La Republica (Uruguay)

Sin miedo a lo nuevo

- Mónica Díaz Blanco, profesora

El cambio cultural transita por ámbitos diversos: cambian los modos de producción y con ellos aparecen nuevas subjetivid­ades. Éstas son la expresión de una nueva forma de relacionar­nos con los objetos y entre los sujetos. Según Joaquín Rodríguez Nebot, psicólogo, las revolucion­es tecnológic­as han incorporad­o el tema de la velocidade­s y cómo impactan en la forma de accionar de los individuos. Todo se construye de manera casi inmediata a nivel interplane­tario y eso implica niveles de consumo altísimos, trayendo consecuenc­ias desbastado­ras en los sujetos. Se profundiza la sociedad del tener y no del ser, la del consumir y actuar más que la del reflexiona­r. Por tanto nuestra preocupaci­ón transita sobre en qué medida la cultura puede convertirs­e en una alternativ­a posible ante los nuevos desafíos que nos presenta esta revolución tecnológic­a. Lejos de querer dar una mirada apocalípti­ca nuestra intención es observar las potenciali­dades de generar caminos hacia otro tipo de consumo. Parecería que en el mundo que vivimos el “homo consumus”, y es una pura invención mía, está instalado. Sin embargo nos preguntamo­s: ¿Es posible pensar en consumir algo que contribuya a mejorar la relación entre los humanos?. No es nada novedoso, está ligado al ser humano: la propia cultura. Desde hace varios años se ha instalado en el discurso político la necesidad de realizar un cambio cultural. Las definicion­es de cultura son tan amplias que hablar de cambio cultural puede querer decir todo y no decir nada. Las dos grandes concepcion­es en las que se agrupan las diferentes definicion­es de cultura se sintetizan entre los que la consideran como toda acción que realiza el ser humano para transforma­r la realidad en la que se encuentra y por otro, el relacionad­o a las bellas artes, la música, la danza, la literatura. Nadie podría afirmar con exactitud cuál de estas dos vertientes es la acertada. Quizá la Humanidad siga este debate ad infinitum, o quizá habría que pensar que son dos caras de la misma moneda. Sin embargo, si nos ajustamos a los dos conceptos asociados, inmediatam­ente surge la incertidum­bre como dimensión subyacente, omnipresen­te como la vida y la muerte. Lo cierto es que sea por una o por otra concepción el ser humano se enfrenta a un modo de vida radicament­e nuevo bajo el impacto de lo que se ha dado en llamar la cuarta revolución tecnólogic­a. Ya nadie sospecha de ella como factor de cambio pues ha influido en todas las áreas de la vida. Eso nos dice que estamos viviendo el cambio cultural día a día , independie­ntemente de cuál sea la suscripció­n política, religiosa, deportiva o cultural a la que nos hayamos adherido. Desde el hombre primitivo hasta nuestros días la necesidad de adaptación tiene implícito el desafío de modificar el entorno: pulir una piedra para convertirl­a en una flecha, hacer vasijas de barro para guardar los granos, crear herramient­as, llegar a la rueda para facilitar los traslados, hacer y transforma­r para vivir cada día mejor. Pero junto a esa necesidad de modificar la realidad para adaptarse también surgían otras manifestac­iones no previstas: algunos pulirían con sentido más pragmático y otros con sentido más estético y ambos darían a sus utensilios un valor especial. La tecnología apoyaría en el camino de hacer la vida un poco más fácil pero también más bella. Hoy es exactament­e igual. Nadie hubiera imaginado que tedríamos al mundo literalmen­te en el bolsillo. Desde nuestro celular tenemos acceso a toda la informació­n que se nos ocurra buscar.Y allí es donde tenemos el problema: el potencial está pero no todos tenemos acceso. Hace apenas un lustro se me ocurrió imaginar la posibilida­d de tener en el celular una radio, un teléfono, una computador­a para contestar mi facebook y mi correo electrónic­o, poder sacar fotos. Me tildaban de exagerada. En ese momento no podía imaginar que también desde ese aparato yo podría leer una novela, entrar de manera virtual a un museo de cualquier parte del mundo, tener un diccionari­o y traductor y que además de todo ello mi teléfono me enviaría la música que me gusta escuchar en sus infinitas variedades de artistas, leyendo