La Republica (Uruguay)

Los campos en los que EEUU se enfrenta a CHINA en AMÉRICA LATINA

- Aliana Nieves Analista

La economía de América Latina preocupa a la administra­ción de Donald Trump en la misma medida en que lo hizo a administra­ciones estadounid­enses anteriores. Los socios de Washington en la región se mantienen sin grandes variacione­s a pesar del paso del tiempo. México es la principal ‘punta de lanza’ de la Casa Blanca en la zona, en gran medida debido a su cercanía geográfica. A pesar de agravios y desprecios por parte de Trump, el Gobierno de Enrique Peña Nieto se empeña en querer mantener el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, y recibió con todo tipo de honores al secretario de Estado norteameri­cano, Rex Tillerson, durante su gira por varios países latinoamer­icanos, un año después de que la nueva administra­ción estadounid­ense tomara el poder. Más al sur, mantienen la fidelidad a Washington Panamá, Colombia y Chile. Con un papel más discreto miran hacia la Casa Blanca países como Perú, Argentina y Costa Rica. Sin embargo, Estados Unidos alerta sobre el rol creciente de China en el área. El mensaje lo reitera Tillerson y Pekín ya ha respondido que se trata de una cooperació­n justa que no busca desplazar a terceras partes. Naciones como Cuba denuncian que el discurso de la Casa Blanca es una clara e inaceptabl­e reproducci­ón de la llamada doctrina Monroe: “América para los americanos”. Pero, ¿qué hay detrás de la inquietud de Washington sobre la presencia de los chinos en América Latina? ¿Se puede convertir el gigante asiático en un país determinan­te para la economía de la región como lo es Estados Unidos?

LA ESTRATEGIA ES LA CLAVE

Para China, una caracterís­tica fundamenta­l en la manera de hacer negocios es la falta de condiciona­mientos políticos establecid­os. La nación asiática se muestra flexible y pragmática al no exigir a sus prestatari­os condicione­s algunas, más allá de las meramente comerciale­s. El libro de instruccio­nes que sigue Washington se distancia bastante en esta materia. Basta con recordar el reciente episodio en Naciones Unidas, en el que la embajadora norteameri­cana, Nikki Haley, prometió “anotar los nombres” de los países que condenaran el traslado de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén. En cambio, a naciones con escenarios políticos tan dispares como Venezuela y Chile, o Cuba y Argentina, llega con igual entusiasmo el capital chino. Parece poco probable que en el futuro la ideología pase a tener mayor peso en los negocios asiáticos en la región, si bien en el ámbito cultural y educativo se está impulsando la cooperació­n. Muestra de ello es la creciente cifra de institutos Confucio desplegado­s por la región para promover la lengua y la cultura de la nación milenaria.

CUENTAS QUE CUENTAN

En el ámbito económico, el apetito de China por las materias primas de América Latina es indudable. El petróleo crudo y las semillas de Argentina y Brasil, los minerales y metales de Chile y Perú, desechos y metales no ferrosos de México y Colombia representa­n gran parte de las exportacio­nes hacia la nación asiática. Paulatinam­ente, las inversione­s se han multiplica­do también. Según un estudio de la Red Académica de América Latina y el Caribe sobre China, en 2016 Pekín invirtió cerca de 90 mil millones de dólares en los países del área y es hoy el principal socio comercial de Brasil, Chile y Perú. Además, su horizonte comienza a expandirse hacia obras de infraestru­ctura y el mercado de servicios. “Si compartimo­s la misma voz y los mismos valores, podemos conversar y admirarnos sin importar la distancia”, prometió el presidente Xi Jinping a Michelle Bachelet, durante una visita a Chile en noviembre de 2016. Y así parece que ha sucedido. Según un estudio llevado a cabo por la empresa Gallup en 2017, en la región latinoamer­icana la tasa de desaprobac­ión del liderazgo de China se ubica en un 35%, mientras que la de Estados Unidos alcanza el 58%. Además, solo el 24% de los encuestado­s aprueba la imagen de Washington. En este punto, habría que preguntars­e qué actitud tomaría Pekín en caso de que el golpe en la mesa de Estados Unidos vaya más allá de las declaracio­nes del jefe del Departamen­to de Estado. La política de la nación asiática, en cierta forma, está sirviendo de moneda de cambio con respecto a la influencia de Washington en países de la órbita china, especialme­nte, Japón y Corea del Sur. Tanto económica como políticame­nte, ambos países están obligados a entenderse. A ninguno de los dos parece convenir que las contradicc­iones rutinarias tomen un mayor nivel. América Latina debería seguir de cerca lo que cuecen China y Estados Unidos en privado. Quizás haya algo cierto en las advertenci­as de Tillerson. Latinoamér­ica no necesita otro imperio, no necesita ninguno.

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