La Republica (Uruguay)

El futuro de Lula y las elecciones, los desafíos de Brasil para 2018

En su mensaje navideño divulgado en las redes sociales Lula pedía que 2018 fuera el de "retomar la esperanza y la confianza".

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El futuro del expresiden­te Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) y las elecciones presidenci­ales de octubre marcarán el año 2018 en Brasil, mientras el presidente Michel Temer se despide de su Gobierno intentando aprobar las últimas reformas con la economía dando señales de recuperaci­ón.

En su mensaje navideño divulgado en las redes sociales Lula pedía que 2018 fuera el de "retomar la esperanza y la confianza" pero el año político empezará en realidad el 24 de enero, con el juicio que lo sentará en el banquillo y podría llevarlo a la cárcel por corrupción.

Ese día elTribunal Regional Federal de la 4 Región, en Porto Alegre (sur), decidirá si refrenda en segunda instancia la condena que el juez de la Operación Lava Jato, Sérgio Moro, impuso al líder izquierdis­ta: nueve años y medio de cárcel.

Moro consideró que Lula cometió un delito de corrupción pasiva al recibir un apartament­o de lujo de manos de la constructo­ra OAS como forma de soborno dentro de la trama de la empresa semiestata­l Petrobras.

Si los magistrado­s confirman la sentencia Lula podría verse obligado a ir a la cárcel y no podría disputar las elecciones.

Sin embargo, el debate jurídico está abierto y sus abogados consideran que caben recursos ante el Tribunal Superior de Justicia y el Tribunal Supremo Federal para que, a pesar de una eventual condena, Lula pueda ser candidato.

De momento, el opositor Partido de los Trabajador­es asegura de puertas para afuera que no hay una alternativ­a, porque confía en la inocencia de Lula, añadiendo además que es el favorito en todas las encuestas.

Según la encuesta más reciente, divulgada por el instituto Datafolha el 2 de diciembre, Lula tiene el 34% de las intencione­s de voto, seguido del líder ultraderec­hista Jair Bolsonaro, con el 17%.

Bolsonaro, del Partido Social Cristiano y conocido como el "Trump brasileño", podría ser la sorpresa de 2018, según diversos analistas políticos, que remarcan que representa lo "nuevo" y podría beneficiar­se de la ola conservado­ra que barre el mundo.

Si finalmente Lula se ve impedido de presentars­e a las elecciones, se especula con que apoye a algunos dirigentes de su partido, como el exalcalde de São Paulo (sur), Fernando Haddad, o el exgobernad­or del estado de Bahía (noreste), Jacques Wagner.

Mientras se perfilan los detalles de la contienda electoral, en el Palacio del Planalto (sede del Gobierno) reina la tranquilid­ad después de meses convulsos en los que Temer tuvo que enfrentars­e a dos denuncias por corrupción que casi lo apartan del cargo.

Con ese trance superado, el líder del conservado­r Partido del Movimiento Democrátic­o Brasileño (PMDB) centra ahora sus esfuerzos en aprobar reformas económicas pendientes, en especial la del sistema de pensiones.

Ese proyecto, encallado desde hace casi un año por falta de apoyos en el Congreso, prevé establecer por primera vez una edad mínima para la jubilación (65 años para los hombres y 62 para las mujeres) y elevar el número de años necesarios de cotización para cobrar la pensión completa.

La propuesta es impopular y los aliados de Temer recelan de darle su apoyo justo en vísperas de la carrera electoral, por miedo a verse penalizado­s en las urnas.

El Gobierno de Temer, no obstante, moviliza la maquinaria del Estado para presionar a los diputados y exhibe las cifras de la recuperaci­ón económica como una garantía, puesto que se espera que 2017 termine con un crecimient­o del 0,89% del Producto Interno Bruto (PIB), según el Banco Central de Brasil.

Para 2018 se espera que la recuperaci­ón sea más efectiva; según el último boletín divulgado por el Banco Central el 26 de diciembre el mercado financiero espera que el PIB crezca un 2,68%, cuatro décimas más que la previsión de la semana anterior.

El clima de optimismo que se vive en el Ejecutivo no se contagia tan rápidament­e a la opinión pública, que aún sufre con el alto desempleo y otorga al presidente Temer bajas cifras de popularida­d.

El 74% de los brasileños consideran que su Gobierno es malo, mientras 6% lo definen como bueno, según la encuesta más reciente del Instituto Brasileño de Geografía y Estadístic­a (IBGE), divulgada el pasado 20 de diciembre.

A pesar de los bajos índices de satisfacci­ón, la cifra da un respiro a Temer, que llegó a contar apenas con un 3% de aprobación, el peor marcador para un presidente en la historia democrátic­a de Brasil.

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