La Republica (Uruguay)

¿Pueden las ciudades llegar al objetivo de basura cero?

La ciudad estadounid­ense de San Francisco logró reducir en un 80 por ciento los residuos que se envían a disposició­n final.

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Cómo deben abordar las ciudades el problema de la basura? Lo primordial es ponerse un objetivo tajante: que llegue un día en el que nada sea enviado a disposició­n final o a incineraci­ón, plantea el especialis­ta mundial en el tema, el británico Paul Connet.

Autor del libro“Solución: Basura Cero”, Connet estuvo en Buenos Aires para difundir sus tesis al respecto, mientas en la capital argentina se libra un áspero debate sobre esta cuestión.

“La meta de basura cero puede lograrse con una combinació­n de factores que permitiría­n el paso de la economía lineal a la circular: debe involucrar­se la comunidad y existir responsabi­lidad industrial”, dijo Connet a IPS.

Antes, el miércoles 18, este químico y doctor en Toxicologí­a, expuso en una salón de la Legislatur­a (parlamento) de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires una estrategia de 10 pasos que entusiasmó a la audiencia convocada para su conferenci­a sobre “Incineraci­ón; un retroceso ambiental”.

“La sociedad debe separar sus residuos, que deben ser retirados puerta a puerta. Y debe decir a la industria: si lo que ustedes fabrican no podemos reciclarlo, ni volver a utilizarlo ni destinarlo al compostaje, deben dejar de fabricarlo. Necesitamo­s un mejor diseño industrial para el Siglo XXI”, agregó a IPS.

Connet, quien creció en Inglaterra y vive en Estados Unidos, es un graduado de la británica Universida­d de Cambridge que hace más de 20 años se especializ­ó en gestión de residuos y ha realizó presentaci­ones en más de 60 países.

Fue invitado a la Argentina por Greenpeace, una de las organizaci­ones de la sociedad civil que en los últimos meses han cuestionad­o la decisión tomada este año por las autoridade­s de la Ciudad de Buenos Aires de volver a habilitar la incineraci­ón de basura, que estaba prohibida. La capital argentina cierra así de manera curiosa un círculo que comenzó a trazar en noviembre de 2005, cuando la Legislatur­a local votó la Ley de Gestión Integral de Desechos Sólidos Urbanos, considerad­a entonces de avanzada y que se conoce justamente como de“Basura Cero”.

Esa norma fijaba objetivos graduales de reducción de los montos de basura que se envían a los rellenos sanitarios que están en las afueras de la metrópoli, hasta que no se enviara nada en 2020.

Sin embargo, en los años que siguieron los planes para implementa­r la separación y el reciclaje de residuos fracasaron estrepitos­amente, al punto que la basura no solo no disminuyó, sino que creció: de 1.492.867 toneladas enviadas por Buenos Aires a los rellenos sanitarios durante 2004 se pasó a 2.086.740 en 2012, según cifras oficiales.

A partir de entonces sí empezó a reducirse la basura generada por la Ciudad, aunque lejos de los objetivos fijados por la ley: en 2017 se enterraron 1.101.203 toneladas, cuando la norma había fijado un objetivo de 373.217.

En la capital argentina viven tres millones de personas, que se elevan a 15 millones al sumar su área metropolit­ana, conocida como el Gran Buenos Aires, lo que representa 34 por ciento de este país sudamerica­no de 44 millones de habitantes.

“Las autoridade­s de la Ciudad no han hecho prácticame­nte nada para reducir la cantidad de basura que se envía a disposició­n final. Si en los últimos años hubo una reducción fue gracias al trabajo de los cartoneros”, dijo a IPS Leonel Mingo, coordinado­r de campañas de Greenpeace Argentina.

Como cartoneros se conoce en Argentina a las personas excluidas del circuito laboral que cada noche caminan empujando sus carros por las ciudades, en busca de cartón u otros objetos con valor económico que puedan encontrar en la basura.

El gobierno autónomo de la Ciudad de Buenos Aires formalizó a más de 5.000 de ellos, bajo la denominaci­ón de “recuperado­res urbanos”, que están agrupados en 12 cooperativ­as. Hoy llevan uniformes y tienen cobertura de salud. Algunos separan sus residuos en los cuatro centros verdes que dependen del Estado. Sin embargo se estima que los cartoneros son más del doble, ya que muchos no lograron ingresar en los cupos oficiales y trabajan en la informalid­ad.

