Carrera criticó la intolerancia y la insolencia de la derecha
Asegura que creen que los uruguayos tienen memoria corta y se olvidan lo que hicieron cuando fueron gobierno.
Hace unos días fui entrevistado por el periodista Gustavo Vaneskaian para su programa Quien es Quien que se emite por TNU, donde afirmé que “hay herencias malditas, malditas y malditas” al referirme a determinados bolsones de excluidos que han hecho el proceso cultural del delito durante toda su etapa de formación y crecimiento. Un núcleo duro de uruguayos que no conocieron nunca otra forma de vida que la de la criminalidad. Y al hacer esa referencia era indudable que me refería a dos etapas muy duras de nuestra historia reciente como fueron los procesos neoliberales de la década del 90 y la más importante crisis económica que recuerda nuestro país como la del año 2002.
A muchos intolerantes y/o desmemoriados les afectó mucho esta afirmación recurriendo a la repetida argumentación de la década y media de gobierno frenteamplista como si con ese tiempo alcanzare para deshacer procesos culturales que les llevó más de 50 años de consolidación a partir de políticas que nada hicieron por evitarlos.
Que cada uno haga un simple razonamiento personal y se pregunte cuánto tiempo le demandó formarse culturalmente. Preescolar, Primaria, Secundaria y el nivel Terciario, insumen mucho más que 12 años, lleva dos décadas aproximadamente y aún así hay procesos continuos de formación que pujan en la construcción de hábitos y costumbres que hacen a la formación de cada persona. Del rol del entorno y herencia familiar, barrial, y social que hacen por ejemplo, a la cultura del trabajo.
Si eso es así de forma irrefutable, ¿cómo puede pretenderse que quien hizo un proceso, cursando la carrera de la exclusión y marginacion, del delito como opción naturalizada, logre transformarlo en algo diferente a lo aprendido y se lo crea incluido en el entramado social y acepte las reglas de convivencia de la mayoría de la ciudadanía?
Esa herencia es el legado de aquellos procesos y es maldita por el daño que genera hoy día. Los niños que se criaron en la década del 90 y en el 2002 conforman la franja etaria de quienes mayormente pueblan hoy las cárceles uruguayas. (“La edad simple con mayor peso relativo entre los privados de libertad son los 22 años, con un 5,7%. El grupo de edad más frecuente, tanto en hombres como en mujeres, es el de 18 a 22 años de edad”. Fuente: Observatorio Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior)
Esa herencia, que padeció toda la sociedad, no solo fue pasta base extendida en barrios pobres por inacción contra el narcotrafico, e inexistencia heredada de redes de tratamiento. También fueron Sociedades Anónimas Financieras de Inversión (SAFI) que servían para lavar dinero del narcotráfico y nos colocaba en una situación internaciónal dificilísima. Fabricadas por bufetes de abogados de apellidos prestigiosos, alguno que fungió como Ministro de Economía. Construimos redes de tratamiento, eliminamos secreto y sociedades off shore, creamos juzgados y fiscales en crimen organizado y por primera vez una Secretaria AntiLavado para perseguir delincuentes de cuello blanco. Esos que rara vez aparecen en los noticieros con nombre y apellido. Herencia cultural de impunidad de valores promovidos desde el establishment político y económico, de amparo y connivencia con los que fundían bancos. Los desmemoriados ni siquiera registran, aquella foto de 1999 tomada en la casa de Carlos Puchi Rhom: carcajadas reúnen a Bush, Menem, De la Rua, Jorge Batlle y Lacalle Herrera. Eso constituye también una herencia ominosa para toda la sociedad.
Revertir estos procesos implica mucho tiempo, más incluso que el que llevó formarlos. Revertir la impunidad como ideología, en forma justa, tanto en el chico como en el grande, también lleva su tiempo. Es por ello que nadie debe ni puede hacerse ahora el distraído, y asumir una postura contestataria sin más como si nada tuvieran que responder por aquella parte de la historia. Esa memoria corta es inaceptable para quienes la vivimos y la sufrimos desde el llano. Están los que hoy se molestan por este ejercicio de memoria, se escudan en la historia líquida y piensan que el pueblo uruguayo tiene memoria corta y se olvida lo que hicieron cuando fueron gobierno. Y están aquellos que no vivieron esa parte de la historia a los cuales es imprescindible contarles la verdad y no engañarlos con argumentos que hoy flamean quienes nunca aplicaron otra política que la de la exclusión, gobernando para unos pocos.
Nuestra herencia
Somos diferentes y somos responsables. Responsables de nuestros actos y de la generación que comenzamos a gestar a partir del año 2005. Esa que llamamos “generación ceibal” y que darán la talla del hombre nuevo, del nuevo uruguayo. De eso sí nos hacemos cargo plenamente. Para ello contribuimos con lo mejor que pudimos poner a su servicio mejorando la atención en salud de los primeros años de la infancia, reduciendo a niveles históricos la mortalidad infantil. Programas como Uruguay crece contigo, dan muestras de ese interés manifiesto en la formación de las nuevas generaciones de uruguayos, esas que aseguren nuestro futuro como Nación. De esas sí nos hacemos y haremos cargo, tanto como nos hacemos de la que nos dejaron como legado pues nada nos aleja de la misión de intentarlo al menos.
Pero no se hagan los distraídos, asuman su cuota parte. El Uruguay de hoy lo dejaron ustedes y vaya si lo hemos transformado. Una década y media de constante crecimiento económico -a pesar de crisis y de los peores augurios de los pronosticadores de turno. Transformamos la matriz energética -y aún está pendiente el hallazgo de petróleo que tanto desean que no se concrete-, multiplicamos los mercados dejando de ser dependientes de nuestros vecinos, (aprendimos a vivir y crecer con los puentes cortados), y seguimos siendo atractivos para los inversores internacionales (UPM es la prueba manifiesta de esa circunstancia). Era el mismo país de aquellos años 90 y el de la crisis del año 2002, y el Frente Amplio pudo hacerlo un país creíble para el concierto internacional y lo hizo crecer al punto que hoy es referente mundial de país creíble y responsable, donde la corrupción no es moneda corriente y que honra sus compromisos.Van 12 años de hacernos cargo de aquel país en ruinas que hoy es otro diametralmente diferente…
Pero el cambio económico es reversible mucho más rápido que el cambio cultural. Ese lleva otro proceso y la reversión transcurre por caminos más intrincados que implican romper hábitos y vínculos que son difíciles de romper cuando se han perdido todas las reglas de convivencia sustituidas por vínculos criminales que terminan comprometiendo a quien se vincula. Romper ese cerco no es tan fácil para quien pretenda salirse. Hoy son los responsables de la mayoría de los crímenes que ocurren, son parte de un colectivo excluido que se resiste a cambiar. Se criaron en ese ámbito de marginación y no aceptan otra forma de vida que no sea la del delito. Esa porción de ciudadanía en rebelión es nuestro principal desvelo del que nos hacemos cargo como herencia no como creación. Cada vez que ocurre un hecho lamentable como fueron las infames muertes de dos niñas abusadas sexualmente, despiertan las peores reacciones de la derecha que se esconde en el anonimato de las redes o en la turba manifiesta que tira la piedra escondiendo la mano. Nada de eso sirve ni contribuye a sanar las heridas, menos sirve para buscar un rédito electoral, aunque alguno crea lo contrario. Ya lo vivieron en la pasada elección y parecen estar dispuestos a repetir el mismo camino.
Somos diferentes, somos diametralmente diferentes, y eso les duele al punto de volverlos tan intolerantes como insolentes…