La Republica (Uruguay)

Hacia una gobernanza más humana de las migracione­s

- Marcelo Pisani, director regional de la Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s (OIM) para Centroamér­ica, Norteaméri­ca y el Caribe.

La OIM, en su carácter de organismo de las Naciones Unidas especializ­ado en migracione­s, promueve que la migración tenga lugar en forma humana y ordenada, proveyendo servicios y asistencia a gobiernos y migrantes. Como parte de esta misión la OIM aboga y se involucra únicamente en aquellas iniciativa­s de gobernanza migratoria que representa­n las mejores soluciones, tanto para las personas migrantes como para sus países y comunidade­s de origen, tránsito, destino y retorno.

Tomando como base este principio, la OIM (Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s) no se involucra, ni participa, ni aboga por ningún tipo de retorno forzado, incluidas las deportacio­nes.

La deportació­n es el acto del Estado en el ejercicio de su soberanía mediante el cual envía a un extranjero fuera de su territorio, a otro lugar, después de rechazar su admisión o de habérsele terminado el permiso de permanecer en dicho Estado.

Ahora bien, en el ejercicio de su soberanía, el Estado está obligado a respetar los derechos humanos de las personas y a apegarse a la legalidad. En este sentido, las deportacio­nes, al igual que cualquier otro acto del Estado, deben siempre llevarse a cabo con pleno respeto a los derechos humanos de las personas deportadas.

Pero más allá de la legalidad de la deportació­n, las políticas migratoria­s en general -y las deportacio­nes, en lo particular­deben necesariam­ente valorar y conciliar el derecho de los Estados, con la protección de los derechos y las libertades individual­es de toda persona, sin importar su condición migratoria.

Aunque dicha valoración puede resultar complicada, de ninguna manera debemos considerar que los conceptos de soberanía y de derechos humanos sean mutuamente excluyente­s.

No existe una fórmula migratoria mágica o universalm­ente aplicable para que el Estado ejerza su facultad de retirar a un migrante de su territorio. Pero sí existen, sin embargo, formas efectivas y humanas de hacerlo.

Una buena gobernanza migratoria respeta el derecho soberano de un Estado de decidir quién puede entrar a su territorio, y la exigencia de que quienes entran a él acaten sus leyes y respeten sus costumbres; pero también vela por los derechos de las personas y toma en cuenta los principios de solidarida­d y humanidad, al considerar la necesidad de migrar que tienen y han tenido muchas personas a lo largo de la historia en la búsqueda de una vida mejor para sí mismos y sus familias; de hecho, la estrategia de reducción de la pobreza más antigua que conoce la humanidad ha sido la migración.

Una deportació­n indiscrimi­nada deja de lado el segundo elemento de este escenario más humano para la migración.

Para OIM, la decisión de deportar o no a una persona debe contemplar, entre otros elementos, los estándares e instrument­os internacio­nales de derechos humanos como la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacio­nal de Derechos Civiles y Políticos, la Convención de los Derechos del Niño, o la Convención contra la tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradante­s.

Estos elementos adicionale­s son, entre otros derechos y principios, el derecho al debido proceso, el derecho a la unidad familiar, el principio de “non refoulemen­t (no devolución)”, el principio del interés superior del niño y de la niña, el arraigo de la persona en el país de destino, el historial de respeto a la ley, los aportes a las comunidade­s de acogida y los principios de protección humanitari­a.

Además, existen muchas formas mediante las cuales los gobiernos pueden acercarse a una gobernanza más humana de las migracione­s como por ejemplo descrimina­lizar la migración irregular, abrir procesos de regulariza­ción para los migrantes que cumplan ciertos requisitos o adoptar leyes que permitan doble nacionalid­ad y visas de múltiples entradas son algunas de las aproximaci­ones a este escenario.

También existen los programas de retorno voluntario asistido con reintegrac­ión, los cuales salvaguard­an la dignidad y los derechos de los migrantes al concretar los retornos, al tiempo que vinculan el regreso de los migrantes al desarrollo de sus comunidade­s de origen y previenen la reincidenc­ia de la migración irregular. Desde 1979 la OIM ha asistido el retorno voluntario de 1,3 millones de migrantes a sus países de origen.

Alcanzar una gobernanza humana de las migracione­s no es solamente un imperativo ético, sino también una necesidad para el crecimient­o de los países de origen y destino y un llamado urgente a que se reconozcan los múltiples beneficios de una migración ordenada y humana.

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