Libro de Samuel Blixen
Una muchedumbre se congregó en el aeropuerto de Carrasco cuando el cuerpo de Sendic fue repatriado, y una marea humana de dolor lo acompañó desde el centro hasta el cementerio de laTeja, un domingo.
Fue el silencio más estruendoso que algunos han sentido en toda la vida. En el senado Hugo Batalla le rindió homenaje ,muchos senadores blancos y colorados se ausentaron de la sala y otros pidieron la palabra para condenar al hombre que había osado empuñar las armas.
El país se dio el lujo de ignorar a Sendic :el pais institucional, el país de los discursos, el país de las estructuras, el país que acababa de ganar una pulseada con el voto amarillo, el país que se doblegaba ante la impunidad.
Pero por alguna razón la gente, la que conocía su trayectoria, intuía que había muerto un hombre extraordinario y que se producía una gran pérdida.
La gente que acompañaba el féretro por las calles de la capital empezaba a sentir que quedaba huérfana, que ese hombre los representaba, representaba esa parte de cada uno dispuesta al sacrificio por causas nobles, representaba el quijote de cada quien batiéndose por utopías impostergables, era el rescoldo de la montonera que cada uno atesora muy adentro de si, para sentirse parte indisoluble de un proyecto de patria grande, de tierra para quien la trabaje, de patria para todos. Sin saber muy bien por qué, la gente intuía que algún día sería necesario dimensionar su ejemplo, como seria ineludible rescatar su ausencia. Entonces el Bebe VOLVERÁ DEL SILENCIO, NO DEL OLVIDO.
Salú