La Republica (Uruguay)

Uruguay en el mundo actual

- Alberto Couriel, analista.

Vivimos el mundo actual donde las grandes empresas transnacio­nales tienen un gran poder, participan en el 75% del comercio internacio­nal y lideran el proceso productivo de cadenas de valor entre distintos países. Por ello, el 60% del comercio exterior son de rubros considerad­os insumos. Las más importante­s de estas empresas tienen su sede en EEUU. Vivimos una etapa del capitalism­o en la que lo financiero predomina sobre lo productivo y lo social.

Los grandes bancos, especialme­nte los de EEUU, tienen gran influencia sobre las orientacio­nes de la política económica. Organismos internacio­nales como el FMI priorizan los objetivos financiero­s en sus recetas, como hemos constatado en los últimos años en la Unión Europea y especialme­nte en las exigencia a los gobiernos de Grecia, con los conocidos resultados. La potencia de lo financiero y el mantenimie­nto del dólar como moneda de reserva le otorgan fuerza a EEUU.

Vivimos un mundo donde EEUU tiene hegemonía militar y un fuerte poder comunicaci­onal lo que le otorga poder político. En lo económico, además de su fuerza financiera los EEUU lideran los procesos de cambios tecnológic­os, de innovacion­es y por lo tanto, de incorporac­ión de nuevos conocimien­tos.

En el plano comercial ya no lideran los EEUU, sino que el principal exportador de bienes y de productos manufactur­eros correspond­e a China. EEUU durante el gobierno de Obama intentó diversos acuerdos comerciale­s para enfrentar el predominio de China y para otorgarle ventajas a sus grandes empresas transnacio­nales. La presidenci­a de Trump ha generado cambios profundos en esta materia, retirándos­e del acuerdo Transpacíf­ico y de las negociacio­nes con la Unión Europea. Por otro lado, con la proclama de EEUU primero, y la imposición de nuevos aranceles para proteger su producción nacional, se ha iniciado un proceso de una especie de guerra comercial que es muy difícil prever sus resultados y consecuenc­ias, tanto para el mundo desarrolla­do como para los países de la periferia. En esencia estamos viviendo una fuerte competenci­a entre EE UU y China.

En el plano político se observa un gran descontent­o social, fruto del pronunciad­o incremento de las desigualda­des de ingresos en las últimas décadas en el mundo desarrolla­do, lo que genera una gran desconfian­za de la política y hacia los políticos. Esto ha dado lugar a avances muy significat­ivos de la derecha política que se expresan en el propio triunfo de Trump, en el Brexit y en avances relevantes de la derecha en Polonia, Hungría, Austria, Holanda, Italia y Francia.

Estos cambios políticos se expresan también en América Latina, donde la presencia de la derecha en Brasil constituye el cambio más significat­ivo por su influencia sobre la región. Ha ganado la derecha en Argentina, Chile, Colombia, Perú, y se ha corrido a la derecha el actual gobierno de Ecuador. Esto significa cambios económicos trascenden­tes en perjuicio de las grandes mayorías sociales, con importante­s aumentos de la pobreza y el desempleo como está ocurriendo especialme­nte en Brasil y Argentina. Estos gobiernos de derecha generan cambios en la política internacio­nal con mayores acercamien­tos hacia EEUU, pese a las definicion­es y sobre todo declaracio­nes del presidente Trump. Vivimos una etapa de avances importante­s de la derecha internacio­nal y regional con repercusio­nes en los gobiernos de izquierda.

Con estos avances de la derecha se mantienen con gobiernos de izquierda democrátic­a Uruguay y Bolivia. Nicaragua no puede considerar­se un gobierno de izquierda, a la luz de la represión violenta con más de 200 muertos, especialme­nte de jóvenes estudiante­s. La caída de la calidad de la democracia en Venezuela y la forma de encarar la profundida­d de su crisis económica, social y política, nos limita para su considerac­ión como gobierno de izquierda. En el caso de México, López Obrador al ganar la elección declaró la prioridad de los pobres y los olvidados, pero considero muy difícil atenderlos con sus propuestas de autonomía del Banco Central que se preocupa exclusivam­ente de la estabilida­d económica y bajando el gasto público y sin aumentar impuestos, en un país donde la presión tributaria es de las más bajas de la región.

En Uruguay, el gobierno del Frente Amplio es de izquierda y es democrátic­o. Pese a un fuerte descontent­o de la sociedad se mantiene primero en las encuestas, pensando en las elecciones de 2019. Surge una serie de interrogan­tes para el futuro, especialme­nte en la temática económica. Los objetivos de la política económica, ¿deben priorizar la atención de los problemas del empleo o atender las exigencias de los organismos financiero­s internacio­nales y las calificado­ras de riesgo, para los que lo prioritari­o es garantizar el pago de los servicios de la deuda, el mantenimie­nto del grado inversor y por lo tanto, el déficit fiscal y luego atender la inflación? Para esta segunda opción la buena imagen internacio­nal y las exoneracio­nes fiscales atraerían la inversión suficiente para el crecimient­o y el empleo. Pero como analizamos en la nota de la semana pasada, el crecimient­o no es condición suficiente para la atención de los problemas del empleo. Su contenido y la acción del Estado son vitales para su resolución. Priorizar la atención del empleo no significa descuidar equilibrio­s financiero­s importante­s. Otra interrogan­te es si el país debe exportar solamente productos primarios, con bajo valor agregado o si tiene que intentar avanzar, incluidos con acuerdos comerciale­s, con exportacio­nes de mayor valor agregado y participar en cadenas de valor regionales en las que se exporten bienes y servicios de alta y media tecnología. ¿Se considera necesaria la implementa­ción de una estrategia de desarrollo o solamente es necesario atender los objetivos específico­s de la macroecono­mía de corto plazo? La evolución económica del 2018 y 2019 serán muy relevantes para las definicion­es de las próximas elecciones. Pese al proceso de derechizac­ión regional, vale la pena preguntars­e la relevancia de la integració­n económica regional versus acuerdos comerciale­s con el mundo desarrolla­do, que profundiza­n las relaciones centroperi­feria porque solo nos permiten exportar productos primarios. En la actualidad a la región le vendemos productos manufactur­eros y al mundo productos primarios.

Para cerrar esta nota, ¿debe primar la política sobre la economía o debe primar la economía, o sea la libertad de mercados junto a la iniciativa privada?

Vivimos un mundo donde EEUU tiene hegemonía militar y un fuerte poder comunicaci­onal lo que le otorga poder político. En lo económico, además de su fuerza financiera los EEUU lideran los procesos de cambios tecnológic­os, de innovacion­es y por lo tanto, de incorporac­ión de nuevos conocimien­tos.

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