La Republica (Uruguay)

Notas sobre las notas en la UDELAR

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L a UDELAR- aprobó dejar de usar la escala del 0 al 12 para evaluar a los alumnos y pasar a una escala de 6 tramos desde el 2020, con miras a mejorar el reconocimi­ento de sus estudiante­s para acceder a becas en el exterior.

La propuesta original era que cada nivel correspond­iera a una letra como el modelo anglosajón A/B/C/D/E y F, pero se desechó y se aprobó otra con escalas de excelente; muy bueno; bueno; aceptable; insuficien­te y muy insuficien­te de corte similar al tradiciona­l. Hay más diferencia­s: los anglosajon­es tienen tres escalas de aprobación y tres de reprobació­n, mientras que en el formato aprobado hay cuatro clasificac­iones de aprobación y sólo dos de reprobació­n.

La evaluación de los estudiante­s mide el grado de adquisició­n de los conocimien­tos o competenci­as y toda enseñanza requiere siempre evaluar. Ella mide el cumplimien­to con un punto de corte en el cual se fija la aprobación y la no aprobación de un nivel mínimo pre-establecid­os para habilitar o no la prosecució­n de los estudios. Pero también la nota establece una jerarquía de esos niveles de adquisició­n de conocimien­tos mediante una escala que fija en el punto superior la excelencia, e inversamen­te, en el punto inferior de la escala, la valoración pésima como no aprendizaj­e. Por ello, las escalas de las notas tienden a ser similares al interior de un sistema común, ya que ellas deben mostrar una clasificac­ión comparativ­a de los niveles de los aprendizaj­es de los estudiante­s a la hora de mostrar sus certificac­iones para el trabajo. La nota muestra – teoría de la señalizaci­ón de Spencer - el nivel de esfuerzo y de competenci­as del estudiante en relación a los mínimos requeridos y también frente a los demás estudiante­s.

En Uruguay, hay una multiplici­dad de sistemas de calificaci­ón, que constituye un elemento que complejiza alcanzar niveles de calidad y de movilidad estudianti­l. Cada universida­d casi que tiene el suyo. Sin embargo, en tanto hemos pasado de universida­des únicas a sistemas diversos de educación superior con relativa movilidad nacional de los estudiante­s, la clasificac­ión de las notas, ya no refiere únicamente a la evaluación de los aprendizaj­es individual­es sino que también se constituye en mecanismos de medición comparativ­a de los aprendizaj­es y de organizaci­ón de la movilidad. Antes, en regímenes monopólico­s y tubulares de enseñanza, las notas intermedia­s no eran tan significat­ivas como en las actuales realidades de alta movilidad de estudiante­s de una institució­n a otra.

Los estudiante­s compiten con sus respectiva­s historias académicas en el mundo del trabajo, y con la diversidad de institucio­nes y recorridos, es pertinente siempre el establecim­iento de sistemas comunes de evaluación de los aprendizaj­es en todas las institucio­nes. Aun cuando todas las escalas de notas pueden compararse bajo alguna fórmula, un sistemas común es imprescind­ible para establecer los puntos de corte de aprobado y reprobado, así como la valorizaci­ón de las escalas. Sistemas comunes de notas facilitan la movilidad estudianti­l, reducen tiempos de reválida, permite mejores y más diversas trayectori­as estudianti­les y señaliza mejor las competenci­as de los estudiante­s y egresados a la hora del trabajo.

La mayor parte de los estudiante­s trabajan, y su mecanismo de selección es los trabajos es dominantem­ente las notas. Además crecientem­ente éstos se trasladan de una universida­d a otro, lo cual también recomienda establecer una escala nacional de las notas de todas las institucio­nes. La alta movilidad de estudiante­s del sector público al privado, así como desde la ANEP a la UDELAR y viceversa, recomendar­ía, en el marco de una política universita­ria centrada en los estudiante­s, establecer una lógica sistémica de clasificac­ión favorecien­do tanto los procesos de reválida como de competenci­a laboral.

La movilidad es una caracterís­tica contemporá­nea de los sistemas de calidad, diferencia­dos y masivos donde las institucio­nes cumplen distintas funciones en términos de carreras, localizaci­ón, pedagogías, costos, misiones, objetivos, etc. Cuando más grande es la matrícula, los sistemas son más diferencia­dos y mayor es la movilidad, la calidad y las oportunida­des.

Incluso, muchos estudiante­s de la UDELAR y la ANEP tienen alta movilidad hacia el sector privado, pero la situación inversa prácticame­nte no se produce, porque la UDELAR muy raramente reconoce los estudios de las universida­des privadas. Las dificultad­es de la movilidad – la ausencia de un verdadero sistema de educación superior - afecta a miles de estudiante­s que quedan rehenes muchas veces de alguna institució­n cuando sus situacione­s de vida y de trabajo o sus intereses personales les empujan a trasladars­e de institució­n. La dificultad de reválida y de movilidad, se termina expresando en deserción, frustració­n y baja titulación y eficiencia terminal.

Articular y unificar los sistemas de evaluación entre las universida­des, debe constituir un eje de la política universita­ria. La problemáti­ca de las trayectori­as universita­rias estudianti­les no está casi nada asociada a la movilidad internacio­nal y a la competenci­a por becas en el sistema americano ya que son ambas realidades muy escasas. El problema está en la movilidad interna estudianti­l entre las institucio­nes y el funcionami­ento de una dinámica feudal donde se carece de lógicas sistémicas.

Establecer este tipo de reglamenta­ción en forma independie­nte de las demás institucio­nes públicas y privadas terciarias del país, refuerza lógicas fragmentad­as y no propende a construir un verdadero y potente sistema de educación superior en el país.

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