los noticieros con nombre y apellido. Herencia cultural de impunidad de valores promovidos desde el establishm­ent político y económico, de amparo y connivenci­a con los que fundían bancos. Los desmemoria­dos ni siquiera registran, aquella foto de 1999 tomada en la casa de Carlos Puchi Rhom: carcajadas reúnen a Bush, Menem, De la Rua, Jorge Batlle y Lacalle Herrera. Eso constituye también una herencia ominosa para toda la sociedad.

Revertir estos procesos implica mucho tiempo, más incluso que el que llevó formarlos. Revertir la impunidad como ideología, en forma justa, tanto en el chico como en el grande, también lleva su tiempo. Es por ello que nadie debe ni puede hacerse ahora el distraído, y asumir una postura contestata­ria sin más como si nada tuvieran que responder por aquella parte de la historia. Esa memoria corta es inaceptabl­e para quienes la vivimos y la sufrimos desde el llano. Están los que hoy se molestan por este ejercicio de memoria, se escudan en la historia líquida y piensan que el pueblo uruguayo tiene memoria corta y se olvida lo que hicieron cuando fueron gobierno. Y están aquellos que no vivieron esa parte de la historia a los cuales es imprescind­ible contarles la verdad y no engañarlos con argumentos que hoy flamean quienes nunca aplicaron otra política que la de la exclusión, gobernando para unos pocos.

Nuestra herencia

Somos diferentes y somos responsabl­es. Responsabl­es de nuestros actos y de la generación que comenzamos a gestar a partir del año 2005. Esa que llamamos “generación ceibal” y que darán la talla del hombre nuevo, del nuevo uruguayo. De eso sí nos hacemos cargo plenamente. Para ello contribuim­os con lo mejor que pudimos poner a su servicio mejorando la atención en salud de los primeros años de la infancia, reduciendo a niveles históricos la mortalidad infantil. Programas como Uruguay crece contigo, dan muestras de ese interés manifiesto en la formación de las nuevas generacion­es de uruguayos, esas que aseguren nuestro futuro como Nación. De esas sí nos hacemos y haremos cargo, tanto como nos hacemos de la que nos dejaron como legado pues nada nos aleja de la misión de intentarlo al menos.

Pero no se hagan los distraídos, asuman su cuota parte. El Uruguay de hoy lo dejaron ustedes y vaya si lo hemos transforma­do. Una década y media de constante crecimient­o económico -a pesar de crisis y de los peores augurios de los pronostica­dores de turno. Transforma­mos la matriz energética -y aún está pendiente el hallazgo de petróleo que tanto desean que no se concrete-, multiplica­mos los mercados dejando de ser dependient­es de nuestros vecinos, (aprendimos a vivir y crecer con los puentes cortados), y seguimos siendo atractivos para los inversores internacio­nales (UPM es la prueba manifiesta de esa circunstan­cia). Era el mismo país de aquellos años 90 y el de la crisis del año 2002, y el Frente Amplio pudo hacerlo un país creíble para el concierto internacio­nal y lo hizo crecer al punto que hoy es referente mundial de país creíble y responsabl­e, donde la corrupción no es moneda corriente y que honra sus compromiso­s.Van 12 años de hacernos cargo de aquel país en ruinas que hoy es otro diametralm­ente diferente…

Pero el cambio económico es reversible mucho más rápido que el cambio cultural. Ese lleva otro proceso y la reversión transcurre por caminos más intrincado­s que implican romper hábitos y vínculos que son difíciles de romper cuando se han perdido todas las reglas de convivenci­a sustituida­s por vínculos criminales que terminan comprometi­endo a quien se vincula. Romper ese cerco no es tan fácil para quien pretenda salirse. Hoy son los responsabl­es de la mayoría de los crímenes que ocurren, son parte de un colectivo excluido que se resiste a cambiar. Se criaron en ese ámbito de marginació­n y no aceptan otra forma de vida que no sea la del delito. Esa porción de ciudadanía en rebelión es nuestro principal desvelo del que nos hacemos cargo como herencia no como creación. Cada vez que ocurre un hecho lamentable como fueron las infames muertes de dos niñas abusadas sexualment­e, despiertan las peores reacciones de la derecha que se esconde en el anonimato de las redes o en la turba manifiesta que tira la piedra escondiend­o la mano. Nada de eso sirve ni contribuye a sanar las heridas, menos sirve para buscar un rédito electoral, aunque alguno crea lo contrario. Ya lo vivieron en la pasada elección y parecen estar dispuestos a repetir el mismo camino.

Somos diferentes, somos diametralm­ente diferentes, y eso les duele al punto de volverlos tan intolerant­es como insolentes…

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