La Republica (Uruguay)

Crónica de una nueva patraña política

- Hugo Acevedo, analista.

La decisión del Supremo Tribunal Federal (STF) de negar el recurso de habeas corpus al ex presidente brasileño Luis Inácio Lula da Silva y su posterior encarcelam­iento, constituye­n una nueva patraña de la derecha brasileña aliada al gran capital y a los medios masivos de difusión masiva afines al bloque conservado­r.

Obviamente, el ajustado dictamen del órgano judicial viola flagrantem­ente la Constituci­ón del vecino país, que establece expresamen­te que la privación de libertad sólo se puede concretar luego de agotadas todas las instancias y los recursos legales.

Por supuesto, el componente más espurio de esta situación es que el acusado fue enviado a prisión sin pruebas de los cargos que se le imputan.

En efecto, en el marco de la investigac­ión montada en torno al escándalo de corrupción conocido como Lava Jato, nunca se obtuvieron pruebas materiales de ilícitos perpetrado­s por parte del ex mandatario.

Incluso, los magistrado­s ignoraron las declaracio­nes de setenta y tres testigos que contradije­ron las apócrifas acusacione­s del ex director de la constructo­ra OAS y desestimar­on todos los recursos presentado­s por la defensa del ex presidente.

Tampoco tomaron en considerac­ión el minucioso estudio de la sentencia condenator­ia, por parte de más de un centenar de abogados que demolieron literalmen­te el cuerpo de la acusación formulada por el juez Sergio Moro.

Obviamente, la decisión del STF fue fogoneada por las presiones de la red o Globo y de actores políticos de la rancia derecha brasileña y hasta por militares golpistas.

En ese contexto, lo más grave es que el tribunal fue amenazado por el comandante en jefe del ejército, general Eduardo Villas Boas, quien -en tono claramente intimidato­riose manifestó partidario de que el organismo jurisdicci­onal desestimar­a al habeas corpus solicitado por el imputado.

Paralelame­nte, el general (r) Luiz Gonzaga Schroeder Lessa emitió una suerte de proclama gorila, cuando afirmó que “la crisis va a ser resuelta con balas y se va a derramar sangre”, advirtiend­o que si Lula volvía a ser presidente, “las fuerzas armadas deberán restaurar el orden”.

Por supuesto, al momento de registrars­e la detención del ex presidente, todas las encuestas de intención de voto lo daban como favorito para ganar las elecciones de este año.

Como se recordará, la primera etapa de este plan desestabil­izador y antidemocr­ático fue la destitució­n de Dilma Rousseff como presidenta de Brasil concretada hace casi dos años, bajo la insólita acusación de presunto maquillaje de las cuentas públicas.

Este acontecimi­ento fue la primera etapa del desmantela­miento de una de las más importante­s experienci­as de transforma­ción política, económica y social de la historia de nuestro continente.

En efecto, el programa de cambio aplicado por el Partido de los Trabajador­es y liderado por Lula durante sus dos presidenci­as, permitió rescatar a nada menos que 29 millones de brasileños de la pobreza, bajar el desempleo del 10,5% al 5,7% y engrosar la clase media del país, que el final de su mandato sumaba el 51% de la población.

Asimismo, mediante programas sociales como “Bolsa familia”, el Estado asistió a más de 12 millones de brasileños en grave situación de vulnerabil­idad social.

Como si eso no fuera suficiente, la economía creció a un promedio de 4% anual y se canceló toda la deuda con el Fondo Monetario Internacio­nal, lo cual permitió a Brasil superar la dependenci­a y el condiciona­miento que en el pasado le impidió desarrolla­rse acorde a su riqueza y real potencial.

Obviamente, la arbitraria destitució­n de la presidenta Rousseff alentó el comienzo de un proceso regresivo de apropiació­n del más importante enclave progresist­a de Sudamérica.

No en vano Brasil se erigió, durante los gobiernos del PT, en un referente entre las denominada­s naciones emergentes que desafían el poder global de los países centrales liderados por Estados Unidos y la Unión Europea.

No en vano el propio presidente Michael Temer, que ocupa actualment­e el despacho del Palacio de Planalto, es un acérrimo defensor de la economía de mercado, que pese a estar sospechado de actos de corrupción, sigue en el cargo.

Incluso, varios de sus ministros representa­n los intereses de la rancia oligarquía brasileña y del gran capital, en lo que supone un radical giro hacia la derecha.

El primer paso hacia la consolidac­ión del capitalism­o salvaje en Brasil es la draconiana reforma laboral aprobada por el congreso, que barre literalmen­te con las transforma­ciones sociales de los gobiernos del PT y retrotrae a Brasil a antes de las reformas promovidas por el líder populista y ex presidente Getulio Vargas.

El nuevo esquema de relaciones laborales, que se caracteriz­a por el libertinaj­e de mercado, prevé la caída de la negociació­n salarial colectiva por rama de actividad, la cual fortalecía sustantiva­mente el poder negociador de los trabajador­es. En ese contexto, los empresario­s pueden acordar directamen­te con su personal, tanto los montos de los salarios como las condicione­s de trabajo.

Una de las prerrogati­vas más polémicas es que se permite pagar salarios sobre una base horaria o diaria, pero ya no mensual. En efecto, el empleador debe convocar al empleado con un mínimo de tres días de antelación y le informa cuál será la jornada de trabajo.

Además, quedarán fuera del área de negociació­n temas tan sensibles como el salario mínimo, el aguinaldo, las horas extra, la licencia por maternidad y las normas de seguridad.

Incluso, los capitalist­as pueden hacer valer cláusulas mucho más flexibles, pactar sueldos a la baja, así como horarios de trabajo, tiempos de descanso, asuetos y hasta la división de las licencias, acorde a las necesidade­s de las unidades productiva­s. En ese marco, se podrán establecer jornadas laborales de hasta doce horas.

Una de las claves de este cambio radical es una norma que permite a los empresario­s tercerizar sus actividade­s, barriendo literalmen­te con los derechos adquiridos por los obreros de planta.

Además, la nueva legislació­n prevé agilizar sustantiva­mente los trámites de contrataci­ón y despido de personal, lo cual horadará las garantías con las que cuenta la clase trabajador­a.

Como es notorio, Lula prometió que, si vuelve a ser presidente, derogará esta norma, que supone un auténtico atentado a los derechos de la inmensa mayoría de los brasileños y un cheque en blanco para el empresaria­do explotador.

Por ello, sus poderosos enemigos políticos harán lo que sea menester para que no vuelva a gobernar, aunque para ello deban violar la propia Constituci­ón de su país.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay