De Velázquez a Dalí, Bélgica revive cuatro siglos de bodegón español
Un género considerado hasta ahora como menor en la pintura.
EBruselas l Palacio de Bellas Artes de
(BOZAR) expone desde ayer una retrospectiva de cuatro siglos de bodegón en España, un género pictórico que busca resucitar a través de las obras de maestros como Velázquez, Goya o Dalí.“El bodegón siempre ha estado considerado por la crítica como un género menor”, explica durante la presentación de la muestra su comisario, Ángel Aterido, quien destaca no obstante el papel central de este género en vanguardias como el cubismo. Bajo el título‘Spanish Still Life’, flores, frutas, animales sin vida y otros objetos se suceden a lo largo de 77 imágenes cotidianas para recrear 400 años de evolución pictórica, pero también social.
Un membrillo, un repollo, un melón y un pepino sobre un fondo negro, plasmados en 1602 por el artista Juan Sánchez Cotán, reciben a los asistentes a la muestra, un ejemplo de la “sobriedad y el orden” que, según Aterido, caracterizan el género en España.
La espiritualidad impera en la época -’Cristo en casa de Marta y María’ (1618), de Velázquez, da muestra de ello- y en las salas verde botella, iluminadas tenuemente.“Estamos en las tinieblas, en la oscuridad”, explica sobre ese período histórico la guía Solange Carnoy. Esa espiritualidad continuará presente durante el período del Barroco, como reflejan obras de Francisco de Zurbarán, que mantendrá un estilo austero pese a que los bodegones barrocos pierden la “simplicidad”de décadas anteriores. Como simbiosis de lo terrenal y lo humano, los ‘desengaños del mundo’ de Antonio de Pereda, en cuyos lienzos ángeles, calaveras y relojes de arena comparten escenas con objetos más terrenales como monedas, armas o flores. Pero “cíclicamente hay una mirada hacia atrás”, dice el comisario de la exposición. Luis Egidio Meléndez da buena muestra de ello en el siglo XVIII, al devolver al primer plano salmones, limones, chocolate, con un estilo “casi hiperrealista”, según Carnoy. Un pavo muerto o unas amontonadas doradas sin vida le sirven a Francisco de Goya unas tres décadas después, a principios del siglo XIX, para plasmar“el horror de la guerra que vive en lo más profundo de él”, según la guía.Y, con el paso del tiempo, llega el siglo XX,“en el que se rompieron todos los códigos”. Dos obras del artista valenciano Joaquín Sorolla representan ese cambio, al pasar de un bodegón academicista de uvas y granadas de fines del XIX a la luz de sus trazos para representar un jarrón de rosas blancas.
El cubismo de Pablo Picasso, de Juan Gris, de María Blanchard alternan en la última parte de la muestra con el surrealismo de Salvador Dalí y su óleo ‘El pedazo de corcho’ (1950), que devuelve al visitante al inicio de la exposición y sus alimentos colgados.