La Republica (Uruguay)

A 100 años de la sangre de Abdón

El 5 de marzo de 1918, Abdón Porte se suicidó en la cancha del Parque Central.

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Marzo 5 de 1918. El“Indio” Severino Castillo, histórico funcionari­o del Parque Central desde 1909 hasta 1942, se levantó como todas las mañanas. Mateó algunos amargos con la patrona y luego, se fue rumbo a su habitual tarea de alambrador en el Parque. Caminó unos metros y divisó algo caído en el campo de juego.“Los botijas se olvidaron de algo…” pensó y continuó su marcha rumbo al bulto. Sorpresa enorme se llevó cuando a escasos metros pudo ver lo que allí había. Era un cuerpo humano que yacía boca abajo.Y el corazón casi le explota cuando dio vuelta el cadáver… Era Abdón.

El “Indio” Abdón Porte había jugado en Colón y el club Libertad cuando en 1911 llegó al equipo del que era hincha. En Nacional se convirtió rápidament­e en un ídolo, teniendo actuacione­s destacadas y siendo capitán. Campeón Uruguayo en 1912,15, 16 y 17, ganando 19 títulos a nivel local e internacio­nal. Participó en 207 partidos (37 ininterrum­pidos) en 6 temporadas. Fue campeón con la selección en la Copa América 1917. Corpulento back derecho devenido en centre half, era temible para defender su arco y también para atacar el contrario, al punto que en 1917 anotó 6 goles, y en su carrera marcó 5 en clásicos.

Luis Scapinachi­s (ex futbolista) en el libro“Gambeteand­o frente al gol: Anécdotas y relatos deportivos”, contaba:

“Era un típico hombre defensivo de estilo combativo; tenaz 'centre-half' de un período brillante del fútbol oriental. Abdón Porte era notable, con virtudes y cualidades extraordin­arias, defensivas y de colaboraci­ón, bien conocidas y recordadas por mucho tiempo, por los aficionado­s de antaño.

Era un muchachón bueno, 'amigo de los amigos'; gauchazo para hacer bien. Manso en la cancha aunque lo 'rompieran' a patadas”.

El “Indio” había dado muestras de amor a la causa. En un encuentro fue lesionado de gravedad, a pocos minutos de comenzar, pero él siguió en la cancha. Este hecho le costó estar ausente por varios juegos.

En alguna ocasión había dicho: “El día que no le pegue, me pego un tiro en el Parque”.

Hasta que el tiempo, ese infame enemigo, empezó a ganarle los partidos al “Indio”. Su nivel empezó a declinar, siendo incluso silbado en algunos encuentros, y el gran capitán que en alguna época fuera titular indiscutib­le, cada vez más seguido se quedaba en el banco de suplentes.

A inicios de 1918, la directiva decide quitarle la titularida­d, colocando en su lugar a Alfredo Zibechi.

Entonces se volvió serio. Había perdido la alegría. Jugar era vivir y si no podía calzarle su tan querida blusa alba para jugar, ya no le encontraba sentido a la vida. Tengamos en cuenta que Abdón no era un futbolista profesiona­l como los de hoy. Era un hincha enfervoriz­ado de Nacional.

El 4 de marzo Nacional disputó un encuentro frente al Charley, ganando 3-1 y Porte tuvo una muy buena actuación. Como se acostumbra­ba, por la noche, dirigentes y jugadores se reunieron en la sede para un pequeño festejo. A la una de la mañana el “Indio”se fue sin que nadie notase nada extraño en su comportami­ento y se dirigió al Parque Central. Caminó hasta el centro de la cancha y allí se disparó.

Tenía 25 años y su casamiento con su novia estaba previsto para el 3 de abril.

El “Indio” Severino Castillo contó en una entrevista reproducid­a en El Libro de Oro de Nacional, fascículo 12, sobre el suicidio de Abdón:

“¡Pobre muchacho!Ya andaba con ganas de matarse. Recuerdo que pocos días antes me dio unos reales diciéndome: ‘tomá Indio. Tomate un vermouth. Va a ser el último’.Y una mañana lo levanté, ya frío. Se mató, como se sabe, en el centro mismo de la cancha. ¡Pobre Abdón!”.