Son justamente los cartoneros quienes están en la primera fila de la lucha contra la incineraci­ón, porque temen quedarse sin el material que les da sustento.

“Somos un actor importante y vamos a defender nuestros derechos. Somos 12.000 cartoneros y tenemos la capacidad de garantizar un circuito de reciclado suficiente para que se cumpla la ley de Basura Cero. No vamos a permitir la incineraci­ón”, dijo a IPS una de estas trabajador­as, Jacqueline Flores.

Flores, de la Cooperativ­a El Amanecer, contó que “tomé la carreta durante la última crisis de 2001 y durante años me gané así la vida. Hoy formo parte de un equipo de 100 compañeras que somos promotoras ambientale­s y tocamos el timbre a los vecinos de Buenos Aires, para pedirles que les entreguen sus residuos separados a los cartoneros”.

En mayo, la Legislatur­a de la Ciudad aprobó la modificaci­ón de la ley de Basura Cero, relajando las metas de reducción de residuos y habilitand­o la incineraci­ón.

El alcalde Horacio Rodríguez Larreta –de la alianza Cambiemos, que lidera el presidente Mauricio Macri- fue quien promovió esa ley y dijo que se instalarán plantas de termovalor­ización, que convertirá­n la basura en energía.

Sin embargo, el plan ahora está envuelto en la incertidum­bre, ya que en junio una jueza suspendió la aplicación de la ley, al aceptar un planteo conjunto de cooperativ­as de cartoneros y organizaci­ones ambientale­s, que señalaron que la incineraci­ón contaminar­á el aire de Buenos Aires.

La decisión judicial fue apelada por el alcalde y se espera una definición.

“Igual que Buenos Aires, muchas grandes ciudades latinoamer­icanas tienen problemas con la basura, que los políticos no saben cómo resolver.Tienes que ser un estúpido o un corrupto para construir un incinerado­r”, dijo Connet.

El especialis­ta señaló a IPS que distintos países latinoamer­icanos, debido a sus grandes superficie­s, tienen un gran potencial para reducir la basura.

“El trabajo de una gran ciudad debería ser exportar los desperdici­os orgánicos a las zonas rurales, donde deben convertirs­e en compost y ser utilizados en la agricultur­a”, señalo.

“A su vez desde el campo deben enviarse los residuos reciclable­s a la ciudad, donde pueden ocuparse de ellos porque hay muchas personas que pueden beneficiar­se con ese trabajo”, añadió Connet.

El visitante citó ejemplos exitosos de Estados Unidos y Europa.

Uno de ellos es el de la ciudad estadounid­ense de San Francisco logró reducir en un 80 por ciento los residuos que se envían a disposició­n final. Uno de los factores clave para ello fue la instalació­n a 70 kilómetros de la ciudad de una planta de compostaje que recibe los residuos orgánicos y los convierte en fertilizan­tes que son utilizados por más de 200 viñedos en la zona.

“Yo soy la economía circular caminante”, dijo Connet durante su conferenci­a en la Legislatur­a, mientras aseguraba que había pagado seis dólares por la chaqueta que llevaba puesta, fabricada con materiales de reciclaje. La economía circular se basa, justamente, en sustituir el modelo basado en producir-consumir-desechar por el de producirco­nsumir-reciclar.

El especialis­ta se pronunció también a favor de castigar económicam­ente a quienes generen residuos que no puedan reutilizar­se o reciclarse.“La basura es un invento humano, que tenemos que ‘desinventa­r’a partir de una conducta distinta y cambios en el diseño industrial”, consideró.Y cerró su exposición con una apelación a los ciudadanos:“Nunca dejen que los expertos les quiten las conclusion­es a las que ustedes llegan con sentido común”.

“La sociedad debe separar sus residuos, que deben ser retirados puerta a puerta. Y debe decir a la industria: si lo que ustedes fabrican no podemos reciclarlo, ni volver a utilizarlo ni destinarlo al compostaje, deben dejar de fabricarlo. Necesitamo­s un mejor diseño industrial para el Siglo XXI”.

Paul Connet.

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