La Republica (Uruguay)

Gobierno mexicano cada vez más decidido a despenaliz­ar las drogas

El debate está servido en el país más maltratado por la guerra de las drogas.

- CARTA ABIERTA.

El nuevo gobierno mexicano parece decidido a abrir el marco regulatori­o de las drogas. En apenas dos semanas desde la aplastante victoria de Morena, la virtual secretaria de Gobernació­n, Olga Sánchez Cordero, ha lanzado ya varios dardos dirigidos a la legalizaci­ón como herramient­a de la nueva política de seguridad pública. “Tengo una carta abierta para hacer lo que sea necesario para pacificar el país”, dijo esta semana. El debate está servido en el país más maltratado por la guerra de las drogas.

“Ya la despenaliz­ó Canadá y casi la mitad de los Estados de EE UU. ¿Qué estamos pensando, matándonos, cuando ya toda Norteaméri­ca la está despenaliz­ando y muchos países europeos?”, defendió Cordero la semana pasada. El debate en México no es nuevo. Un expresient­e, Ernesto Zedillo, fue uno de los protagonis­tas de una encendida declaració­n a favor de la legalizaci­ón a principios de esta década. Pero han sido los cuatro históricos goles de la Corte Suprema en 2016 los que han abierto aún más las puertas. Desde entonces, el presidente Enrique Peña Nieto encabezó un giro con un proyecto de ley para elevar la cantidad mínima que se considera delito y permitir los usos terapéutic­os. El Parlamento solo validó la legalizaci­ón con fines medicinale­s.

“La iniciativa del nuevo Gobierno es una condición necesaria pero no suficiente para la pacificaci­ón del país. Para que la legalizaci­ón de la mariguana y de la amapola tengan efectos en la pacificaci­ón hay que acompañar la medida con un fortalecim­iento de institucio­nes civiles que garanticen la seguridad: desmilitar­ización, programas sociales para los consumidor­es, para los campesinos que hasta ahora han trabajado para el crimen organizado y ahora pasarías a sectores legales” apunta Froylan Enciso, profesor investigad­or del Programa de Política de Drogas del CIDE.

Desde que Felipe Calderón sacara en 2006 al Ejército a la calle para combatir el crimen organizado el saldo es de más de 160.000 muertos, decenas de miles de desapareci­dos y desplazami­entos forzados. El año pasado, las tasas de violencia estallaron hasta colocar a 2017 como el año más sangriento desde que se tienen registros. “Hay que modificar esa política de drogas que justificó la militariza­ción, la sobreexplo­tación del ejército en labores de seguridad pública que van más allá del marco constituci­onal”.

La polémica Ley de Seguridad interior, aprobada a finales del año pasado con la mayoría priista en el parlamento, consolidó el uso del ejército en labores policiales. El nuevo Gobierno no ha dejado muy claro si su intención es derogarla o buscar las grietas de la ley para interpreta­rla a su favor.

“No hay que pensar en la política de drogas como la panacea, como bala de plata. La nueva legislació­n debe poner control a su consumo, trasiego y producción, pero no se le puede encargar la solución de la seguridad pública”, incide Aram Barra, activista en derechos humanos e impulsor de uno de los históricos amparos ande la Suprema Corte. “En todo caso – añade–, sin una regulación de las drogas es imposible pensar en una eventual pacificaci­ón del país. Hay que pensar en una regulación responsabl­e que regrese a las manos del Estado la producción para que haya una separación entre el mercado ilegal y legal, afectando a directamen­te a los recursos de crimen organizado. Se estima que los ingresos del narco provienen de la marihuana en un rango de entre el 20% al 60%”.

Según datos del departamen­to especializ­ado del CIDE, entre 2006 y 2012 fueron detenidas en México 156.000 personas por consumo de marihuana. Seis de cada diez reos en reclusorio­s federales estaban presos por delitos contra la salud, el 67% de ellos por consumo de cannabis. Solo en Ciudad de México fueron detenidas 3.000 personas en 2013 por delitos vinculadas a su posesión o consumo.

“México debería estar liderando este debate porque es uno de los principale­s productore­s – de amapola y marihuana– y por su condición de ruta física inevitable hacia el mercado EE UU”, defiende Gabriel Regino, abogado penalista y subsecreta­rio de Seguridad durante la época en la que Obrador fue alcalde de la Ciudad de México, que apunta al trasfondo geoeconómi­co como causa de la ralentizac­ión: “No hay ninguna potencia del G8 que produzca droga natural. Todo se da del Trópico de Cáncer para abajo. La negativa viene para impedir que los países productore­s alcancen superávit comercial”. La Casa Blanca ya ha mostrado su preocupaci­ón por la iniciativa del Gobierno entrante. En EE UU, con la marihuana legalizada en 39 estados para usos medicinale­s y en 9 de ellos sin restricció­n, incluida California, cuyo peso económico equivale a la quinta economía mundial, la regulación del cannabis ha supuesto un negocio millonario. Para Regino, EE UU estaría “garantizan­do su autoconsum­o antes de que México entre en el negocio legal”. Barra considera por su parte que la resistenci­a del vecino del norte se debe más bien a una estrategia de salud pública. “EE UU lleva años externaliz­ado los costos negativos del problema del consumo en México”.

México es el segundo productor de mariguana y el tercero de opio del mundo. Sin embargo, y pese la aprobación el año pasado de los usos medicinale­s del cannabis, los derivados farmacéuti­cos de ambas sustancias siguen siendo en su gran mayoría importados.“Aún no hay –señala Regino– un reglamento que facilite el comercio y la distribuci­ón. En cuento a la amapola, hay una serie de países que producen opiáceos para medicina a los que la ONU le asigna unas cuotas. Nosotros nos vemos obligados a importar morfina de esos países pese a que tenemos todos los medios y recursos”.

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