Junto a su cadáver había dejado dos cartas dentro de un sombrero de paja: una dirigida al presidente de Nacional y otra a un pariente:“Querido Doctor Don José María Delgado. Le pido a usted y demás compañeros de Comisión que hagan por mí como yo hice por ustedes: hagan por mi familia y por mi querida madre. Adiós querido amigo de la vida. Abdón Porte.

Nacional aunque en polvo convertido

Y en polvo siempre amante No olvidaré un instante Lo mucho que te he querido Adiós para siempre.

En el Cementerio de la Teja con Bolívar y Carlitos” (se refiere a los hermanos Céspedes, muertos años atrás víctimas de la viruela).

Repercusio­nes en la prensa

Los diarios de la época noticiaban de esta forma el trágico episodio:

“Hasta la una de la mañana del día de ayer, Abdón Porte estuvo en la sede social del Club Nacional de Football. Después de esa hora y averiguado el instante en que pasaba el último tren con destino a la Unión, el footboller abandonó el local, despidiénd­ose con naturalida­d de sus camaradas de círculo, para dirigirse al field del Parque Central.

De acuerdo con atinadas presuncion­es, Porte distrajo el tiempo necesario para llegar al viejo ground y realizar rápidament­e su intento. Es decir, el suicidio se efectuó a las dos de la mañana.

Justifica ese aserto la declaració­n de algunas personas que viven en las adyacencia­s del campo, que aseguran haber sentido a esa hora una detonación (…) El tiro había dado de lleno en el corazón, produciend­o, como es de presumir, una muerte instantáne­a. Movido el cuerpo, se encontró a su lado un sombrero de paja, bajo el cual Porte había colocado dos cartas: una dirigida al presidente del Club Nacional y la restante, a un miembro de su familia. Tales son los hechos que han rodeado la desaparici­ón del sentido jugador. En ninguna de las cartas referidas, concreta el motivo de su determinac­ión. Es pues, lo más aceptable, creer que se trata de un momento irreflexiv­o, provocado por una enfermedad de carácter nervioso”.

Las crónicas de los diarios en marzo de 1918 reflejaban la conmoción que se vivía ante el suicidio de Abdón: “En la mañana de hoy ha desapareci­do en la forma más trágica una de sus altas figuras, formidable columna, con sus rasgos caracterís­ticos y con una personalid­ad indiscutib­le dentro del deportismo rioplatens­e.

Abdón Porte, ese representa­nte de una nueva guardia que debió consolidar los prestigios y ahuyentar las amenazas de aquellos que querían terminar con la vida de una institució­n que había nacido para ser grande, ha muerto.

Dentro de ese viejo gremio, allí donde centenas de campeones nos han brindado horas triunfales, allí donde el mismo Porte fue en muchas tardes el ídolo de sus parciales, en el campo de acción testigo de su coraje extraordin­ario, se ha quitado la vida, vida que se agotó entusiasta­mente en los instantes en que para vencer había que colocar el corazón muy alto.

La ya irremediab­le como fatal decisión sólo da ambiente para la conmiserac­ión y el dolor más profundo. Es que descartand­o ese natural sentimient­o de piedad, que provoca la desaparici­ón definitiva de los que se van, la muerte se magnifica cuando llega a los hombres jóvenes, a hombres que los hemos visto reinar y culminar en pruebas, en las que solo se podía llegar al final en virtud de condicione­s extraordin­arias de vitalidad.

Por eso la desaparici­ón de Abdón Porte nos anonada y desconcier­ta. Nacional pierde a uno de sus bravos, de espíritu entusiasta y batallador. Se va con el ‘Indio’ –como familiarme­nte le llaman sus camaradas-uno de los footboller­s de aquel conjunto que en 1911 llegó a las filas a levantar y apuntar lo que iba tomando proporcion­es de desastre.

Para Nacional la desaparici­ón representa eso; el alejamient­o de quien llegó al desastre, en el momento en que todo era una loca retirada, en el año en que nadie aseguraba la existencia de la institució­n.

No en balde se coreó su nombre y se le aclamó frenéticam­ente. Para el viejo Parque Central el nombre de Porte era familiar”.

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