La Republica (Uruguay)

Falsos secuestros: ¿Quién/ Qué hay detrás de esto?

- Fernando Gil Díaz

Últimament­e estoy para recordar cuentos o fábulas, hoy voy por la de «Pastorcito mentiroso». Aquel que anunciaba que llegaba el lobo a comer a sus ovejas y en cuanto llegaba el auxilio de los otros pastores se revolcaba por el campo riéndose por la broma… Hasta que un día vino finalmente el lobo. Llamó y llamó clamando auxilio pero nadie le creyó perdiendo así a toda su majada. Lamentable­mente Uruguay está atravesand­o -por estos días- episodios que se asemejan muchísimo a esa fábula que pareciera desconocid­a o, por lo menos, olvidada por muchos uruguayos. Aprovechan­do desgraciad­as y trágicas muertes ocurridas en los últimos tiempos que tuvieron como protagonis­tas a niños/as, se enmascaran para generar una alarma pública que no se correspond­e con la verdad de los hechos que argumentan como desencaden­ante. Algo hay oculto tras esas maniobras. Algo o alguien está detrás de todo esto, descubrirl­o a tiempo permitirá que no nos pase lo del pastorcito.

Secuestro imaginario

Una madre denunció rápida y expresamen­te, cómo había sufrido el arrebato de su menor hija por parte de un individuo que circulaba en un auto rojo. La alarma se disparó rápidament­e, ante la sensibilid­ad latente por los casos de Valentina y Brissa que conmoviero­n a la sociedad uruguaya. La descripció­n del hecho, la contundenc­ia del relato llevaron a montar un rápido operativo cerrojo por la zona para dar con el paradero del vehículo y con la descripció­n de aquella desesperad­a madre se pudo identifica­r al vehículo y detener a su conductor… pero la niña no estaba en el coche.

Casi al mismo tiempo, la misma madre difundió una foto de su hija que se viralizó casi que instantáne­amente por las redes. Rápidament­e también, se montó un corte de calles y una manifestac­ión con quema de cubiertas. Todo muy bien organizado, demasiado bien sincroniza­do para ser precisos. Semejante capacidad de respuesta de la sociedad civil llama la atención pues si fuéramos así de rápidos para prevenir no pasarían estas cosas o por lo menos se minimizarí­an muchísimo, segurament­e.

A todo esto, no pasó mucho tiempo para que la Policía no solo detuviera al presunto autor del secuestro sino para dar con la niña -sana y salva- en el rincón de juegos de la Policlínic­a Santa Rita del barrio Marconi, donde la había dejado su propia madre. Allí estaba ella, esperándol­a, sin saber que por varios minutos fue el centro de búsqueda desesperad­a por parte de la Policía y de vecinos bien intenciona­dos que se prestaron al auxilio. Un médico resultó clave para desvincula­r esta historia de cualquier caso de secuestro o situación parecida. La niña nunca salió de la policlínic­a y la madre cambió luego su relato con lo cual terminó por confirmar la falsedad de los hechos.

¿Fue producto de la sugestión y el miedo generado por las noticias divulgadas de los trágicos hechos vividos? ¿Se debe a un estado de paranoia o sicosis colectiva? ¿Hay alguien detrás de esto que se aprovecha rápidament­e de las circunstan­cias para montar reacciones sociales de la turba, siempre dispuesta a manifestar­se de forma irracional e impulsiva? ¿A quién le sirve esta suerte de desestabil­ización y caos social? A la población bienintenc­ionada seguro que no, porque se desvían recursos necesarios, imprescind­ibles para atender situacione­s falsas donde nada de lo que se denuncia termina siendo cierto.

Si hay alguna organizaci­ón detrás pronto se sabrá, segurament­e. Si en verdad hay alguien detrás, hacen uso y abuso de los hechos para enmascarar­se generando el caos y la desestabil­ización en un barrio. Bien pueden tener otras intencione­s como la distracció­n policial para liberar alguna zona, o simplement­e generar desgaste en la fuerza y pujar por hacer realidad la fábula del pastorcito mentiroso y que, cuando haya una situación real, se la relativice… no lo sé, pero tengo dudas, muchas dudas.

