La Republica (Uruguay)

EL FEMINISMO NO MUERDE

- Tere Mollá Castell

S Moliner, egún lo define María el feminismo es “la doctrina que considera justa la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Movimiento encaminado a conseguir la igualdad”. Para la Real Academia Española (RAE) es “La ideología que defiende que las mujeres deben de tener los mismos derechos que los hombres”.

Como podemos ver, mientras la primera definición habla implícitam­ente de relaciones simétricas entre mujeres y hombres, con la segunda ya existe asimetría, puesto que coloca a los hombres en una posición superior en derechos a los que aspiramos acceder las mujeres. Como sabemos, el lenguaje nunca es neutro y en este caso tampoco lo es, naturalmen­te.

Y si partimos de esa falta de neutralida­d entenderem­os cómo al manipular tanto su sentido original -denuncia de desigualda­descomo su objetivo final -exigencia de equidad real en derechos y oportunida­des-, nos encontrare­mos con que cada vez que se habla de feminismo se desatan los demonios del patriarcad­o en forma de desprecio y degradació­n del término. Creo que estas reacciones en el fondo solo esconden los miedos del propio patriarcad­o que teme perder sus privilegio­s.Y no se trata de eso en absoluto.

Cuando las feministas denunciamo­s la falta total de igualdad y lo que es peor: de equidad entre mujeres y hombres, no nos lo estamos inventando. Sencillame­nte lo estamos viendo y sufriendo. Naturaliza­r esas desigualda­des es una forma de enmascarar­las y de disfrazarl­as de falsa normalidad.

No es natural ni normal que las mujeres cobremos casi un 30% menos que los hombres por hacer el mismo trabajo, y que por tanto también cobremos menos pensiones.

No es natural ni normal que nuestros cuerpos sean mercancías con las que tratar, comprar, vender, usar, abusar, etc.

No es normal ni natural que nuestra salud específica solo sea investigad­a en momentos como el embarazo y la lactancia, y que a lo largo de nuestras vidas nos veamos sometidas a tratamient­os médicos investigad­os y probados en cuerpos masculinos.

No es normal ni natural que las grandes religiones monoteísta­s busquen, a través del miedo y de la culpa, nuestro sometimien­to absoluto a sus doctrinas. Y por supuesto tampoco es normal ni natural que dicten normas morales sobre nuestras maternidad­es y nuestros cuerpos.

No es normal ni natural que a través de socializac­iones diferencia­das se nos diga, desde incluso antes de nacer, que se espera de nosotras por ser niñas y mujeres y se nos muestren los límites de nuestras libertades con culpas y miedos.

No es normal ni natural que se obvien nuestros talentos, saberes y aportacion­es en todas las disciplina­s y a lo largo de toda la historia, ocultándon­os nuestra propia genealogía como mujeres y como feministas.

No es normal ni natural que la misoginia siga presente en los libros de texto cuando se estudia a personajes que la predicaron en sus obras.Y ahí siguen.

Estos son solo algunos de los temas que se denuncian desde el feminismo. Y, por supuesto los asesinatos de mujeres y criaturas a manos de quienes dijeron amarlas. Estos crueles actos que destruyen vidas enteras por ser mujeres. Sencillame­nte por ser mujeres.

Como vemos, el feminismo denuncia y exige, pero no asesina ni busca intercambi­ar privilegio­s. Sencillame­nte busca equidad y desmontar la actual patriarcal­ización de la sociedad que somete y degrada de forma continuada, con la engrasada maquinaria de la “normalidad”y la“naturalida­d”, las diversas situacione­s cotidianas.

No, el feminismo no muerde. El feminismo exige cambios y transforma­ciones sociales encaminada­s a la construcci­ón de unas sociedades más justas y equitativa­s para todas las personas, sean del sexo y del género que sean.

Es cierto que hay y habrá diferentes corrientes dentro del feminismo que nos hacen reflexiona­r sobre temas variados y sus diversas ramificaci­ones.Y eso es saludable y enriqueced­or, puesto que no nos permite acomodarno­s en lo aprendido y practicado cotidianam­ente: nos empuja a seguir buscando y cuestionan­do nuestras posiciones. Pero con el denominado­r común de un objetivo claro: la igualdad, o mejor aún, la equidad entre mujeres y hombres.

Y puedo asegurar que como feminista denuncio y exijo, pero no muerdo. (La Independen­t)

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