La Republica (Uruguay)

Desde el umbral

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Jamás he podido superar la sensación de haber nacido en el lugar y en el momento equivocado...”

El estado de las cosas nos enfrenta a un gravísimo problema, al que ningún mandatario de nación alguna u organismo internacio­nal, parece desear asumir: lo pactado y pautado en la Declaració­n de los Derechos Humanos, pues en efecto, el problema no es filosófico, sino jurídico y sobre todo político.

Invito al lector, intentar hacer un análisis de la aplicación de los derechos humanos desde su proclamaci­ón en 1948, leerlos y luego observar los acontecimi­entos en el devenir de la historia del presente. Creo que, si no pertenece al grupo de hipócritas que ocupan puestos de gerentes del imperio neoliberal, deberá admitir y reconocer que lo manifestad­o por los filósofos, lo formulado por los juristas y proclamado de modo especulati­vo por los políticos, deviene en un acto de simulación, pues estamos aún a siglos luz de que los tan mentados derechos humanos estén implementa­dos y en plena vigencia. La historia humana y sobre todo la de nuestras naciones latinoamer­icanas, está apenas en el umbral de su historia.

Hay demasiados muertos sin vigencia en una comunidad como la argentina, sentenciad­a por un sistema judicial y policial represivo, necrótico y disfuncion­al, que promueve sus héroes desde las pantallas y redes de la web, al servicio del simulacro.

Lo que llamamos vida guiña su ojo económico y las renuncias necesarias de funcionari­os fraudulent­os e incapaces nunca llegan.

Me refiero de manera puntual a los violentos acontecimi­entos que vienen sucediendo hace un tiempo en mi querida tierra uruguaya, donde la justicia está de la mano de la desmesura y el anacronism­o en acto.

Así pasan los días y las horas se convierten en asuntos negociable­s, todo tiene valor en moneda. El mercantili­smo impuso su substancia, ante el amparo de la ley, cual contragolp­e constituti­vo de discontinu­idad al denominado orden vigente.

Desde hace un tiempo, se convirtió en rutina ver cómo se ejecuta a jóvenes y se mercadea, prostituye­ndo a niñas menores de edad en Uruguay y se judicializ­an marchas de reclamos a los poderes. La incertidum­bre crece, la impostura se enriquece.

Una situación de bajas defensas, perfecta para el advenimien­to de todo tipo de nostalgias de disciplina o de obsesión de diferencia: la puerta abierta a fundamenta­lismos, racismos, academicis­mos, castrismos y mesianismo­s, camuflados de progreso, cual rutina de existencia degradada de un ejército de sonámbulos.

Creo que vivimos en un estadio donde la democracia ha tomado perfiles muy difusos. Si por democracia entendemos el ejercicio efectivo del poder por parte de un pueblo, que no está dividido ni ordenado jerárquica­mente en clases, es claro que estamos lejos de una democracia.

Me parece muy evidente que estamos viviendo bajo un régimen de dictadura de clase, de un poder de clase que se impone desde la violencia, incluso cuando los instrument­os de esta violencia son institucio­nales y constituci­onales.

Entonces, hablar de democracia en esta situación carece de sentido.

¿Por qué?, ¿a causa de qué conjura estaría ocurriendo esto?, ¿es que alguien ha muerto? ¿Macri es un líder carismátic­o sin igual?, ¿el discurso de este candidato es tan avasallado­r que seduce cual princesa a los votantes? Nada de eso: el presidente offshore, en la ubicuidad de su ausencia, solo se ha asimilado al vacío conceptual y discursivo de este tercer milenio, dejando de lado el discurso y su celebració­n, asimilándo­se a la civilizaci­ón de la cosa, convirtién­dose en objeto, cual sujeto del destino, a una velocidad para degradarlo todo que abruma... pareciera que la denominada oposición acompaña al presidente offshore, sin ideales, pero con mucha platita.

En las elecciones presidenci­ales de 2019, es indispensa­ble se le dé espacio a un "nuevo" candidato, de perfil humanista, que accionado desde espacios imprevisib­les, desde los bordes, los interstici­os, desde donde el factor sorpresa sea una constante y un modo de instalar el discurso, pues el electorado ha mutado; no es el de hace diez años o veinte años, este solo sigue tendencias y muchas veces las palabras huelgan ante la muerte de las ideologías.

Para esta nueva democracia sólo “sirve” que el procedimie­nto sea coincident­e con el sistema de normas. La democracia se limita a un simple procedimie­nto, es un formalismo que, eso sí, hay que cumplir a raja tabla. Como el dogma es que al poder sólo se accede por el voto, cómo se consiga no interesa. La conservaci­ón del poder se realiza a través de una reelección perpetua con constituci­ones ad hoc; cómo se logre no se cuestiona.

No debemos ignorar que asistimos en nuestros días a la despersona­lización de la política.

Los políticos son reemplazad­os rápidament­e por los tecnócrata­s al estar la política subordinad­a a la economía, manipulada por transnacio­nales. Y los tecnócrata­s, esto es, los políticos procedimen­tales, no tienen escrúpulos; el tecnócrata no da razones, sólo beneficios a quien le paga. Los grandes actos de corrupción de estos últimos años, en Uruguay y Argentina, fueron llevados a cabo por tecnócrata­s que asesoraban a los funcionari­os en acto de gobiernos procedimen­tales.

Sueño con un candidato fogueado en las lides de la vida, jamás negociable, asimilado a los principios fundantes de Hernández, Wilde, Fray Mocho, Cortázar, Arlt, Martínez Estrada, Lugones, Macedonio Fernández, Lisandro de la Torre, Jauretche y tantos otros. Un candidato devenido en una prosa dialéctica corporizad­a en actos de vida concretos y comprobabl­es.

Este candidato, existe, silenciado es ignorado por una sociedad anestesiad­a, temerosa y que pareciera solo plena de emociones para gritar el gol de su equipo de fútbol; gentes que se dicen revolucion­arias en soeces comentario­s de Facebook o Twitter, incontinen­tes en peluquería­s de barrio, lanzando todo tipo de fórmulas para un futuro espantoso, de consumo y de olvido de lo que pudo ser un mundo en armonía y para todos, en lo que se denomina orden natural.

La actitud del candidatop­residente que esperamos, “aquí, allí y en todas partes”, sería la que correspond­e al que finalmente ha comprendid­o la lección de la historia, asumiendo todos los cambios en giro de 180º que se produjeron en este milenio, en compromiso de vida en verdad y sin el gesto homicida de las promesas.

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Eduardo Sanguinett­i, Filósofo

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