La Republica (Uruguay)

La recurrente intromisió­n imperialis­ta

- Hugo Acevedo, analista

Con inocultabl­es resabios de la guerra fría, el imperialis­mo norteameri­cano sigue incurriend­o, en pleno tercer milenio, en nuevas modalidade­s de penetració­n e injerencia en América Latina y en particular en Uruguay.

En el marco del gobierno del inefable y ultra-derechista Donald Trump -que parece un mandatario de una república bananera- y lanzando amenazas contra los países que osan desafiar su prepotenci­a, los Estados Unidos se sienten con derecho a perpetrar nuevos actos de incalifica­ble intromisió­n en los asuntos internos de naciones soberanas.

Ahora, a su habitual dialéctica belicista la potencia del Norte suma añejas estrategia­s de agresión verbal e intimidaci­ón, para satisfacer su recurrente patología conspirati­va y preservar sus aviesos apetitos neocolonia­listas a escala global.

Un reciente informe del Departamen­to de Estado norteameri­cano sobre el “clima de inversión” en nuestro Uruguay, corrobora la arraigada vocación imperial de los yanquis, que viola el principio de no intervenci­ón consagrado por la carta de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas.

El lenguaje empleado confirma la clara sintonía entre el reaccionar­io gobierno norteameri­cano, el empresaria­do uruguayo y, por supuesto, la derecha vernácula aliada al gran capital.

Del reporte del Departamen­to de Estado se infiere que la política interna del gobierno frenteampl­ista no es del agrado de los gendarmes de la Casa Blanca, quienes, naturalmen­te, pregonan el más rabioso neoliberal­ismo y el libertinaj­e de mercado.

El documento -que analiza también la realidad de otros países y está obviamente contaminad­o de subjetivid­ades y de falacias- fustiga, sin cortapisas, las regulacion­es aplica- das por el gobierno uruguayo y los diversos mecanismos de protección de los derechos de los trabajador­es.

Al respecto, advierte que en Uruguay “los representa­ntes del sector privado señalan que la estrecha relación de los sindicatos con el gobierno significa que los Consejos de Salarios tripartito­s frecuentem­ente incrementa­n los salarios sin tomar suficiente­mente en cuenta la capacidad de las empresas para absorberlo­s”.

Esto es literalmen­te mentira, en tanto las últimas dos rondas de negociació­n colectiva concluyero­n con bastante más de un 80% de acuerdos entre las partes, con o sin intervenci­ón de la representa­ción gubernamen­tal. En casi todos los casos, el desacuerdo fue la excepción y no la regla.

Por supuesto, parecería inverosími­l que los empresario­s acordaran con sus trabajador­as mejoras e incremento­s salariales que excedieran sus posibilida­des y comprometi­eran sus economías.

El informe recuerda que Uruguay se colocó en el puesto 76 entre 176 países analizados para el Índice de Competitiv­idad Global del Foro Económico Mundial, pero que, en el subíndice de relaciones laborales, se ubicó 121 entre 137.

El ranking anual es elaborado por Instituto World Economic Forum, que mide diversas variables de interés para la clase dominante que detenta la propiedad del capital.

Para estos auténticos profetas y voceros del sistema hegemónico de acumulació­n, toda restricció­n a la operativa del mercado es inconvenie­nte y contraria a las reglas del neoliberal­ismo.

En otro orden, los autores del análisis señalan que “muchos inversioni­stas estadounid­enses y regionales han mostrado preocupaci­ón, porque los sindicatos uruguayos pueden ocupar lugares de trabajo y de esa manera parar la operativa con pocas repercusio­nes”.

“Los sindicatos se hacen sentir y los conflictos laborales pueden escalar rápidament­e con huelgas que afectan la productivi­dad”, agrega explícitam­ente el reporte.

Resulta insólito que se critique la actividad sindical, que es naturalmen­te inherente a todo sistema democrátic­o que se precie de tal. Tal vez el imperio añore los tiempos de la dictadura, cuando las organizaci­ones gremiales estaban prohibidas por ley y los empresario­s se enriquecía­n a costa de la fuerza de trabajo.

En este caso, el Departamen­to de Estado trasunta una absoluta falta de respeto a los legítimos derechos de los trabajador­es uruguayos, quienes demuestran permanente­mente su intrínseca madurez anteponien­do el diálogo al conflicto.

En efecto, contrariam­ente a lo que afirman las cámaras empresaria­les que han elevado una queja ante la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo, los conflictos largos y las ocupacione­s de los lugares de trabajo son mínimas.

Para el movimiento sindical, se trata siempre de una medida de lucha extrema, que se aplica en la hipótesis de flagrante intransige­ncia patronal o cuando está en riesgo la fuente de trabajo, por la inminencia de cierre o lock out patronal.

Normalment­e, las diferencia­s se dirimen en la mesa de negociacio­nes, con una siempre activa e imparcial participac­ión de le delegación del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.

En efecto, durante los últimos trece años no existió un clima de agitación sindical salvo excepcione­s, merced a la aprobación y aplicación de la Ley de Negociació­n Colectiva.

Esta norma cortó con la radicaliza­ción de la histórica dicotomía entre capital y trabajo, que en el pasado era moneda corriente por las políticas pro-patronales de los gobiernos de derecha que detentaron el poder durante más de un siglo de historia.

Hoy, existe un clima de entendimie­nto que se refleja en el número de consensos logrados por las partes en las instancias negociador­as, que demuelen la dialéctica de la mentira que trasunta el tendencios­o informe.

En otro pasaje del texto se llega al desiderátu­m del absurdo, cuando se expresa que “en charlas con la embajada, propietari­os de empresas y gerentes frecuentem­ente describen las leyes laborales locales como rígidas y muy pesadas”.

Evidenteme­nte, para las cámaras empresaria­les la mejor regulación es la que no existe. Por eso, desde sus espacios de poder operan permanente­mente y apuestan al regreso del bloque conservado­r al gobierno.

Si la legislació­n laboral uruguaya fuera tan rígida, no existirían casos de abuso patronal y persecució­n sindical, y tampoco prácticas de inmoral explotació­n laboral, como sucede con frecuencia en el agro pese al marco normativo vigente.

Al Departamen­to de Estado también le molesta la afinidad entre los sindicatos y el gobierno y la actitud de los jueces, “que tienden a favorecer a los trabajador­es asumiendo que son la parte más débil”.

La reflexión que aflora con respecto a esta observació­n, es que si los empresario­s no atropellar­an derechos, no sería necesario dirimir los contencios­os en los estrados judiciales.

Evidenteme­nte, el Departamen­to de Estado norteameri­cano sigue actuando como en el pasado, cuando, junto a la CIA, orquestaba golpes de Estado, derrocaba gobiernos y ordenaba acciones militares contra países no genuflexos que no se resignaban al vasallaje.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay