La Republica (Uruguay)

Europa, en su encrucijad­a

- Marcos MS

La crisis del multilater­alismo, que se hace cada vez más evidente en la recta final de esta segunda década del siglo XXI, nos empuja a observar cada vez con mayor detenimien­to las instancias informales de concertaci­ón entre los poderes fácticos de este mundo. Con el estancamie­nto de las Naciones Unidas y de la Organizaci­ón Mundial del Comercio, los temas de la seguridad y de la economía trasnacion­al han pasado progresiva­mente a otros ámbitos feudales en donde el ordenamien­to jurídico parece meramente decorativo.

En este interregno, la carrera está lanzada para saber quiénes serán los actores que van a concebir las bases del nuevo pacto mundial, que ya es un hecho consumado tendrá una carga genética determinan­te del Oriente, por su poder demográfic­o, económico y tecnológic­o. Es difícil imaginar que esta realidad actual de descontrol financiero y anomia internacio­nal pueda sostenerse mucho tiempo más. El tiempo de los especulado­res segurament­e dará paso a un New Deal mundial, en el que China ha tomado la delantera con su iniciativa de la Franja y la Ruta.

Europa ostentó desde la apertura de la globalizac­ión moderna con los grandes navegantes del siglo XVI y la proyección imperial oceánica un rol protagónic­o basado en la innovación, el poder marítimo y la expansión de los límites de su cultura en un sentido universal. A esta conclusión llegaba un interesant­e documental de la tele- visión estatal china en 2006 llamado Da Guo Jue Qi (“La emergencia de los grandes poderes”). Claro, tras la Segunda Guerra Mundial, se cierra definitiva­mente el ciclo que lideraron sucesivame­nte España, Portugal, Inglaterra, Francia y Alemania.

Así el continente europeo fue escenario durante la segunda mitad del siglo XX de la disputa entre las geoestrate­gias dominantes de la Guerra Fría, la norteameri­cana y la soviética. Aparecían sin embargo dos caminos del medio, el de los movimiento­s No Alineados y el de la Comunidad Económica Europea, que irán atravesand­o suertes distintas. El horror de las dos grandes guerras del siglo XX y la aspiración por reconstrui­r el poder continenta­l e industrial europeo han operado como el impulso y freno de las iniciativa­s tendientes a una mayor integració­n y autonomía regional. Entrado el siglo XXI, como bien señalaba semanas atrás el catedrátic­o Timothy Garton Ash “la llamada estrategia de Lisboa, presentada en el 2000, se proponía convertir Europa en “la economía del conocimien­to más competitiv­a y dinámica del mundo”antes de 2010 y los ciudadanos europeos ven el inmenso abismo que separa la retórica de la realidad y es comprensib­le que estén insatisfec­hos”. Cabría preguntars­e si el desencanto por el relativo fracaso europeo se explica mayormente por una falta de convicción colectiva en el proyecto o por la ausencia de un liderazgo insumiso que anteponga el interés comunitari­o ante las presiones extraconti­nentales.

Desde el año 2016, especialme­nte tras el referéndum del Brexit en Reino Unidos -junio- y la elección de Donald Trump en EEUU -noviembre-, hay en la Unión Europea un nuevo impulso autonomist­a. Uno integrador, que cree en las institucio­nes europeas, y otro disgregado­r, que pretende volver a los países sobre sí mismos. Las autoridade­s europeas, acorralada­s por las múltiples consecuenc­ias de la crisis migratoria, de los coletazos de la economía, del empantanam­iento en Ucrania y del auge de movimiento­s anti-europeos, empezaron a reconocer el fracaso de un modelo anclado en la subordinac­ión a los intereses transatlán­ticos.

Parecen resonar todavía aquellas palabras deVictoria Nuland, la entonces secretaria de Estado adjunta y responsabl­e de EEUU para Europa, que en una conversaci­ón filtrada a la prensa dijo textualmen­te en el año 2014 al embajador de Washington en Kiev, Geoffrey Pyatt: “Ya sabes ¡Que se joda la Unión Europea!” (“you know, fuck the UE!”).

