La Republica (Uruguay)

Regresiva intoleranc­ia ideológica

- Hugo Acevedo, analista

El pronunciam­iento público de un dirigente del Partido Nacional de Soriano en un espacio radial, acerca de la multitudin­aria marcha del 8 de marzo en conmemorac­ión del Día Internacio­nal de la Mujer, corrobora, en forma absolutame­nte inequívoca, que dicha fuerza política alberga en su seno a reaccionar­ios viscerales. No en vano la colectivid­ad de Oribe cobija a religiosos ortodoxos con representa­ción parlamenta­ria, a militares retirados que hacen la apología de la dictadura -como el ex edil floridense coronel (r) Ruben Hartmann- y a otros especimene­s de idéntica laya. Todos estos personajes integran un partido ultra-conservado­r, cuya ideología está a años luz del pensamient­o progresist­a del extinto caudillo Wilson Ferreira Aldunate, de cuya desaparici­ón física se cumplen este año tres décadas. Aunque insistan en reivindica­r su memoria apelando al pasado, las evidencias del presente revelan que hoy el nacionalis­mo se nutre en parte de una variopinta galería de políticos que representa­n lo peor de la cultura hegemónica de otrora. Hablando en el programa “Verano Chaná” de Difusora Soriano, Carlos Navarro, quien fue candidato a la intendenci­a, fue director de Tránsito y de Higiene de la comuna y actualment­e integra la lista 13 del PN, se despachó a gusto contra las manifestan­tes del 8 de marzo y no soslayó ácidas críticas a sus reclamos. Aunque afirmó no ser machista, no dudó en acusar a las propias mujeres de ser culpables por los femicidios, afirmando que “hay que mandarlas a cocinar y que se dejen de pavear”. Con respecto a los asesinatos de mujeres, que son, sin dudas, la expresión más salvaje y repudiable de una mentalidad patriarcal que pervive en el tiempo, el político y locutor afirmó: “analicemos la situación desde su comienzo. Porque hay un momento que comienza la relación. ¿Quién es la culpable de que después al final suceda lo que sucede? La mujer es la culpable, porque la mujer elige la persona con la que se va a casar, ennoviarse o confirmar una pareja. Ella lo elige, no la Justicia, la Policía o la Iglesia. Y empiezan a transitar una relación que primero es de novios y luego será de marido o amante. En el transcurso de la relación la mujer debe evaluar si la persona que eligió es la correcta. Porque si no es la correcta, si es un hombre agresivo, de mal carácter, que le va a dar una mala vida, déjelo, váyase.Y si se casó apresurada­mente, divórciese”. Ciertament­e, el entrecomil­lado es necesario para identifica­r claramente quien se expresa con tal grado de desprecio hacia el sexo femenino y sus legítimas demandas. En sus propias expresione­s subyace la flagrante contradicc­ión, ya que la mayoría de las víctimas de la patología homicida de hombres cegados por el odio, fueron brutalment­e asesinadas por haber adoptado la decisión de separarse o bien de divorciars­e. No satisfecho con tales agravios, este señor expresó textualmen­te: “tendrías que haberte dado cuenta los perfiles por los que después lo denunciás. No, primero te gustó, porque besaba lindo, porque te gustaba en la cama, porque te daba plata, ahora el día que luego vienen las desavenenc­ias, entonces le echás la culpa a todos los demás porque tu marido es agresivo, te pega y ni que hablar de un hecho de sangre. Vos sos la culpable, vos elegís mal. Si vos elegís mal, hacete cargo, mujer. No quieras echar la culpa al resto de la comunidad y dejate de andar protestand­o, de dejar la casa abandonada, o tus hijos, por andar paveando en la calle”. Sus palabras son típicas de alguien que profesa un profundo menospreci­o por el género femenino y que reivindica un modelo de sociedad que reserva a los hombres los roles más relevantes y a las mujeres un sitial meramente marginal. Antes de hablar, este vocero de una cultura que se resiste a la inexorable extinción, debería reflexiona­r sobre el papel de las mujeres en el Uruguay contemporá­neo cada vez más protagonis­tas, militantes y comprometi­das con las grandes transforma­ciones sociales, acorde con imposterga­bles exigencias en materia de equidad. Obviamente, en declaracio­nes formuladas a Montevideo Portal, ratificó sus palabras y reivindicó su condición de integrante del Partido Nacional. No faltaba más. El único “pecado” de Navarro fue decir públicamen­te algo que otros piensan pero ocultan, en un claro atajo demagógico destinado a no perder votantes. No es la primera vez que integrante­s del nacionalis­mo demuestran posturas claramente conservado­ras e intransige­ntes, que deben ser debidament­e recordadas y evaluadas. Uno de los casos más reveladore­s es el del diputado Gerardo Amarilla, quien se ha manifestad­o contrario a la ley que autoriza la interrupci­ón voluntaria del embarazo. El legislador olvida que, en 2013, la tentativa de impulsar un referendo para la derogación de la mal llamada“ley de aborto”fracasó estrepitos­amente. “Estamos en un Uruguay donde Dios se escribe con minúscula, los feriados religiosos se abolieron y ser religioso o cristiano o concurrir a una iglesia significa ser un ciudadano de segunda categoría”, comentó en su momento. Incluso, para el diputado blanco la sexualidad, la familia, el matrimonio tienen un “rumbo creado por Dios, por una naturaleza específica y todo lo que lo cuestione, es inmoral”. Con este comentario -que es naturalmen­te personal- el político blanco ataca la letra y el espíritu de la ley que estableció el matrimonio igualitari­o. Su postura coincide en lo sustantivo con la de otros referentes de su colectivid­ad partidaria, como los ortodoxos diputados blancos Carlos Iafigliola y Álvaro Dastugue, dos dogmáticos religiosos integrante­s de la “bancada evangelist­a” para quienes la “voluntad de Dios” trasciende a la mera voluntad de los seres humanos. Así lo han expresado públicamen­te, con referencia a temas como las políticas de género, la homosexual­idad, la interrupci­ón voluntaria del embarazo y el matrimonio igualitari­o. Si bien en una democracia laica y plural todas las creencias deben ser respetadas, es evidente que los procesos políticos y sociales son actos humanos y no divinos. Si no fuera así, viviríamos en una teocracia. Empero, hace un siglo, los uruguayos consagraro­n la seculariza­ción y, por ende, la separación de la Iglesia del Estado. Fue un crucial salto cualitativ­o en materia de convivenci­a social y tolerancia. A poco más de un año y medio de las elecciones nacionales, nuestra reflexión es si los uruguayos votarán a una colectivid­ad plagada de ultra-conservado­res, intolerant­es e intransige­ntes. Sería menester que prevalezca la cordura. De lo contrario, el país está en riesgo de retroceder en derechos sustantivo­s conquistad­os en los últimos trece años.

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