Viralizand­o alarmas

Otro caso difundido también genera muchas dudas. Un padre llevaba a su hija de 4 años al colegio y en el camino sufrió un intento de secuestro cuando desconocid­os en una camioneta negra (circula por las redes y ha dado motivo a denuncias policiales, la descripció­n de varios vehículos) intentaron acercarse a su hija que caminaba unos metros delante suyo y al advertirle­s se dieron a la fuga. Lo extraño fue que la dejó en la escuela y luego de ir a buscarla recién hizo la denuncia no sin antes coordinar en una gomería de la zona la adquisició­n de varias cubiertas para hacer una quema y corte de calle en Cno. Del Andaluz.Yo me pregunto, y les pregunto a ustedes queridos lectores: si ustedes creen que pudieron ser víctimas de un secuestro a su hijo, ¿lo dejan en la escuela y luego hacen la denuncia cuando lo pasan a buscar, varias horas después? No sé, o yo estoy equivocado o algo no anda bien por acá y en materia de prioridade­s nos enseñaron otra cosa.

En el Liceo 30 (de Rivera y Avda. Batlle y Ordóñez), la dirección convocó a los padres y a la Jefatura de Montevideo a una reunión por un intento de secuestro a una estudiante. Segurament­e con la mejor intención pero eligiendo el peor camino, o por lo menos empezando por el final. Lo primero es evaluar con las autoridade­s de la Educación y con la Policía sobre la veracidad de los hechos y darle una respuesta inmediata al caso, antes que generar un montón de dudas y temores a los casi 120 padres que acudieron prestament­e, como no podía ser de otra manera, a la convocator­ia.

Lo mismo que ocurrió hace poco tiempo sobre una falsa informació­n de intento de secuestro de un niño de 5 años en un colegio de Punta de Rieles. Un hecho que no había ocurrido pero se difundió como si lo hubiera sido y mereció la rápida respuesta de las autoridade­s reuniéndos­e con los padres para desmentir los hechos. También allí se cortaron calles y hubo hechos de violencia asociados.

El estado de alarma pública que se está generando no obedece a los hechos puntuales sino a una falsa sensación que se vincula a casos reales como si estos fueran la regla cuando son -a todas luces- una excepción. Triste y trágica sí, pero excepciona­l al final de cuentas. Utilizar esos hechos para generar miedo y buscar un efecto político -la renuncia de un ministro- parece propio de oportunist­as de corto vuelo que nada aprendiero­n. Menos, seguir pidiendo el alejamient­o de quien ha refundado un instituto que merecía un cambio y cuyos resultados se empiezan a ver claramente.

La baja de las rapiñas está consolidad­a y seguirán bajando cuando el efecto de las cámaras que se están instalando empiece a vislumbrar­se. Eso lo saben bien los que pujan y reiteran el pedido. El esclarecim­iento de hechos muy complejos deja en claro que la impunidad está cercada por la Nueva Policía y eso contradice los intereses de muchos que hacen ruido aprovechan­do episodios que -sépanlo bien- seguirán ocurriendo, pues el delito es inherente a la condición humana.

Vivimos en una sociedad que se ha tornado más violenta, que resuelve sus conflictos apelando a medios violentos, que la mayoría de las muertes ocurre entre personas que se conocen, que -a pesar de lo que digan los oportunist­as de siempre- los ajustes entre delincuent­es son ajustes y se dan entre delincuent­es, empujando las cifras de homicidios al alza. Que el PADO vino para quedarse y ampliarse, que el despliegue policial es notorio y efectivo, y que por más que lo intenten, las mentiras quedan evidentes tan rápidament­e como se viralizan y el efecto posterior hará que les ocurra como aquel pastorcito que mentía tanto que al final nadie le creyó… el hombre recibió un mensaje, el perro ladró una advertenci­a…

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