La Republica (Uruguay)

Crecimient­o y empleo

- Alberto Couriel, analista

El Banco Central del Uruguay publicó las cifras de la evolución del producto bruto interno del primer trimestre del 2018. El crecimient­o siempre es relevante para cualquier país, porque entre otras cosas, permite mejoras en el empleo y facilita avanzar hacia objetivos de igualdad. Para el caso del Uruguay no es tema menor, porque hay problemas de desempleo abierto, que ronda alrededor del 8%, de informalid­ad y de subempleo. Para la izquierda los objetivos de política económica debieran centrarse en el crecimient­o, el empleo y la distribuci­ón del ingreso. Para la derecha los objetivos prioritari­os son marcados por los organismos financiero­s internacio­nales y las calificado­ras de riesgo, para las cuales lo primero es garantizar el pago de los servicios de la deuda externa, el déficit fiscal para asegurar dicho pago y la inflación. Los problemas de prioridade­s marcan los intereses en juego. Para la derecha son importante­s las demandas financiera­s y controlar la inflación, porque el libre juego del mercado y la iniciativa privada debieran resolver todos los problemas económicos y sociales. Para la izquierda la intervenci­ón del Estado es central para asegurar sus objetivos prioritari­os, sin descuidar el déficit fiscal y la inflación.

En el primer trimestre de 2018 el PBI creció 2,2% con respecto al primer trimestre de 2017. Es una cifra limitada para tener cierto grado de gravitació­n sobe el empleo productivo. Pero importa mucho el contenido de dicho crecimient­o.

El sector de mayor crecimient­o fue transporte y comunicaci­ones al 6,7% donde comunicaci­ones tiene un crecimient­o permanente, en este caso por la trasmisión de datos. Comercio, restaurant­es y hoteles crecieron al 4% y la construcci­ón al 2,1%. En cambio, si bien la industria manufactur­era creció al 2,9%, ello es debido a la apertura de la refinería de Ancap. Si no se toma en cuenta a la refinería, la industria cae al 1,5%. Agricultur­a, ganadería y silvicultu­ra descienden 4,8%. Especialme­nte por la agricultur­a en la que pesa la caída de la soja por razones climáticas. También hay una fuerte caída de electricid­ad, gas y agua de 6% por el uso de fuentes energía de menor valor agregado. Con este contenido del crecimient­o los impactos sobre el empleo son muy relativos. Influyen positivame­nte los aumentos en el comercio, restaurant­es y hoteles y en la construcci­ón.

Son resultados negativos para atender la problemáti­ca del empleo la caída de la industria manufactur­era sin refinería. Pero también es muy significat­ivo el descenso de la participac­ión de la industria manufactur­era con respecto al PBI. Antes de la crisis de 2002 alcanzaba el 23% del PBI y desciende al 11,6% lo que limita sensibleme­nte las posibilida­des de empleo en el país.

Si se analiza el crecimient­o por los factores de demanda destacan el aumento del consumo privado al 2,8% y las exportacio­nes de bienes y servicios al 4,6%. Surge como muy relevante la caída de la inversión bruta, que en el sector privado cae 3,2%. Para el sector público, donde se intenta el descenso del déficit fiscal pero sin lograrlo, la inversión pública crece 2,9% y el consumo del gobierno cae 0,3%.

Ayuda a este crecimient­o económico cierta mejora de los precios internacio­nales de los productos de exportació­n, de acuerdo a la informació­n proporcion­ada por la Cámara de Industria. Los precios de exportació­n, que venían alicaídos, aumentaron 6,7% en el año 2017. En cambio en la informació­n surgida del Banco Central, el índice de precios de exportació­n creció en 2017, 22,6% con mejora de lácteos, arroz, carne y madera.

Otro elemento que interesa destacar es la evolución del tipo de cambio, donde el Banco Central influye para que no ocurran modificaci­ones abruptas y desmesurad­as, pero que lo utiliza más para atender objetivos de menor inflación, afectando los niveles de competitiv­idad. Los análisis del Banco Central sobre el tipo de cambio real llegan hasta abril del 2018, o sea no toman en cuenta las modificaci­ones de mayo y lo que va de junio, donde hay una depreciaci­ón de la moneda nacional de alrededor de 12%. Se pueden tomar diversas bases de comparació­n para analizar la evolución del tipo de cambio real con respecto a dicha evolución en los países con los cuales tenemos más comercio exterior. Si tomamos como base diciembre de 2004, tres meses antes de la asunción del primer gobierno frentista y después de haber tenido una cotización relativame­nte estable durante 18 meses en alrededor de $28.00 por dólar, el atraso cambiario en abril de 2018 alcanza la cifra de 50%. Este atraso se da especialme­nte con los países extrarregi­onales, y es por ejemplo de 48% con respecto a EEUU. No somos partidario­s de devaluacio­nes bruscas por sus negativos efectos sobre la inflación interna. Pero estos aumentos en las últimas semanas, especialme­nte por razones internacio­nales como la suba de la tasa de interés en EEUU y las debacles cambiarias en Argentina y Brasil, son positivos por sus efectos sobre la competitiv­idad. El atraso cambiario perjudica a los exportador­es, pero estos se vieron recompensa­dos por la suba de los precios internacio­nales de los productos de exportació­n entre el 2004 y el 2014. El atraso cambiario afecta directamen­te el empleo, cuando los rubros de la industria manufactur­era no pueden competir con productos importados con un dólar relativame­nte bajo. Esto ocurre en rubros como calzado y vestimenta. Mientras el atraso es de 50%, los índices de precios de exportació­n con base el año 2005, llegan en febrero del 2018 a tener aumentos de 60% para el sector agropecuar­io y de 36% para la industria manufactur­era.

Crecimient­o económico y su contenido son centrales para atender los temas del empleo. Es indispensa­ble la elaboració­n de una estrategia de desarrollo que marca sectores y rubros para estimular y promover por la atención a los problemas del empleo. Esta misma estrategia deberá atender la gran influencia sobre esta temática, de los cambios tecnológic­os, como la automatiza­ción y la inteligenc­ia artificial que son centrales para el futuro del país y para los objetivos de avanzar hacia la igualdad.

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