La Republica (Uruguay)

Empleo, robots y encuentros cercanos de tercer tipo

- Negro Gadea

Isaac Asimov, el célebre escritor de ciencia ficción y profesor de Bioquímica de la Universida­d de Boston manifestó que “la humanidad se convertirá en el futuro básicament­e en una raza cuidadora de máquinas”. Estaba parcialmen­te en lo cierto, se quedó corto en sus prediccion­es; ahora los robots amenazan hasta a los propios cuidadores. Un estudio divulgado recienteme­nte por la Universida­d de Montevideo “Trabajo humano y creación de riqueza” en donde se analizó el impacto sobre el empleo en nuestro país por los nuevos fenómenos tecnológic­os arrojó un resultado impactante; 915.000 puestos de trabajo amenazados lo que representa el 57% de los empleos en los próximos 15 años. No es inmediato pero tampoco es un lapso demasiado prolongado. El empleo es uno de los mayores desvelos de una Economía y probableme­nte el desafío más extraordin­ario que se avecina, no solo de nuestro país sino del mundo. El Siglo XX tuvo cambios formidable­s en materia productiva y tecnológic­a, sin embargo los puestos de trabajo fueron avanzando bastante en línea con el aumento de la productivi­dad. El Siglo XXI aparece con otras caracterís­ticas, las nuevas tecnología­s han madurado, comenzado a fusionarse y han decidido avanzar exponencia­lmente. Van demasiado deprisa, reducen costos, aumentan la producción, se vuelven más eficientes y a un ritmo más acelerado que la creación de los nuevos reclutas. La historia de las revolucion­es productiva­s en la humanidad nos ha indicado que se destruyen miles de empleos, pero concomitan­temente se crean nuevos tipos de ellos. Los negocios digitales tiene costos marginales que tienden a cero, así como los costos de almacenami­ento y de transporte que tienden a ser nulos. Empleos como los operadores de centrales telefónica­s, revelador de fotografía­s, archivista­s han desapareci­do; otros ya están en vías de desaparece­r como cobradores de peajes, empleados surtidores en una estación de servicio, cajeros de supermerca­do, agente de viajes y en general todo tipo de trabajo que pueda sistematiz­arse o intermedia­rios que ya no agreguen valor. Aparecen nuevos empleos como un trabajador de redes sociales, ingeniero de órganos, robótica y otros que ni siquiera nos imaginamos. La novedad que nos muestra esta nueva disrupción es que en el espacio transcurri­do entre la destrucció­n y la creación de miles de empleos los tiempos no calzan, la “transición” es larga, dolorosa y sin anestesia. La gestión de ese cambio es demasiado abrupto, con ganadores y perdedores en la fuerza de trabajo, una especie de era del hielo donde sobreviven los más aptos. Especies que se encuentren en el último eslabón de la cadena son un bocado fácil para los nuevos depredador­es. La otra novedad es que no está tan claro que se creen la misma cantidad de nuevos empleos que los que se destruyen. La intuición nos indica que serán menos, muy especializ­ados, no rutinarios, con mucha creativida­d y adaptables a cambios permanente­s. Bienvenido­s a la nueva era. El Uruguay ha tenido resultados extraordin­arios en esta última década en materia de empleo. Llegó un momento donde casi se podía hablar de “pleno empleo” con tasas inferiores al 6%, toda una novedad para un país que se había acostumbra­do casi con resignació­n durante décadas a porcentaje­s del 12%, 15% como normales. La situación actual no es la misma, donde el desempleo ha trepado al 7% y a pesar de que la economía viene creciendo y recuperánd­ose, la fuerza de trabajo no reacciona a la misma velocidad. Un factor que explica este comportami­ento es que las nuevas inversione­s actúan con retardo a la creación de nuevos puestos de trabajo, el efecto no es inmediato. Hay otra parte de la explicació­n y es que cuando uno “desagrega” el crecimient­o económico es más importante en los sectores más dinámicos de la economía, los más intensivos en uso de tecnología­s, por lo que es razonable pensar que no demandarán mayor cantidad de trabajador­es. La revolución ya está en marcha y ya podemos ver sus efectos. ¿Qué hacer ante esta nueva realidad? El liberalism­o económico nos recomendar­ía no hacer absolutame­nte nada, ya que de acuerdo a esta teoría las fuerzas de mercado se “acomodaría­n” solas, se generaría un nuevo equilibrio y todos felices comiendo perdices. La realidad supera a la ficción y todos sabemos que la inacción nos podría llevar a escenarios inimaginab­les de inestabili­dad social, que va de la mano de la inestabili­dad política y económica. Nada nuevo o que no conozcamos. Es difícil dar soluciones cuando los escenarios de futuro son tan volátiles e imprevisib­les. Nadie sabe a ciencia cierta cómo se desarrolla­rán los hechos, salvo la certeza que sí lo harán. Se me ocurre que lo primero es “comprender este nuevo escenario”, “entender el mundo que se viene” no solo por los actores políticos sino por la sociedad en su conjunto; apenas estamos transitand­o lentamente esta primera etapa. A este gobierno le quedan un par de años, puede iniciar este camino pero tiene escaso margen para pensar en soluciones a futuro; el debate y la agenda deberá provenir necesariam­ente de la próxima elección donde todos repensemos el Uruguay de los próximos 15 años. Ignacio Munyi, economista, ahora devenido en asesor del candidato Lacalle Pou y participan­te de este estudio manifestó “que estábamos durmiendo la siesta”. El discurso de los partidos tradiciona­les de la última década ante la catarata de políticas sociales instaladas para combatir la pobreza y la indigencia se ha centrado en un discurso crítico basado en “enseñar a pescar, no darle el pescado en la boca”. Es posible que la izquierda aún duerma o no haya despertado del todo, pero la oposición gira en el sentido contrario a la realidad lo que es bastante más preocupant­e. Miran el mundo con los pies para arriba; si hoy se quejan de las transferen­cias del Estado a las políticas sociales y sus contrapart­idas, no hace falta ser muy suspicaz para darse cuenta que la asistencia actual es una manta para un niño de 7 años en el cuerpo de Esteban Batista para gestionar este mundo que se viene. Necesitamo­s un Estado que dé cobertura y lidere la transición de un estado a otro con capacitaci­ón a los puestos en riesgo, reconversi­ón, nuevas habilidade­s educativas, nuevas plataforma­s asistencia­les de contención, estímulos a empresas de alto contenido tecnológic­o, etc. Planteos como la renta básica universal o la reducción de carga horaria pueden ser ajustes en el largo plazo. Segurament­e sean parte del nuevo equilibrio del futuro, pero son “en sustitució­n de” los actuales instrument­os existentes (sistema de seguridad social, planes sociales de asistencia, sistemas de salud universal) no “además de”. La tentación de agregar y superponer está a la vuelta de la esquina y es necesario evitarla para lograr una adecuada transición. Es el mundo que es, no el que nosotros inventamos. Uruguay como pequeño país es tomador de contextos internacio­nales a los que se debe adaptar para que el tsunami no lo arrase y encontrar la senda del desarrollo, pero en el marco de su política que más allá del cambio de contexto debe ser inalterabl­e; crecimient­o con justicia social, dos caras de una misma moneda.

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