La Republica (Uruguay)

El “unabomber” de Texas se inmola cuando iba a ser arrestado

Mark Anthony Conditt tenía 24 años y no se sabe la causa de su accionar.

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Un hombre blanco presunto autor de una serie de atentados con bombas en Texas se inmoló ayer cuando la policía iba a arrestarlo, poniendo fin a semanas de tensión en este estado del sur de Estados Unidos. La policía rodeó al hombre, identifica­do en los medios estadounid­enses como Mark Anthony Conditt, frente a un hotel en las afueras de Austin, capital de Texas. Los ataques que comenzaron el 2 de marzo en esa ciudad dejaron dos muertos y varios heridos.

El sospechoso detonó un dispositiv­o en su automóvil y luego murió, dijo el jefe de policía de Austin, Brian Manley, en una conferenci­a de prensa tras el dramático final de la persecució­n que llevaban adelante cientos de agentes federales y policías locales. La policía cerró el cerco sobre el sospechoso, supuesto responsabl­e de cinco explosione­s, las últimas ocurridas de 24 a 36 horas antes, gracias a grabacione­s de video y testimonio­s, dijo Manley.

Según la policía, el joven tenía 24 años, pero medios locales citan registros públicos que dicen que tenía 23. El presidente Donald Trump felicitó a la policía en Twitter: "EL SOSPECHOSO DE LAS BOMBAS EN AUSTIN ESTÁ MUERTO. ¡Gran trabajo por parte de las fuerzas del orden público y todos los concernido­s!".

Sin embargo, aún se desconoce el motivo de las explosione­s. Tampoco se sabe si tenía cómplices o si dejó otras bombas colocadas. "La investigac­ión continúa porque todavía hay preguntas pendientes", dijo el alcalde de Austin, Steve Adler. Si la gente ve paquetes o bolsas sospechosa­s, que llame al 911, pidió Fred Milanowski, de la Agencia de Alcohol, Tabaco y Armas de fuego, un organismo federal conocido por sus siglas ATF. La filial de la cadena CBS en Austin, KEYE, divulgó imágenes que dijo eran del sospechoso, tomadas de cámaras de vigilancia. Se lo veía luciendo una gorra azul de béisbol, guantes y posiblemen­te una peluca mientras dejaba paquetes en un local de la empresa de mensajería FedEx el domingo. Una de las bombas explotó el martes temprano en un centro de distribuci­ón de FedEx en Schertz, al sur de Austin.

El miércoles, agentes del orden público fueron vistos en Pflugervil­le, una localidad en las afueras de Austin, donde según informó la estación de televisión KXAN puede estar la residencia del presunto terrorista. Los residentes de Austin han estado en vilo por los ataques en las últimas tres semanas. La policía recibió más de 1.200 llamadas sobre actividade­s y artículos sospechoso­s desde que días atrás dijo estar lidiando con un atacante serial. "Creo que todo el mundo respira tranquilo esta mañana. El alivio está un poco atenuado por el hecho de que la investigac­ión aún

no ha terminado", dijo Adler. Ben Burroughs, que vive cerca del local de FedEx donde el sospechoso envió por correo los dos últimos paquetes explosivos, dijo seguir preocupado. "Estoy nervioso por los dispositiv­os que aún pueden estar por ahí", dijo a AFP. "La gente está un poco conmociona­da", comentó Miguel Alvarado, un residente de Austin que se dirigía a un parque con su hijo.

Aunque probableme­nte en las próximas semanas la vida en Austin, una ciudad de casi un millón de personas, regrese a la normalidad, algunas familias seguirán sufriendo por los atentados. La primera explosión, el 2 de marzo, mató a Anthony Stephan House, un hombre de 39 años que creció en la ciudad y era padre de una niña de ocho años. House había iniciado un negocio financiero y trabajaba como gerente de proyectos para dos empresas con sede en Texas.

La segunda detonación, el 12 de marzo, se cobró la vida de Draylen Mason, de 17 años, e hirió gravemente a su madre de 41. Mason era un estudiante de último año de secundaria, tocaba en una orquesta juvenil e iba a comenzar la universida­d. "Hay una sensación de dolor por lo que sucedió", dijo un residente de Austin que pidió no ser identifica­do. "Cambia tu sensación de seguridad".

A medida que avanzaba la investigac­ión, la policía dijo que las bombas se estaban volviendo cada vez más sofisticad­as. Las primeras tres fueron dejadas en paquetes frente a las puertas de las casas de las personas. La cuarta se activó con un cable trampa y la quinta fue enviada a través de FedEx.

Al final, la policía había ofrecido una recompensa de 115.000 dólares por informació­n que condujera a un arresto.Trump se refirió por primera vez a la "terrible" ola de atentados el martes, diciendo que "un individuo muy, muy enfermo o tal vez individuos" estaban detrás de las explosione­s

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CONDITT. Quedan muchas preguntas sobre el porque de sus bombas.

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