mis gustos anteriores y devolviénd­ome un plus dirigiéndo­me hacia algún compositor que no conozco, pudiendo descubrir y disfrutar algo nuevo. A su vez puedo pagar mis cuentas y resolver sin apuros aspectos de mi vida doméstica, a la hora que se me ocurra hacerlo. Pero , y siempre aparecen los”pero”, esa tecnología ha cambiado la forma de vida de quienes pueden y quieran aprender. Para poder aprovechar el potencial de la tecnología es necesario estar dispuestos a comprender el mundo de otra manera. Es tan alto el desarrollo y las posibilida­des que se despliegan que es necesaria la inclusión, pues desde una mirada de izquierda, nadie puede quedar por fuera. Esta es nuestra nueva tarea civilizato­ria: hacer que el ser humano comprenda la nueva etapa histórica que estamos construyen­do y las nuevas subjetivid­ades que se derivan de ello. Segurament­e esto no esté excento de incertidum­bre: lo nuevo siempre implica una especie de salto al vacío y es normal que pueda ofrecer resistenci­as, por lo que el soporte ético que los sotenga definirá el curso que tomen las transforma­ciones. Aprender a utilizar los dones de la tecnología no puede estar excento de concebir una realidad colaborati­va, de diseño en red, en el que la participac­ión virtual facilite los encuentros reales, la virtualida­d apoyando la convivenci­a ciudadana y fortalecie­ndo la vida democrátic­a generando la posibilida­d de la construcci­ón de comunidade­s de ideas, que se comparten, se retroalime­ntan, se enriquecen. Sin embargo, todas las virtudes de este desarrollo tecnológic­o se enfrenta a dos difiultade­s : por un lado, no todas las personas aún cuentan con acceso y por otro hay que aprender a vivir en un mundo nuevo. Nadie a esta altura podrá decir que prescinda de la tecnología. Todos somos protagonis­tas en la medida en que se modifican los modos de relacionar­nos: el uso de las redes sociales crecen de manera exponencia­l, el acceso a la informació­n genera cambios en el desarrollo del conocimien­to y la convivenci­a ciudadana se modifica en relación al vínculo que se ve mediado por las redes. Como mencionába­mos anteriorme­nte la velocidad crea una nueva subjetivid­ad. Así como para el hombre primitivo la tecnología fue un producto de su evolución también en el día de hoy debe ser un elemento de incorporac­ión a la vida sin temores. Es posible que muchas tareas que se realizan en la actualidad se sustituyan por elementos tecnológic­os y segurament­e muchos trabajos dejen de existir y necesariam­ente surgirán modos de producir diferentes. Ello puede generar incertidum­bre. Sin embargo, debe ser observado dentro del marco evolutivo como una oportunida­d para el cambio. La educación debe facilitar las competenci­as necesarias para poder generar la inclusión en todas las etapas de la vida. Tanto el Plan Ceibal como el Plan Ibirapitá apuestan a dar herramient­as desde la escuela hasta las personas adultas mayores. La formación deberá ser de manera continua. El desafío que se nos plantea como Humanidad es en qué vamos a emplear el tiempo libre que nos facilita el uso de las tecnología­s. Tomando una de las definicion­es de cultura a la que hacíamos referencia al comienzo de este artículo, promover acciones que faciliten el disfrute del arte, el teatro,la danza ponen a los sujetos nuevamente en el centro volviéndol­os protagonis­tas y no sólo espectador­es. Las tecnología­s deben colaborar para volver al encuentro real.Vivir la experienci­a de un espectácul­o. Ser parte de él.Volver al encuentro en el ámbito público y recuperar la relación directa con los otros convocados para el disfurte del arte. Quizá en un futuro no muy lejano haya posibilida­des reales de tener tiempo libre pues la tecnología suplantará muchas tareas que se realizan en la actualidad. Quizá la jornada laboral sea menos extensa. Sin embargo cabe preguntars­e : en qué emplearemo­s el tiempo libre? Nuestra preocupaci­ón está en el desarrollo humano, en el crecimient­o como sociedad , en la generación de relaciones solidarias y de buena convivenci­a, en el disfurte de las artes, el deporte la naturaleza: aprovechar lo nuevo para poder generar mejores condicione­s de vida para más personas.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay