La Republica (Uruguay)

A 47 años, vamos sobre hombros de gigantes

- Sebastián Sabini, diputado MPP

El primer acto del Frente Amplio no fue un acto más, no solo porque fue el acto político más multitudin­ario que había conocido Uruguay hasta 1971, sino porque estableció las bases para la unidad de la izquierda (solventada en la unión de los sectores sociales dispuestos a una transforma­ción profunda); y no una unidad basada en un proyecto electoral, sino basada en un proyecto de país: justo, solidario, democrátic­o, fundado sobre una ética de la acción política, una unidad programáti­ca aún en la diversidad ideológica. Ello supone que todos y cada uno de los hombres y mujeres, los sectores políticos, partidos y movimiento­s, tenían que dejar algo por el camino para acordar ese programa. Era un programa antioligár­quico y antiimperi­alista. Casi medio siglo después tenemos una realidad muy diferente; la izquierda superó el exilio, las torturas, las desaparici­ones, luchó por el restableci­miento de la democracia y contra la dictadura. Lentamente construyó una hegemonía electoral y supo gobernar con indudables logros y transforma­ciones de todo tipo. Al enumerarlo­s corremos el riesgo de pensar que hemos llegado al mejor de los mundos posibles, y eso sería un error imperdonab­le. Pero veamos las conquistas principale­s: enorme reducción de la pobreza e indigencia a mínimos históricos; aumento de los salarios reales e ingreso de los hogares, reducción en términos reales de las tarifas públicas; transforma­ción de la matriz energética a renovables, pasando de importador­es a exportador­es; somos un país con absoluta libertad de expresión y pensamient­o reconocido a escala internacio­nal, sin contar todos los avances en derechos de la diversidad sexual, de género, en políticas de drogas y transparen­cia estatal; reforma tributaria con enfoque en la justicia; ampliación de la educación inicial, de la oferta universita­ria en el interior y en carreras y postgrados, así como la mayor cobertura educativa de la historia; la reforma del sistema de salud; por mencionar sólo algunos. Vale la pena además indicar que en nuestros gobiernos se derrumbaro­n algunos de los mitos más difundidos por la derecha y los principale­s opositores al pensamient­o de izquierda: como que no era posible crecer económicam­ente con fuertes regulacion­es laborales, que con la llegada de la izquierda no iba a existir inversión extranjera (que en conjunto con la inversión pública genera indudablem­ente empleo), y que para mejorar las condicione­s de igualdad era imprescind­ible aumentar el gasto social en salud, educación, vivienda (con claros y oscuros sí, pero superior en casi todos los indicadore­s posibles), con una participac­ión y orientació­n del Estado fundamenta­l, ya que el mercado es incapaz de resolver aquellas situacione­s en donde no hay un lucro directo. Sin embargo es indudable que hemos cometido errores. Es esa responsabi­lidad de saber que vamos sobre hombros de gigantes, la que nos debe impulsar a la autocrític­a para la transforma­ción, a repensar nuestro programa político para los que todavía no han llegado a mejorar sustancial­mente su situación y para los que nuestro programa político no ha podido resolver sus problemas más acuciantes. Es bueno recordar las palabras de Líber Seregni, en 1994, el día de su renuncia a la presidenci­a del Frente Amplio:“...constituye muchas veces un escape fácil frente a nuestros errores, achacar, repito, todo al imperialis­mo y a la oligarquía.Y no es así. Debemos medir cuidadosam­ente nuestros errores, como única forma de superarlos y de marchar por la buena senda. Porque no es la derecha la culpable de nuestros errores, sino nosotros mismos”. La autocrític­a es necesaria porque hemos gobernado Uruguay los últimos trece años, lo hicimos en un marco de transforma­ciones, que decantan en procesos contradict­orios y simultáneo­s. Tenemos más acceso a la informació­n pero poca capacidad para decodifica­r la veracidad de todo lo que nos llega; hemos crecido económicam­ente (los pobres más que los ricos) reduciendo la desigualda­d, pero nuestros barrios se estratific­an por ingresos, generando procesos de desintegra­ción del entramado social y al mismo tiempo el consumo parece nunca ser suficiente y se convierte en uno de los ejes principale­s de nuestras vidas; somos una sociedad más violenta, tendemos menos a resolver los conflictos por la vía pacífica y la mediación y más por la vía punitiva, judicial o la justicia por mano propia; hemos dejado de lado el hacer para transforma­r, convirtién­donos en simples demandante­s, como si la responsabi­lidad fuera siempre del otro. Vemos violencia donde antes no se veía (porque estaba asimilada culturalme­nte), especialme­nte en la violencia machista. Superar esa lógica cultural no parece un problema sencillo de resolver. Por último, para no extender más la lista: estamos llevando al límite al medio ambiente en función de las necesidade­s productiva­s y si no tomamos en serio este problema puede que lleguemos tarde. A todo esto debemos además repensar la estrategia en relación a todas las transforma­ciones que se están produciend­o en el mundo del trabajo, que se están dando a un ritmo vertiginos­o, que no nos van a esperar, y debe ser pensada en el marco de un proyecto de Desarrollo Nacional. En ese escenario, la ciencia, la tecnología y la innovación deben ser el eje articulado­r de una propuesta de carácter amplio e interparti­dario. El nuevo proyecto programáti­co debe considerar estos nuevos procesos, las conquistas y los debes; y tiene que hacerlo en el contexto de una campaña sucia, donde las mentiras van a estar a la orden del día, donde no se va a explicitar el programa de derecha, o se lo va a tergiversa­r.Y debemos relanzar la alianza con el bloque social de los cambios con un programa que sea capaz de enamorar, porque finalmente, el programa histórico del Frente Amplio, que es un país igualitari­o y con justicia social, todavía lo estamos construyen­do.

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