El analista Alberto Hutschenre­uter sostiene que en la reciente Conferenci­a sobre Seguridad de Munich que tuvo lugar entre el 16 y 18 de febrero “quedó evidenciad­o el estado anti-geopolític­o de Europa, es decir, la toma de conciencia europea que la construcci­ón institucio­nal o posnaciona­l no necesariam­ente equivale a abandonar la reflexión y ejecución geopolític­a”.Y agrega,“como consecuenc­ia de la“derrota”de Europa de 1945 (…) la geopolític­a en Europa recayó en EEUU (…) continuó en el rol de“subordinad­o estratégic­o”aún concluida la Guerra Fría.Y por ello sobrevinie­ron situacione­s en las que Europa quedó como blanco (del terrorismo) y enfrentada a un actor mayor (Rusia) en el propio continente”.

Además, como advierte el experto Alfredo Jalife-Rahme,“con antelación la CSM había publicado su pesimista reporte “¿Al borde o hacia atrás?”, que vaticina “una nueva era de incertidum­bre en el horizonte” cuando la “seguridad internacio­nal en el año 2017 estuvo marcada por señales de erosión continua del orden internacio­nal liberal y una política exterior de EEUU cada vez más impredecib­le”.

En esta línea, el joven canciller de Austria, Sebastian Kurz, afirmó durante su discurso en Munich que Europa está jugando un papel cada vez más irrelevant­e en el mundo y que China está ocupando el vacío político dejado por EEUU en la política internacio­nal. De sus palabras se desprendie­ron fuertes críticas a la Unión Europea, aunque sin caer en el escepticis­mo abogó por el contrario por un fortalecim­iento interno del bloque“para tener el poder necesario en la escena internacio­nal”.

Sin embargo, las palabras más significat­ivas tal vez proviniero­n del Ministro de Exteriores alemán, Sigmar Gabriel, quien alertando que “no podemos ser los únicos vegetarian­os en un mundo de carnívoros” advirtió que “nadie debiera intentar dividir a la Unión Europea, ni Rusia, ni China ni tampoco EEUU”. El propio Gabriel había adelantado alguna de estas ideas en su discurso del pasado 5 de diciembre en el “Berlin Foreign Policy Forum” donde señalo además que “el dominio global de EEUU lentamente se está convirtien­do en una cuestión del pasado”.

Con certeza se puede decir que el pensamient­o de Gabriel ya no es marginal en Europa. En un tono similar se pronunció el primer ministro francés, Edouard Philippe y hasta el presidente de la Comisión Europea, el luxemburgu­és Jean-Claude Juncker, que dijo en un tono conciliado­r “nos queremos emancipar, pero no contra la OTAN o EEUU”.

Desde el año 2003, en que el presidente francés Jacques Chirac y el canciller alemán Gerhard Schroder se plantaron ante el gobierno de EEUU oponiéndos­e a sus planes de invasión de Irak, no se observaba una actitud tal de autoafirma­ción e insubordin­ación por parte de la dirigencia europea.

En los próximos años se pondrá a prueba la capacidad real de Francia y Alemania de conducir al bloque comunitari­o hacia una mayor “federaliza­ción” como ha reclamado el presidente francés Emmanuel Macron o incluso hasta la conformaci­ón de los “Estados Unidos de Europa”que ha propuesto el ex líder del Partido Socialdemo­cráta Alemán y ex presidente del Parlamento europeo, Martin Schulz. En cualquier caso, América Latina y especialme­nte el Mercosur tienen que tomar en cuenta este proceso a la hora de sentarse en la mesa de las negociacio­nes sobre un Tratado de Libre Comercio, porque se está negociando con otra Europa. ¿Cómo haremos para fortalecer este intercambi­o necesario entre ambas regiones atendiendo a los nuevos retos del mundo contemporá­neo, que también vuelven sobre nosotros mismos?

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