Rebeldía, lucha, resistencia y fiesta: tres días en El Caracol de Morelia
Desde más de 38 países acudieron al Primer Encuentro Internacional de Mujeres del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que se realizó en el llamado Caracol de Morelia, en Chiapas, México, del 7 al 9 de marzo pasados. En un territorio liberado
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Si eres una mujer que lucha, que no está de acuerdo con lo que nos hacen como mujeres que somos, si no tienes miedo, si tienes miedos pero los controlas, pues entonces te invitamos a encontrarnos, a hablarnos y a escucharnos como mujeres que somos”, decía la convocatoria al llamado “Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de las Mujeres que Luchan”.
Las participantes llegaron –muchas después de horas y horas de viaje- de Alemania, Andorra, Argentina, Australia, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Dinamarca, Ecuador, El Salvador, Estado Español, Estados Unidos, Francia, Grecia, Guatemala, Honduras, Inglaterra, Italia, Nación Mapuche, Nación Cree y Ojibwa, Nación Navajo, Suecia, Nicaragua, País Vasco, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Suiza, Uruguay, Venezuela, y 27 estados de México.
Aunque algunas hablaban solo chol, tzotzil, tzeltal, español, inglés, francés, alemán o italiano, se entendieron durante el evento, organizado por las indígenas de la Comandancia General EZLN, un movimiento que en enero de 1994 se levantó en armas para ser protagonista de su propia historia. Como hace una década cuando organizaron un encuentro con mujeres de todo el mundo, volvieron a hablar de su revolución y de su mundo, pero a diferencia de lo que ocurrió en 2007 en el Caracol La Garrucha, en 2018 decidieron que su espacio de encuentro sería sin la presencia de hombres y con una gran dosis de arte, música y deporte.
“Aquí, solo mujeres”
Ya en las puertas del Caracol de Morelia, un letrero azul decía: “Bienvenidas Mujeres del Mundo”; otro amarillo advertía: “Prohibido entrar hombres” y uno más reafirmaba la indicación: “Aquí, solo para mujeres”. En ese espacio, las indígenas se hicieron cargo de todas las tareas: desde seguridad, alimentación, limpieza, audio y luz hasta el liderazgo y la vocería.
Para entrar a este mundo que en realidad es otro mundo -uno donde se construye y no se destruye, como indica uno de los siete principios zapatistaslas visitantes cargadas con maletas, víveres, instrumentos de música y mochilas, hicieron largas filas que se prolongaron por la madrugada mientras las zapatistas, acostumbradas a acompañarse, ofrecieron sus manos solidarias para cargar equipajes o simplemente saludar a través de sus ojos expresivos descubiertos por los pasamontañas.
A partir del 8 de marzo el Caracol se convirtió en un lugar mágico, cubierto de murales pintados de colores brillantes en los que se plasmó rebeldía, resistencia, lucha, el ideal de libertad para la población femenina y el derrocamiento del sistema capitalista.
Una cancha de fútbol fue el espacio central de esta reunión que sumó a unas cinco mil asistentes y dos mil zapatistas provenientes de los cinco Caracoles zapatistas ubicados en tierras recuperadas por el movimiento de 1994: el de Morelia, La Realidad, La Garrucha, Oventik y Roberto Barrios.
Cada año, un año de lucha
En los montes chiapanecos el sol manda, por eso 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, a las 6 de la mañana comenzó a escucharse una tonada: “Que linda está la mañana… en que vengo a saludarte…”, la letra de“Las Mañanitas” a cargo de un grupo musical de mujeres zapatistas que con bajo, guitarra y voz dieron la bienvenida a las mujeres del mundo.
En la inauguración las zapatistas “de juicio”, como se les llama a las adultas de los cinco Caracoles, narraron cómo vivían antes del levantamiento zapatista en 1994 y cómo fueron discriminadas y violentadas por ser mujeres indígenas hasta que se integraron a la lucha hace 24 años. Ellas, las abuelas, también contaron los logros alcanzados después de construir una comunidad autónoma que edificó sus propios centros de salud y espacios educativos, y que fomentó la participación activa de las mujeres en las comunidades y la búsqueda de la igualdad entre todas y todos.